viernes, 30 de abril de 2010

Muro incomunicante: Pink Floyd, The Wall y la incomunicación

“Me he visto forzado a esperar todo este tiempo en una vaina, en una célula…

¿De verdad ameritaré este castigo?”

-Pink, en The Wall

“Hello, is there anybody in there?”

-Comfortably Numb, Pink Floyd, (1979).


Carlos Castilla del Pino destaca en su libro, La incomunicación (1990), que el lenguaje es un “aparato lógico” que conjunta los códigos de comunicación, la realidad personal y el entorno social[1]. Más que un simple conjunto de signos que un grupo de personas mantienen en común, el lenguaje es un “constructor de realidades” que determina los establecimientos sociales en el ámbito político, moral, estético, educativo, familiar, etc. Por decirlo de alguna manera, el lenguaje es la forma en la que se legitiman las reglas sociales, la noción de “aceptado” y “convencional”, o bien, de “inadecuado”. En palabras de Castilla del Pino,

(…) el lenguaje es suficiente en sí mismo. No puede aislarse del entorno que lo rodea, sino que de él depende ese entorno. (…) Surge como necesidad frente a mi mundo, esto es, como forma de dar cuenta de mis propias experiencias del mundo que compone mi hábitat. Ahora bien, “mi” mundo es tan sólo la concreción; es una forma posesiva de mi expresión, de un mundo que por supuesto, no es mío, ni es tampoco, sólo mío[2].

Cada uno construye un lenguaje propio en base a la realidad que le tocó vivir, y a la forma en la que la percibe. A través de su curso de vida, todo individuo conforma un sistema de opiniones, sentimientos, inclinaciones y aversiones estrictamente propio, que si bien es influenciado en gran medida por el entorno o por “los otros” (teoría del espejo de Lacan[3]), obedece también a la autodeterminación de la mente propia. La “madurez”, entendida como la plenitud racional de la mente humana, es el punto en el que el individuo decide qué será parte de ese “manifiesto personal” que es su identidad, y qué no. Qué lo acompañará durante su vida, y de qué desea deshacerse. A pesar de que la madurez se asocia a una edad en específico, cabe señalar que no siempre es un sinónimo de adultez o de crecimiento. Existen adolescentes que a su corta edad, son capaces de autodeterminar su “sistema de lenguaje-realidad”, y elegir qué ideas de la sociedad (discursos) adoptarán, y cuáles no, qué desean y qué no. En cambio, hay adultos atrapados por discursos hegemónicos. No piensan por sí mismos ni han desarrollado una identidad propia. Son solamente “copistas”, adoptadores de las ideas de otros, y peor aún, de las de la mayoría.

El problema de la madurez, de poder determinar lo que cada uno desea pensar y hacer sin seguir necesariamente, sistemas de lenguaje de otros, es que tiene un alto costo. Castilla del Pino establece que la élite de poder en una sociedad es precisamente, aquella que articula los “discursos” o “ideas” que deben ser adoptados por las mayorías (los opresores). Los que se someten a las ideas de la comunidad sin cuestionarlas y elegirlas por sí mismos, más por una esclavitud involuntaria que por autodeterminación propia, conforman las mayorías que “legitiman” o perpetúan el empoderamiento de los “articuladores del sistema” (los oprimidos). La sociedad entra, de esta manera, en un ciclo de funcionamiento anómalo, en el que los poderosos deberán hostigar e infundir temor a los rezagados, con tal de mantener su posición de poder. Aquél que alcanza la madurez se empodera. Adquiere el poder de decidir qué discursos hegemónicos seguir y cuáles le parecen inútiles o poco efectivos. Cada uno que madura, que halla la forma de “comunicar” y no de simplemente “ser comunicado”, es potencialmente peligroso para el “sistema hegemónico de lenguajes”, por lo que es reprimido. Es en este punto, en el que comienza una lucha de poder entre opresores y oprimidos, entre los comunicados y comunicadores, y los incomunicados que ansían poder comunicar.

La película de Roger Waters y Alan Parker, El Muro (The Wall, 1982), muestra un excelente ejemplo de esta lucha por la comunicación, de la búsqueda interior por la articulación de un “manifiesto propio”, en contra de un sistema hegemónico y represor. El mundo imaginario de las animaciones de Parker es una sociedad oprimida por un sistema totalitario que “uniforma” las ideas, los comportamientos y las instituciones. Si alguien posee la capacidad de pensar por sí mismo, es potencialmente peligroso. El número musical Another brick in the wall, part and 2 (Otro ladrillo en la pared, 1a y 2a parte), muestra a un conjunto de niños reprimidos que luchan por consolidar un pensamiento propio. Para subyugar sus mentes, el sistema educativo “incomunica” a los niños. Los coarta de comunicarse más allá de los parámetros hegemónicos: los obliga a vestir de la misma forma, a estudiar la literatura que articula la élite de poder, y a mantenerse rígidos, pulcros y “perfectos”. Un día, los niños se revelan, gritando que desean pensar por sí mismos, que desean dejar de estar “incomunicados”, aislados por el sistema: “…no necesitamos educación/ no necesitamos control para la mente/ no queremos sarcasmo ni maltrato/ ¡Maestro, déjanos en paz![4]”. Y comienza una revolución: la quema de bancas y uniformes, la rebelión contra el sistema educativo, el atentado contra los poderosos. En el filme de Parker, la “incomunicación” y la “despersonalización” se representa por una gran máquina que convierte a los niños en salchichas, en entes amorfos sin rostro, todos perfectamente iguales. De esta forma, Waters y Parker realizan una crítica social en contra de los saberes hegemónicos, de un sistema educativo de Estado que exige que los niños “no piensen más allá de lo que deben de pensar” o “no puedan pensar por sí mismos, fuera de la escuela”.

El individuo que no se autodetermina, que no cuestiona la realidad o los lenguajes que lo rodean, termina por convertirse en “otro ladrillo en el muro”. ¿Qué es el muro? Es una metáfora que utilizan Parker y Waters para explicar la “incomunicación”. El ser humano, conforme crece, edifica (o da permiso, pasivamente, de que se edifique) un “muro” alrededor de él que lo incomunica, que lo aísla de la autodeterminación. Dentro del muro, sólo pueden pasar aquellos “discursos” o “ideas” que el sistema hegemónico permite. El sistema es el encargado de vigilar que durante toda la vida del hombre, éste no salga del muro que lo circunda. En la cinta, el muro es blanco, pulcro y reluciente. Se trata de un muro “hermoso en apariencia”, que engaña al individuo al susurrarle que es feliz; al convencerlo de que dentro del muro encontrará su verdadera felicidad. Los vigilantes de que el individuo no salga del muro son un grupo de gusanos repulsivos que se divierten en sus engaños. Los gusanos, representan a los poderosos, los que articulan los discursos hegemónicos y oprimen a la sociedad. En los dibujos de Parker, los gusanos poseen figuras humanoides: algunos están trajeados, otro, posee piernas femeninas envueltas en medias de seda y zapatos de tacón, otro, es el perfecto lacayo, pequeño y chismoso, otro, posee forma “papal”, con vestimenta de sacerdote, y otro más, es el “gran amo”, un ser abominable con una peluca de juez que tiene el veredicto del hombre en sus manos. De manera evidente, Waters y Parker asemejan los gusanos con todas esas instituciones que “oprimen” al ser humano a través de sus discursos: la belleza o sensualidad, la legalidad, la religión y el capitalismo. Cuando el individuo se “libera del muro”, cuando lo destruye, los gusanos se aseguran de que no sea feliz. Lo convierten en un anormal, en un loco. Coartan su vida en sociedad y lo repletan de juicios. Casi al final de la película, un diálogo entre dos gusanos dice:

Perseguidor: Buenos días, amo, su Alteza. Traigo ante usted a un prisionero que fue descubierto conspirando, con las manos rojas de intentar quebrar el Muro. Mostraba sensaciones peligrosas, como de humano, casi un alma humana. (…)

Juez Gusano: La sentencia mi amigo, será enfrentar a este hombre a sus máximos miedos. Si se va del Muro no se irá solo, porque merece la pena máxima de la ley. Ya ejecutamos a su madre y hermanos, ya le retiramos a su esposa, sólo queda que sea capaz, que se atreva, a “tirar el muro”…

Voces: Tira el muro, tira el muro, tira el muro, tira el muro…[5]

En la lógica de Waters y de Parker, el hombre tiene dos caminos: someterse al sistema de lenguajes y creerse comunicado, “estar en el muro” o rebelarse y descubrir su incomunicación, “salir del muro o tirarlo”. El problema estriba en que ninguna de las dos opciones lleva al hombre a la felicidad. No hay forma de “comunicarse”. O deja que el sistema lo incomunique por medio de sus ideas arbitrarias o elige “incomunicarse él solo”, al aislarse de la sociedad oprimida. Si elige ser “normal”, es un hipócrita. Se sabe infeliz pero por temor o inconsciencia, se coloca del lado de los opresores. Por otro lado, si decide autodeterminarse, se hunde automáticamente en la “anormalidad”, en el aislacionismo, que es la infelicidad. El número musical Comfortably numb (Confortablemente adormilado), se muestra precisamente este dilema. El “yo lírico” de la canción de Waters expresa su temor a salir del muro, de la “normalidad”, pero al mismo tiempo, la inconformidad en que se encuentra, al vivir a expensas de los dictámenes de realidad de los poderosos. Muestra la incomunicación, -“hola, ¿habrá alguien por ahí?/ Sé que pueden escucharme/ ¿O soy el único que está en pie?”-, la represión –“primero necesitas informarme, ¿dónde te duele más?”-, o bien, la soledad que provoca el aislacionismo –“tu rostro mira hacia el océano/ te mueves llevado por las olas del mar/ tus labios gritan, pero no puedo oírte[6]”.

Para Castilla del Pino la “comunicación excesiva” o “bombardeo de mensajes”, es también un modelo de incomunicación. En la película, el protagonista, Pink (que refleja el tránsito de todo hombre, de la opresión a la demencia), es un hombre que cree ser libre y estar comunicado, pero que desconoce que en realidad, es sólo el producto del bombardeo continuo de mensajes hegemónicos del sistema: la música rock, los noticieros y la propaganda política. Al principio del filme, Pink es una gran estrella de rock que, en apariencia, posee todo lo que quiere: guitarras, chicas bonitas y viajes alrededor del mundo. El sistema le dice a Pink que ese modus vivendi acelerado y banal, debe hacerlo feliz. Sin embargo, cuando Pink comienza a cuestionarse si la felicidad radica en los valores del sistema, comienza a volverse loco. Las imágenes de su mente empiezan a atormentarlo: monstruos, flores fálicas que pretenden tragarlo, sombras que circundan su habitación. En medio de la desesperación, Pink termina buscando “complacer al sistema”. Pretende incomunicarse por completo y despersonalizarse: se encierra en su habitación, se corta el cabello y las cejas, y deja de usar ropa. Es entonces, que en medio de su locura, comienza a concebirse como el centro del sistema, como el “hijo predilecto” de los lenguajes impuestos. Se vuelve el opresor y deja de ser el oprimido. Es un dictador. Un líder carismático que utiliza la propaganda y la música para el dominio de las masas. Concibe un universo bicolor, rojo y negro, en donde todos los seres humanos viven para rendirle loas a Pink. El sistema totalitario que Pink abandera, represor y temible, es representado por una bandera con dos martillos cruzados, una metáfora del trabajo y del castigo. Parker y Waters utilizan a Pink y a estas imágenes, para criticar a todos los sistemas totalitarios, tanto fascistas y comunistas, como capitalistas. Mientras el comunismo llamaba a los ciudadanos a volverse obreros y el fascismo los asesinaba, el capitalismo dominaba las mentes por medio de la televisión. En esencia, todos los gobiernos son lo mismo: sistemas de locura, comunicación excesiva, incomunicación forzada y represión. Es así, que Parker y Waters denotan su postura “anarquista”, popular entre los ingleses de los años ochenta.

A grandes rasgos, El Muro es una mezcla de nihilismo pasivo y adrenalina rebelde. El hombre sabe que haga lo que haga, no será feliz. Aún destruyendo el muro, descubrirá el inicio de una nueva pesadilla: el juicio de los demás, el dedo de la moral, la política o la religión, que señala a los pocos individuos que retiraron los ladrillos. Ante este fatalismo y decepción permanente, El Muro de Pink Floyd no difiere de El Muro de Jean Paul Sartre, una novela en la que el existencialista francés explica que el muro que rodea al hombre es inquebrantable, parece erigirse eternamente alto. Sin embargo, Waters y Parker, a diferencia de Sartre, sí deciden gritar. Alzan la voz, después de todo. No deciden quedarse con la postura pasiva e infeliz e instan a la juventud a rebelarse, a pensar por sí misma, a destruir el sistema que oprime las ideas… pero, ¿cómo tirar el muro? Comunicándose, pensando para comunicar. Sólo desafiando la incomunicación de las ideas impuestas, del hiperconsumo, de los medios y de los discursos totalizadores, se puede salir del muro. Sólo construyendo una nueva realidad, se puede destruir la actual, plagada de temor e incomunicación.

Bibliografía:

-Castilla del Pino, Carlos, La incomunicación, Ediciones Nexos, México, 1990.

-Sean, Homer, Jacques Lacan, Librerías Net, Nueva York, 2002.

-The wall, de Pink Floyd, Roger Waters y Alan Parker, MGM, Estados Unidos, 1982.

-Pink Floyd: The wall (2 CD box set), discos 1 y 2, EMI Records, Estados Unidos, 1984.

-Parker, Alan, The wall (entire script), North Editions, Nueva York, 1999.



[1] Castilla del Pino, pp. 18-34.

[2] Ibíd., 23.

[3] Lacan establece que el ser humano no se “autoforma”, o bien, que es erróneo concebir a un individuo plenamente autodeterminado. Cada uno integra un sistema de creencias, percepciones y determinaciones, moldeado por la realidad externa directa de sí mismo, que se influye en gran medida, por los sistemas perceptivos de los demás. La generación del “yo”, por tanto, es equivalente a un espejo, en donde se reflejan las actitudes y opiniones de otros. El propio “yo” (el espejo), no sólo copia, sino que también “invierte”; recrea la realidad de otros y la hace distinta, estrictamente personal.

[4] We don´t need the education/ we don´t need the head control/ no dark sarcasms in the classroom/ Teacher, leave the kids alone!/ (…) All and all it´s just, another brick in the wall.

[5] Prosecutor: Good morning, Great Worm, your honor, /the crown will testify that the prisoner who stands before you / Was caught red-handed showing feelings / Showing feelings of an almost human nature / This will not do.

Judge Worm: The evidence before the court is incontrovertible, there's no need for the jury to retire! In all my years of judging, I

have never heard before some one more deserving of the full penalty of law! The way you made them suffer, your exquisite wife

and mother, (…) The sentence my friend, you'll have revealed your deepest fear: I sentence you to be exposed before your peers.

Tear down the wall, tear down the wall, and tear down the wall

[6] Hello, / is there anybody in there? / I know that you can hear me/ is there anyone alive? (…) First you need to tell me/ you gotta tell where it hurts? (…) Your eyes are lost in horizon/ your body is being moved by the waves/ your lips shout, but I cannot hear what you say.

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