viernes, 30 de abril de 2010

Héroe, de Zhang Zhimou

Un arma jamás es mala. Es malo aquél que la utiliza.

-Héroe (o el “Sin nombre”) en la película homónima.

Es el periodo de los Estados Combatientes (406-221 a. de C.): China está dividida en numerosas suscripciones que pelean por la hegemonía territorial. Qi, Qin y Jin son los reinos que encabezan la batalla. En el 325 a. de C. el rey de Qin se autoproclama emperador de su región y dirige sus ejércitos sobre el área de Shu, conquistándola en el año 316. Poco después, Qin conquista Han, Wei, Chu, Yan y Zhao, ganando un poder desproporcionado en comparación a los otros Estados. En el 221 a. de C., China se unifica bajo el dominio del rey de Qin, que se convierte en el mandatario de una nueva dinastía que lleva su nombre y que gobernará China por tan sólo catorce años.

El filme Héroe del 2002, dirigido por Zhang Yimou y protagonizado por Jet Li, cuenta la historia de la unificación china a través de los ojos de un caballero anónimo, el “Sin Nombre”, prefecto de una pequeña provincia que tras salvar la vida del rey de Qin es invitado por éste a sentarse a diez pasos de su trono, y contarle su historia. El rey de Qin, temeroso de ser asesinado, lleva permanentemente su armadura de batalla, no deja a nadie acercársele a menos de cien pasos y desconfía del cuerpo de seguridad que le rodea, prefiriendo estar solo. El “Sin Nombre”, condecorado con la confianza del rey de Qin, logra derrotar a los más poderosos oponentes del mandatario: “Cielo Largo”, un mercenario armado con una lanza, “Espada Rota”, un espadachín que pretende salvar a los Estados del dominio de Qin, “Nieve Voladora”, esclava y amante de “Espada Rota”, que alberga gran rencor contra el rey de Qin, y “Luna”, aprendiz de “Espada Rota” que sostiene también, un romance con el “Sin Nombre”. Lo que el rey de Qin, no sabe sobre el “Sin Nombre” es que, como sus perseguidores, él tampoco es un aliado. Para el “Sin Nombre” el rey es su más grande enemigo, ya que durante su niñez presenció la quema de su aldea por los soldados de Qin. Ahora, el “Sin Nombre” no tiene barreras para llegar a quien destruyera su provincia. Ha derrotado a los asesinos que abrumaban al emperador y por si fuera poco, ha logrado acercarse a él. El momento de la venganza ha llegado.

Según la Historia china, el rey de Qin, Qin Shi Huang, murió misteriosamente en el palacio de la prefectura de Shaqiu alrededor del 210 a. de C. acompañado por Li Si, su primer ministro. Se encontraban a dos meses de distancia de la capital imperial, Xiangyang, y cada día que pasaba, más aumentaban las revueltas en contra del dominio de los Qin. Li Si persuadiría al hijo de Qin Shi Huang, Qin Er Shi, de ocupar el trono tras el deceso de su padre, sin embargo, éste no podría contener las revueltas de los Estados dominados, que para el 207 a. de C. se habían unido bajo el liderazgo de los Han, una nueva dinastía. Héroe no se apega con fidelidad a este hecho, sin embargo, traslapa la decadencia de la dinastía Qin y la unificación de China con la historia de un valiente que retó a un imperio entero.

El personaje de Jet Li no tiene nombre para que el público conocedor de los registros históricos chinos, no condene a la película de poco veraz. Por otra parte, se asocia al “Sin Nombre” con Jing Ke, personaje del imaginario colectivo chino que, supuestamente, intentó asesinar al rey de Qin en el 227 a. de C., junto con su amigo Qu Wuyang.

Jing Ke era un forastero, asesino a sueldo, que había sido contratado por el “Príncipe Rojo”, emperador del Estado de Yan, para asesinar a Qin Shi Huang. Como el “Sin Nombre”, el objetivo de Jing Ke era ganarse la confianza del rey, tanto como para acercársele y enterrarle una daga envenenada. Tal y como los asesinos ficticios de la película (“Espada Rota” y “Nieve Voladora”) había un poderoso asesino en la época, ex general de Yan, que había amenazado con matar a Qin Shi Huang: Fan Yu Chi. El rey de Qin ofrecía una poderosa recompensa a cambio de la cabeza de su perseguidor –como lo hace al principio del filme de Zhang Yimou-. Jing Ke, con tal de preparar una emboscada al rey de Qin, asesina a Fan Yu Chi y lleva su cabeza, junto a la daga envenenada, a la presencia del emperador. En Xiangyang, capital del reino de Qin, Qu Wuyang y Jing Ke se entrevistaron con el rey. Cuando Jing Ke iba a asestar el golpe maestro contra el emperador, un médico de la corte, Ying Tzeng, mató a Jing Ke arrojándole una lanza[1].

La redención es un tema común en la historia de Jing Ke y en la del “Sin Nombre”. En ambos casos, los valientes mueren al final como héroes, a pesar de haber vivido como mercenarios. Son asesinos como “Espada Rota” o el Fan Yu Chi de la realidad, pero a diferencia de éstos, ellos eligen el camino del bienestar de su pueblo, de sacrificar su vida con tal de derrotar a un tirano. Como destaca “Sin Nombre” en una de las escenas de la película: “todos podemos asesinar, pero lo hacemos por distintas razones. Asesinamos por amor, por riqueza o por un ideal. Son éstas las razones por las que alguien pone en riesgo su vida”. “Sin Nombre”, en un sentido más heroico que Jing Ke, sin embargo, desea “vengar a sus padres”, con lo que se consagra como un antihéroe oscuro, disciplinado, casi en el tono de un ninja tradicional.

¿Por qué hacer a Qin Shi Huang el “gran villano” del filme? Debido a que en la Historia de China, era conocido por su crueldad. Según Sima Qiam, uno de los primeros historiadores, Tsun tsu, autor de El arte de la guerra, dijo sobre el rey de Qin en el 266 a. de C.: “tiene corazón de lobo y alma de tigre, (…) es avaricioso, perverso. Está ansioso de beneficios y no es sincero[2]”. Qin Shi Huang era conocido por su afección hacia el legalismo. Creía en un Estado soberano, fuerte y castigador, capaz de mitigar a otros territorios y dotar de esplendor a la región de China como un todo. Ambicioso, pretendía convertirse en soberano supremo, por lo que edificó un “Estado de un solo hombre” donde su implacable presencia contenía, al menos discursivamente, la identidad y nombre de Qin. Por esa razón tenía miedo a ser asesinado. Sabía que de morir, no había un “segundo al mando” lo suficientemente reacio como para mantener su fortaleza en la línea de gobierno. Tarde o temprano, en su ausencia, el reino flaquearía y sería dominado por los mitigados inconformes.

Según Poon Leon, el rey de Qin deseaba vivir eternamente. Era supersticioso; siempre estaba en búsqueda de un elixir que pudiese prolongar sus días por la eternidad. Esto se muestra en la película, así como su crueldad. Interpretado por Chen Daoming, se muestra en el filme como un individuo frío, incapaz de impresionarse, altanero y exagerado en las precauciones hacia su salud y seguridad personal. Cabe destacar que la película muestra, en el registro de habla (argot) que el rey utiliza, una pequeña anomalía. Qin Shi Huang usa en el filme lo que se denomina “habla del plural mayestático”. Esto quiere decir que como rey, no habla en “primera persona” del singular, sino del plural, permanentemente. No puede referirse a sí mismo como “yo”, sino como “nosotros”, haciendo énfasis en su igualdad con sus súbditos y en la unidad del Estado. Esta costumbre no era una característica del legalismo, sino más bien, de la etapa confuciana (700-470 a. de C.), en la que los reyes debían estar a la par de su pueblo como una seña de benevolencia e interdependencia (jen o ren).

En la película, el rey de Qin revela al “Sin Nombre” su más grande deseo: unificar el Cielo con la Tierra, en una traducción fiel al original chino, y en los subtítulos en inglés, “hacer una sola Tierra”. La noción de “Cielo” se refiere a una tierra soñada, a la China unificada; al Estado perfecto. Para lograr esto, no sólo pretende la dominación militar de otros Estados chinos, sino también, la cohesión cultural del territorio. Como menciona en una de las escenas de la película: “el problema de las diferencias entre pueblos terminará cuando tengamos una sola escritura; un idioma unificado”.

La película pertenece al género wujia, o bien, “de artes marciales”, debido a su inmenso desplegado de acción y las continuas peleas entre personajes.



[1] Qiam, Sima, Biography of Jing Ke, disponible en China Academic: http://academic.hws.edu/chinese/huang/asn209/prose1.htm

[2] Poon Leon, Brief history of China and timeline, 2000, disponible en http://www-chaos.umd.edu/history/toc.html

Ernst Jünger, tras los actantilados de mármol (una adaptación teatral, a partir de Lotmann)

Introducción: “La ardua tarea de traducir de un lenguaje a otro”


“La vida es un gran teatro, y los que la vivimos, sólo somos actores”.
-William Shakespeare.


Charlie Kauffman, guionista de películas como ¿Quieres ser John Malkovich? (2001) y Adaptation (2006) destacaba que la traducción de un texto literario en imágenes era imposible. Según Kauffman, la “puesta en escena” de cualquier texto no expeditamente elaborado para ser montado, siempre involucra la “dificultad de la representación”. ¿Cómo representar lo “irrepresentable”? Las bondades de la literatura son, su capacidad de conjuntar lo inasible con lo concreto, y el poder dotar a cada lector de la libertad para formarse, arbitrariamente, una imagen mental de las descripciones expuestas en cualquier pasaje. La de la imagen es, por su parte, la concreción de varios conceptos en una sola mirada, y la capacidad de retratar algo que, a veces con palabras, no podría ser descrito. ¿Qué sucede cuando se toma lo mejor de ambos mundos, de la literatura y de la imagen? Comienza la magia. Kauffman dice que la “adaptación” no tiene otro fin que el “adueñarse decentemente” de un argumento ajeno para dotarlo de un tratamiento propio. Considero que tiene desfachatadamente, toda la razón.

El siguiente ejercicio de traducción ínter-semiótica de un texto literario a una puesta en escena, tiene como objetivo el demostrar que durante mi curso de Semiótica aprendí sobre el cómo se codifica y decodifica en varios lenguajes: en el escrito (y hablado), en el plástico y en el kinestésico, por ejemplo. Lo que pretende a continuación, la adaptación de un fragmento narrativo a un escenario, es la conjunción de varios lenguajes y el demostrar que puede transmitirse un mismo “contenido” con “expresiones” distintas. Hacerlo, sin embargo, no fue tarea fácil, y menos aún teniendo como “plantilla” a un autor como Ernest Jünger, que lejos de ser ambiguo y “moldeable”, posee una concepción de su obra bastante delimitada. En el caso de Sobre los acantilados de mármol (1940, reed. 2008), una de sus últimas novelas, la riqueza de las descripciones, lo puntual de las situaciones y la suavidad de la transición entre cada capítulo, no facilitaba la adaptación teatral, sino que la convertía en un verdadero reto. ¿Cómo poner en escenas el ritmo, el registro y la atmósfera de la novela de Jûnger, sin alterar “su esencia”? Lo primero era despojarse de todo compromiso con el autor y adquirir uno nuevo: el amasiato con la estética personal, y con mi propia visión de la historia. Después de terminar de leer la novela elegí el capítulo que quise adaptar, casi de inmediato. Es un fragmento cuyo argumento parece sencillo, pero que contiene de forma vedada uno de los grandes temas de la idea general de la novela: el regreso. El retorno de la complejidad a la sencillez, de lo elaborado a lo natural, de la vejez a la niñez, y de la maldad a la bondad. Entonces, anoté en una cercana hoja de papel las primeras palabras que, después de releer una y otra vez el capítulo, se venían a mi mente. Fueron: etéreo, alba, ternura y sobrio. Mi traducción de Jûnger de la narrativa al teatro, pretende ser congruente con esas palabras, con esa sensación “etérea”, “matinal”, “tierna”, y “sobria”, que vino después de dar vuelta a la última página del capítulo elegido. Espero, que cuando los bocetos de la adaptación sean hojeados, o se lean las líneas que se suscriben, la mente del lector viaje, aún sin disponérselo, alrededor de estas cuatro palabras…a un etéreo amanecer, tierno y sobrio.

Eloy Caloca Lafont,
6 de julio de 2009.

Sinopsis del capítulo elegido: III.

El capítulo abre con una amplia descripción del reino de Marina, situado sobre los acantilados de mármol, y del entorno que rodea La Ermita, donde habitan los cuatro personajes que aparecen en este fragmento: el narrador, Hermano Othón, el pequeño Erio y la cocinera Lampusa. Se trata de una región conífera con cerezos, jacintos, campos de vid, grandes mariposas, cigarras cantoras, lagartos pequeños y víboras. Algunas tardes, la cocinera Lampusa sale de La Ermita con un cacharrito de plata (tazón, jarrón) lleno de leche y lo golpea con una cuchara. Después, lo deja sobre el suelo. El cacharro se repleta, al poco tiempo, de las criaturas del bosque, que compiten por alimentarse. Una ocasión, el pequeño Erio sale de La Ermita, también con el cacharro entre las manos. De entre las fisuras de los acantilados de mármol, salen algunas víboras y rodean al pequeño Erio. Éste, golpea el cacharro con una cuchara, tal y como lo hace Lampusa, y se dispone a alimentarlas.

El pequeño Erio no se inmuta por la presencia de las víboras. Pacífico, se limita a extenderles la cuchara. Si alguna parece aborazarse sobre el cacharro, el pequeño Erio la aparta, pero sin perder la inocencia. Erio no tiene noción de que corre peligro en compañía de las víboras, quienes por su parte, se limitan a tomar el alimento en mansedumbre, sin atacar al niño. El narrador, al ver a Erio cerca de esas bestias, se preocupa por su bienestar, sin embargo, tan pronto percibe con qué inocencia se acerca el niño a las víboras, decide no importunarlo, observándolo desde un balcón de la Ermita, sin llamarlo. Lampusa y Hermano Othón, por su parte, también observan al niño.

El cierre del capítulo describe que Erio repitió su faena de alimentar a las víboras varias veces, hasta ganar su absoluta confianza. Asimismo, Erio se vuelve respetado entre los animales de la zona, por su actitud tierna y atenta. Como todos los niños, Erio se comporta curioso, interesado en el brotar de las flores y en las minucias de la vida animal. Al narrador –padre del pequeño Erio- le gusta a veces llevarlo al Herbario, su lugar de trabajo. Ahí, Erio puede pasar varias horas viéndolo trabajar, observando con cuidado las plantas. Es en esos momentos, en los que el narrador gusta de abrazarlo, sintiendo la vida que fluye a través de él.

(Material adicional) El Backstage… Justificación: “Explicando mi visión de Jünger”

La estética de mi adaptación:

El diseño de los personajes

Mientras leía el capítulo de Jünger, podía imaginarme cuidadosamente todo lo que iba describiendo en el pasaje. Lo curioso, es que el paisaje que describía me parecía fuera de este mundo, como si fuese sacado de un inframundo maravilloso, luminoso, y sobretodo, etéreo y espiritual. Buscando figuras que pudieran ayudarme a “representar” esta imagen “mística” que había forjado en mi cabeza, comencé a buscar obras de arte o películas, de donde pudiese obtener inspiración para la construcción de un mundo etéreo. Llegué a la conclusión de que quien mejor retrataba ese universo metafísico, fantasmagórico, pero dulce, que planteaba retratar, era la artista plástica española Remedios Varo, que pretende emular en su obra pictórica cosmogonías imaginarias –escenas de la creación del universo-; estampas de dioses o seres poderosos, que esconden su capacidad de crear o manipular el universo detrás de aspectos pálidos, frágiles y gráciles. Los cuatro personajes de la escena, si bien no serían una copia al carbón de personajes de cuadros de Remedios Varo, sí se encontrarían inspirados en su línea estética. Conservarían la volatilidad y carácter místico de esos dioses.

Fue a partir de esta reflexión, que decidí que los personajes no debían pertenecer al mundo que conocemos, sino a un universo metafísico, surreal, creado por mí. Es por esto que no caminan, sino “flotan” sobre el piso del escenario, y que deben estar arropados con largos retazos de tela que les otorgan un aire de espíritus o personajes etéreos. Por otra parte, el narrador y Hermano Othón poseen aspecto de monjes, de pertenecer a alguna orden religiosa. Por el tono de la narración y también por el epíteto de “Hermano” en el nombre de “Hermano Othón”, imaginé que lo mejor era retratarlos como seminaristas, aunque manteniendo el aspecto etéreo que pretendía manejar. Por lo mismo, son una combinación entre brujos y seminaristas, con largos sombreros de copa y túnicas. El personaje de “el pequeño Erio”, por su parte, debía ser extremadamente tierno, para que en su escena con las víboras pudiera denotar sin mucho esfuerzo su pureza, su inocencia. Decidí entonces, hacer un niño muy pequeño con una vestimenta tierna, formal. El pequeño Erio posee un saquito largo con botonaduras de oro. Lo holgado de su ropa sigue la línea “mística” del resto del elenco, pero el cuidado en el detalle de su ropa denota que es un niño mimado, esmerado en su aspecto, y de movimientos suaves y adorables. El pequeño Erio, según lo imaginaba, debía tener unos ojos grandes y profundos, lindos, y una sonrisa permanente, muy pequeña, que denotara su ímpetu permanente de descubrir el mundo que le rodea. Lampusa, finalmente, la imaginé con el aspecto de una matrona, de una mujer mayor. Posee una indumentaria parecida a una monja o sirvienta de la edad media, con la cabeza cubierta, una larga falda, y un apretado corsé que deja ver su prominente pecho. Sin embargo, con el fin de que Lampusa mantuviera la “línea mística” del resto de la obra, debía tener un vestuario elaborado, igual que el de Erio y el de los personajes masculinos. Los colores elegidos para los vestuarios son colores intensos, pero presentados de forma sobria. Consideré que el “ritmo” de toda la novela, y el del capítulo adaptado en particular, lleva un vaivén suave, pausado, contemplativo. El uso de colores sobrios en los vestuarios, que contrastarán con algunas piezas casi transparentes y volátiles, era necesario para dar a los personajes el “aire espiritual” que deseaba.

¿Por qué utilizar “títeres”?

Después de realizar los primeros bocetos de los personajes y ver cómo quedarían actores humanos envueltos en los vestuarios que había creado, no me sentía satisfecho. Los personajes que en mi cabeza “actuaban” el argumento debían ser tan surreales y mágicos como sus vestuarios y, tan místicos como mi concepción general de la adaptación. Decidí entonces, utilizar “títeres” en lugar de actores humanos, pretendiendo “caricaturizar” de alguna forma, y hacer más tierna, la puesta en escena. El resultado me dejó muy contento: los títeres tienen la capacidad de “exagerar” las características humanas, y por ende, volverse más expresivos. Hermano Othón es la caricatura de un anciano simpático, sabio y meticuloso. El narrador es un hombre maduro y sumamente sobrio, pero adherido a una sonrisa muy pequeña, que denota su alegría por vivir (cosa que cambiará con el avance de la novela, después del capítulo III). Lampusa, por su parte, es una mujer muy gorda, caricaturizada en sus dimensiones –más robusta aún que cualquier señora-, que propone la imagen de una “abuelita” con características maternales: cariñosa, cuidadosa y trabajadora. El pequeño Erio, por su parte, es un niño muy curioso con rasgos finos, enternecedor: con manos chiquitas y cabeza muy grande.

Para el diseño de los títeres me inspiré en los personajes de las películas de “animación cuadro por cuadro” de Tim Burton. La estética que seguí para crearlos es la usada por Burton en The Nightmare before Christmas (El extraño mundo de Jack) y en El Cadáver de la novia, sin embargo, me alejé de lo críptico, lúgubre, de Burton, y me decidí por hacer a mis personajes más “celestiales”: pálidos y luminosos, pero tiernos y de gran presencia. El diseño de arte que más me inspiro fue el de la película animada Jim y el durazno gigante, en donde Burton hizo el boceto de los personajes. Como Jim y sus amigos –cuatro insectos que lo acompañan, en la película-, yo deseaba que mis personajes tuvieran un rostro sencillo y facciones muy bien definidas, para aumentar su expresividad. Sobre este tema, considero que el hacer expresivos a los títeres es muy difícil, por lo que propongo que únicamente su rostro, pueda manipularse electrónicamente, de forma que puedan abrir la boca, cerrar los ojos y modificar sus cejas. Si esto fuese posible, la expresión en los personajes aumentaría considerablemente.

¿Cómo deben moverse los títeres? Pensé que lo mejor era que fuesen manipulados con hilos, debido a que esto podía hacerlos levitar permanentemente y dotar a los manipuladores de un control mucho más medido de sus movimientos, que si se tratara de títeres de mano. Los titiriteros, en este caso, deben tener mucho cuidado de que los movimientos de los personajes sean muy breves y suaves, ya que el capítulo demanda un ritmo pausado, “flotante”. Al imaginar a los títeres moviéndose en el escenario, en vivo, no pude evitar relacionarlos con la secuencia inicial de la película Dolls, del director japonés Takeshi Katano. En Dolls, dos títeres, uno femenino y otro masculino, un samurái y una geisha, lloran y se lamentan al estar de luto. La forma en la que los títeres de Dolls se abrazan y menean la cabeza, me parece que los dota de la gracia necesaria para hacer “creíble” su acto. Eso deseaba que sucediera con mis títeres. Por eso, están dotados de múltiples articulaciones y puntos de movimiento, para hacer el Acto más creíble. Por otra parte, las “criaturas” –los animales del bosque, los reptiles, y sobretodo las víboras- obedecen en su diseño a la estética general de la puesta en escena. Más que “personajes secundarios”, son parte de la escenografía, sin embargo, tienen todas las características que poseen los títeres protagónicos: un diseño surreal y místico, movimientos suaves y la “levitación” que los vuelve etéreos. Las víboras, a diferencia del resto de los animales, poseen una expresión propia y hasta una personalidad, por lo que acentúo sus ojos de maldad y su arrastre sigiloso. Sus colmillos, que son la seña más prominente de qué tan peligrosas son, se ocultan tras una boca movible, que puede abrirse o cerrarse electrónicamente. Cuando las víboras rodean al pequeño Erio, éstas deben lucir amenazadoras, pero después, se amansan lentamente y guardan su distancia. Era necesario que, en sus primeras apariciones, las víboras mostraran sus colmillos y lucieran peligrosas, pero que, conforme avanzara el Acto, se volviesen más sutiles y suaves en sus movimientos, por los que también se dotaron de varios puntos de articulación, los cuales permiten controlar esta evolución en su carácter.

La escenografía: un homenaje a “El Castillo Vagabundo”

La frase que en mi mente solté cuando bocetaba la escenografía para la adaptación, fue: “esto parece como sacado de un animé, como del universo de una caricatura japonesa”. Y es que la escenografía obedece a la línea estética del dibujo japonés: los acantilados de mármol se muestran portentosos, inmensos, el paisaje se asemeja a una pintura en su belleza, y La Ermita, elaborada a detalle en sus formas, guarda congruencia estilística con una pagoda, o con una iglesia ortodoxa. No resistí el relacionar mis dibujos con la película animada El Castillo Vagabundo, y por el contrario, debo confesar que ésta me dotó de la inspiración necesaria para esbozar el paisaje general con el que “abre” el acto. Mi visión de los acantilados de mármol era que éstos debían ser una seña de belleza, de paz inconcebible. Fue entonces, que los concebí rodeados de amplios cielos azules, y de un bosque oscuro, pero intrigante.

La estructura del Acto (story-board):

Después de leer el capítulo III de Sobre los acantilados de mármol, lo primero que hice fue hallar el “tema central” del fragmento. Descubrí que la esencia temática de éste representa una reflexión sobre “el retorno a la inocencia”, es decir, sobre cómo el ser humano es sincero e inocente durante sus primeros días de vida, y se corrompe gradualmente conforme va creciendo. El pequeño Erio al juguetear con las víboras y alimentarlas, representa la juventud, llena de ideales y valores, así como de un profundo amor por los demás, y de la capacidad de “creer en el prójimo”. El narrador, padre de Erio, representa la vida adulta, desconfiada, en la que el hombre ha adquirido noción de los peligros que lo rodean. El narrador desea detener a Erio cuando éste juega con las víboras. Desea decirle que es peligroso. Sin embargo, conmovido por la inocencia del pequeño, decide dejarlo disfrutar su inconsciencia, su ignorancia del peligro. En la adaptación, ésta debía ser la escena más importante, el “clímax” del capítulo, por así decirlo. Con el fin de acentuar debidamente esta escena y no fundirla con lo que se menciona en el resto del fragmento, dividí el Acto que anteriormente bosquejo en tres partes:
Acto: Capítulo III
Escena 1: (Apertura). La descripción de Marina y de La Ermita.
Descripción general de Marina. Mención de la flora y fauna del lugar y explicación elemental del modus vivendi en La Ermita (el herbario del narrador y la cocina de Lampusa).
Escena 2: (Clímax) El inocente Erio y las víboras.
Erio le da de comer a las víboras con inocencia, mientras los otros tres personajes –Hermano Othón, Lampusa y el narrador-, lo observan. Las víboras se vuelven mansas ante la actitud dulce del niño con ellas.
Escena 3: (A manera de cierre) El herbario.
Erio entra en el herbario de su padre y cuidadosamente, observa las especies y materiales que ahí se encuentran. Cuando el narrador se percata de la curiosidad de su pequeño hijo, lo abraza cariñosamente.

Para la primera escena, pensé que lo mejor para que el público comprendiera a fondo las formas que fuese viendo en el escenario, era utilizar una voz en off, que sería la del narrador, y que se repetiría recurrentemente durante todo el Acto. Cuando el telón abre y por ende, comienza la escena, todo el escenario debe estar oscuro, y lo único que debe estar plenamente iluminado, son los acantilados de mármol, en un fondo negro. Más tarde, se irán iluminando los elementos que componen el paisaje: las plantas y bosques, y los animales. Como la descripción del entorno es la parte más extendida del capítulo en la novela, decidí reducirla a una mención elemental de los elementos más preponderantes del paisaje. El narrador sólo debe destacar en esta escena inicial, las bellezas naturales que componen el bosque conífero que, sobre los acantilados de mármol, rodean La Ermita. Decidí entonces que lo mejor era tan sólo mencionar tres elementos: flora, fauna y suelo. Cuando se describe la flora, el narrador habla de los viñedos, de los cerezos, de los jacintos y de la región boscosa de La Campaña, a lo lejos. Cuando se describe la fauna, destaca los animales, de los más mansos a los más feroces, para incrementar “la emoción” en el espectador (crecento). Por tanto, comienza hablando de los pajarillos y las “pequeñas bestias” (venados, ardillas, tejones), y termina mencionando a los lagartijos, que son inofensivos, y a las víboras, que se catalogan como peligrosas. Cuando se mencionan las “pequeñas bestias”, éstas aparecen en grupo, para no hacer una distinción de una especie en especial de entre todas las inofensivas. Cuando se destacan los “lagartos”, la música de fondo debe acelerarse un poco, hasta la parte en la que el narrador destaca “…pero eran inofensivos”, que será cuando de golpe se detenga la música. Finalmente, al mencionar a las víboras, éstas deben entrar con sigilo, saliendo de entre una pared próxima de los acantilados de mármol (ver story-board), e irse haciendo cada vez más feroces –alebrestando-, mientras la música de fondo se acelera. Después de la aparición de las víboras, la música de fondo disminuye; debe atenuarse de nuevo. La iluminación en toda esta escena, jugará un papel preponderante, porque destacará a cada una de las especies que vayan apareciendo, conforme van siendo mencionadas. Cuando se hable de fauna, se iluminará cada especie conforme el narrador lo mencione: primero los cerezos, luego los jacintos, posteriormente los viñedos, y finalmente los bosques lejanos. Lo mismo sucederá con la fauna: las especies van iluminándose conforme se mencionan, sin embargo, cuando una nueva especie se mencione e ilumine, las otras deben quedarse completamente quietas, para que la atención de la audiencia se centre en la nueva especie mencionada.

Después de que los acantilados, la flora y la fauna han sido iluminadas en pleno –emulando el “alba” o un “amanecer”- , el narrador dirá “…y en medio de aquel paisaje, se situaba La Ermita”. Es justo en ese punto cuando el piso del escenario debe abrirse para que ascienda de sus entrañas La Ermita, una fachada que, de forma “invisible”, se encuentra partida por la mitad simétricamente, para que pueda abrirse, a manera de libro, y mostrar su interior. Una vez situada en el centro del escenario, La Ermita se abre por la mitad, mostrando sus tres estancias: un estudio en la parte superior, en donde Hermano Othón debe estar leyendo, el Herbario, en la parte posterior izquierda, donde el narrador estará afanosamente estudiando, y la cocina, en la parte inferior izquierda, donde se encontrarán Lampusa y el pequeño Erio, calentando un jarro de leche. Es importante que todos los personajes en esta fase, parezcan “indiferentes a la audiencia”, es decir, que se concentren en sus labores, cada uno por su cuenta. Cuando el narrador diga “…y con esa forma de vida, éramos felices”, la luz se apaga por completo y se da paso a la segunda escena.

La segunda escena debe mostrar sólo La Ermita cerrada, en un fondo completamente oscuro. De La Ermita, debe salir Lampusa con un jarrón de leche y colocarlo sobre el piso. Las criaturas del bosque, entonces, acudirán a la leche y la beberán por completo. Después, Lampusa recoge el jarrón y se retira hacia La Ermita. Después, al compás de la narración (“Un día, Erio decidió también alimentar a las pequeñas bestias”), Erio sale de La Ermita, también con un jarrón de leche, y con una cuchara de madera. Golpea el jarrón y busca que las criaturas aparezcan. Sin embargo, lo que sale frente a Erio son cinco víboras idénticas, que deben aparecer poco a poco, mientras ejecutan una danza temible, mostrando sus colmillos y rodeando a Erio muy de cerca. Erio, inmutable, debe ver cómo lo rodean, pero no asustarse, sino sonreír. Después, extiende con suavidad el jarrón de leche a las serpientes, e introduce la cuchara; saca un poco de leche y salpica a las víboras. Esto, apacienta un poco a esas bestias. La Ermita, mientras esto sucede, se encuentra en segundo plano, menos iluminada que Erio y las serpientes. Cuando el narrador señale que le sorprendía cómo Erio no sentía miedo, debe salir por el balcón superior de La Ermita y ver a Erio jugueteando con las víboras, tapándose el rostro, aterrado. Sin embargo, el narrador dirá “pero decidí no acudir a Erio, no alterar su inocencia”, y en ese momento, sonreirá levemente y observará a Erio de lejos, ensoñado. La música en esta segunda escena es fundamental, porque acentuará el peligro de las serpientes cuando éstas se aproximen a Erio, y la tranquilidad de Erio en cambio, al no percatarse del peligro. La música, por tanto, debe ser cambiante: oscila entre lo álgido y amenazante de las serpientes, y lo suave y tierno de Erio con su jarrón de leche. Después de que el narrador reflexione sobre cómo la niñez es la edad de la inocencia, Erio, las víboras y el narrador en la ventana, se vuelven inamovibles, y la luz baja tenuemente, dando pie al último cambio de escena.

La última escena, por su parte, debe ser muy breve, y representa tan sólo el cierre del Acto. Cuando las luces vuelven al escenario, el narrador debe encontrarse sobre una mesa, muy concentrado en la catalogación de especies vegetales. Erio entra cuidadosamente a la escena y comienza a agarrar las plantas con las que está trabajando su padre. Las ve y examina con cuidado. El narrador, percatado de que Erio curiosea, lo aproxima suavemente a él y lo abraza. Finalmente, mientras ambos abrazados se van diluyendo en el fade out de las luces, el narrador dice “en off”: “…no deseaba hacer otra cosa que abrazarlo”.

Comentarios finales sobre la actividad: “…muy, pero muy divertido”

A manera de cierre, debo señalar que la traducción inter-semiótica de un texto literario a lo gráfico es sumamente difícil, porque a pesar de que concebir mentalmente el resultado final no es tan complicado, sí lo es el explicar el proceso de “traducción” minuciosamente, para que alguien fuera del realizador pueda comprenderlo. Sin embargo, es muy, pero muy divertido. El compartir una noción estética personal con otro implica sin duda, poner en práctica lo visto en clase durante este curso de semiótica. Teóricamente, comprender cómo es que la mente “abstrae” cualquier signo es difícil, pero este proceso se facilita, una vez que uno incurre en ejercicios de “traducción” como el que elaboré en esta entrega. La triada pierciana, en donde se explica que para entender completamente un concepto, soportado en una “representación”, se requiere un “signo interpretante”, no me pudo quedar más clara después de hacer este ejercicio. No pude explicar cómo veía yo el capítulo de Jünger sin recurrir a la línea estética de otros artistas como Remedios Varo, Tim Burton o Takeshi Kaetano. Fue así que, citando mis inspiraciones, pude acotar correctamente mi arbitraria visión estética.

Por otra parte, aunque supe que el uso de títeres complicaría el ejercicio, no me resistí a aceptar el reto. El diseño “caricaturesco” de los personajes me pareció una forma original, alternativa, de adaptar el argumento de Jünger al teatro. La puesta en escena, como señala Lotman (en La semiósfera), no sólo consiste en mostrar una historia (el contenido), sino en “la forma” en que se muestra (la expresión). La plástica, la danza, el juego con el espacio, y el sonido, son elementos que dotan al teatro de mayor perceptibilidad y capacidad de representación, que las de la obra literaria. Usando estas “herramientas” para imponer una noción estética propia de cualquier trama, se puede hacer magia. Lo complicado es, sin embargo, que son muchos los elementos que deben tomarse en cuenta al momento de la adaptación: la iluminación, la presencia de música, el vestuario, la escenografía, y los movimientos de los personajes, por ejemplo. Para finalizar, sólo queda decir que la traducción ínter-semiótica no es sólo un buen ejercicio para ahondar en la materia (Semiótica), sino también, una actividad lúdica que fuerza la capacidad creativa de cada uno, y su habilidad para generar una estética personal, en donde se puedan reproducir las palabras de otros, pero con signos propios.


Algunas fuentes consultadas:

-Lotman, Iurei Mijaelovich, La Semiósfera, Ediciones Cátedra, Madrid, 2001.
-Solas, Romeo, La adaptación teatral, Mundo Fantasía, Guatemala, 1998.
-Varo, Remedios, Imágenes en www.angelfire.com/va2/.../RemediosVaro.html
-Burton, Tim, Jim and the giant peach, en http://www.imdb.com/title/tt0116683/
-Shiro, Ugoko, The Howl´s castle, en http://www.imdb.com/title/tt0152893/
-Kaetano, Takeshi, Dolls, en http://www.imdb.com/title/tt01121283/

Magnífica triada: House, M.D., Sherlock Holmes y J.S. Peirce. Un análisis comparativo de House y Holmes.

“…nuestro caso es de esos en donde se da primero el resultado. Todo lo primero es lo que resta por adivinar”

-Sherlock Holmes en Estudio en escarlata, p. 68.

Cameron: ¿Cómo rayos sabes que estará bien sin un diagnóstico aprobado?

House: si la inferencia es correcta, se pondrá bien…

Cameron: ¿…y si no se pusiera bien?

House: puestodos los días se aprende algo nuevo, ¿no es cierto? ”

-Dr. House y Dr. Cameron en “Everybody Lies”, de House, M.D[1].

Pretendiendo analizar las similitudes que pueden hallarse entre Dr. House, protagonista de la serie televisiva Dr. House, M.D. (Medical Diagnosis), y Sherlock Holmes, detective ficticio creado por Arthur Connan Doyle en 1887, busqué un poco de información sobre ambos en Internet. Cuál sería mi sorpresa cuando encontré decenas de páginas en donde ya se trataba el tema que pretendía abordar. Según el propio escritor de algunos capítulos de Dr. House, Bryan Singer, la creación del personaje de House se inspira, en gran medida, en Holmes: “ambos son medios de la química y de la medicina forense, son músicos geniales, mas aficionados, adictos a alguna sustancia, arrogantes y huraños[2]”. La propia página oficial de la serie Dr. House, también destaca una serie de similitudes entre ambos personajes: “House puede deducir un diagnóstico mediante el involucramiento con la persona, Holmes puede resolver un caso al involucrarse con la historia del mismo, (…) ambos son aparentemente flojos cuando no están resolviendo un caso, mas se desperezan cuando una pista los intriga, (…) ambos son arrogantes y señalan que la humildad es falsa, que es una mentira[3]”. Existen incluso, en la red, tablas comparativas entre actitudes, diálogos y circunstancias de ambos personajes… ¿qué más se puede decir, sin citar alguna fuente existente? Sin duda, las similitudes entre House y Holmes representan un tema inagotable, sin embargo, comencé a interesarme en qué tan similares pueden ser, así como lo son los protagonistas, las historias concebidas como un todo, es decir, las series completas que involucran a los dos personajes.

Realizar un estudio comparativo minucioso de ambas series, empero, sería extenuante. Involucraría la lectura de todas las aventuras de Sherlock Holmes, y ver todos los episodios de House, cuya secuencia aún no ha culminado. Por tanto, hagamos un “corte” justo al principio de ambas series, para ver qué tanto se parecen los episodios iniciales de ambas “sagas” de aventuras. Tomemos como muestra para este diagnóstico –para jugar un poco a ser el propio Dr. House-, la novela Estudio en Escarlata (Connan Doyle, 1887) de “Las Aventuras de Sherlock Holmes”, y el episodio “piloto” de “Dr. House, M.D.”, Everybody Lies (Singer, noviembre 16 de 2004). El analista de narrativa Greimas (1951) destaca que, cuando una historia constituye una parte de otra de mayor duración –como en el caso de estos episodios-, se le considera un relato-pieza de un macrorrelato, que viene siendo la “gran historia” formada por todos los episodios en su conjunto[4]. Tanto Estudio en escarlata como Everybody Lies, representan un relato-pieza de un macrorrelato mayor, que se compondrá por todas las novelas de Holmes en su conjunto, y por todos los episodios y temporadas de House, respectivamente. No se puede “aislar” el argumento (la “trama”) de ambos relatos, sin investigar, al menos someramente, de qué trata el macrorrelato, para así saber su importancia dentro del mismo.

Comencemos con una descripción argumental de Estudio en Escarlata (al que llamaremos relato A). La pieza abre con la historia en primera persona de un hombre que busca dónde vivir en la ciudad de Londres, el Dr. James Watson. Acto seguido, Watson encuentra un lugar en el 221b de la calle Baker que logra acomodarle. Es en donde conoce a su tentativo compañero de habitación, el detective Sherlock Holmes, quien es aficionado al violín y gusta de realizar experimentos químicos para aplicarlos a la medicina forense, y así resolver sus casos. Ambos se encuentran conociéndose cuando, de pronto, surge un nuevo caso para Holmes: un misterioso asesinato en donde el cuerpo yace bajo una nota sobre la pared de la escena del crimen: la palabra “RACHE” (venganza). Tras una serie de pistas y conclusiones, Holmes logra resolver el caso con éxito, al final de la primera parte de la novela. Durante la segunda parte, se cuenta la historia (en tercera persona, ya no por Watson) de los motivos que el asesino tenía para sus cruentos fines. En la conclusión (epílogo, en el original en inglés), Holmes le revela a Watson su secreto sobre cómo pudo resolver el caso por medio del proceso inductivo, que explicaremos más adelante.

La estructura general de Estudio en escarlata es tripartita, y obedece a la construcción narrativa que, según Gerard Genette y Tzvetvan Todorov[5], tienen todos los relatos “tradicionales”: abre con un “planteamiento” en donde se presenta a los personajes y al conflicto fundamental del relato; continúa, con un “nudo” en donde el conflicto parece agravarse, mas los personajes, avanzan cada vez más hacia la solución; y cierra con un “desenlace” en donde el conflicto se soluciona. Cuando el relato comienza, Watson y Holmes se conocen y se origina el caso (planteamiento). Después, ambos investigan pistas de la escena del crimen, y de dos crímenes más, generados más tarde, para resolver el caso (nudo). Y finalmente, Holmes resuelve el caso y aprehende al ladrón, justo antes de que éste escape (desenlace). La particularidad de Estudio en escarlata es, en todo caso, que cuenta con una especie de “apéndice al nudo”, que es la parte segunda de la novela (“La tierra de los santos”). La acción de la parte segunda es una “analepsis” (salto temporal hacia atrás) a la historia de Watson y de Holmes. Ocurre mucho antes del primer asesinato, dos décadas antes con exactitud, pero explica precisamente el motivo del asesino para este siniestro (la venganza de la muerte de la amada, por miembros de una secta mormona). Si la parte segunda se “extirpara” de Estudio en escarlata y la secuencia del argumento fuera parte primera-conclusión, podría decirse que el tiempo general de la obra sería de “naturaleza lineal”, sin embargo, la presencia de la parte segunda causa un “corte en la temporalidad”, para aumentar a detalle lo que el lector puede saber sobre el asesino, Jefferson Hope, enamorado de Lucy Ferrier que cobra venganza por su muerte. Estructuralmente, Estudio en escarlata se observa:

Planteamiento

-Holmes y Watson se conocen.

-El caso comienza: se encuentra un cadáver bajo la palabra “RACHE”.

Nudo

Parte primera: entrevistas, pistas, presión por parte de los compañeros detectives, Gregson y Lestrade.

*Aproximación a la solución del caso: se captura a un “supuesto asesino”, aunque todavía hay incoherencias.

Clímax del nudo: Justo cuando no se sabe quién puede ser el asesino, Holmes lo descubre y lo detiene sagazmente.

Salto temporal o “analepsis”:

Parte segunda:

Se describe la historia de Lucy Ferrier y de John Ferrier, desde su llegada a una comunidad mormona (Salt Lake City), hasta su asesinato, motivo del asesino Jefferson Hope, prometido de Lucy.

Regreso al “tiempo lineal” (o prolepsis):

Continuación de las notas de Watson sobre cómo se resolvió el misterio.

Desenlace

Explicación de Holmes a Watson sobre cómo supo que Hope era el asesino.

El “clímax del nudo” es la parte más álgida del relato, en la que aparentemente, el conflicto no se va a resolver, y sin embargo surge la “panacea” o “solución intempestiva” que logra desenlazarlo. En el caso de Estudio en escarlata, cuando Holmes captura a un asesino tentativo mas infiere que él no es el verdadero asesino, mas tiene al culpable sentado en su propia sala, ocurre este “clímax”. La “panacea” surge cuando Holmes “conecta” varias inferencias con el personaje de Hope: las botas del asesino, el uso de un veneno soluble en agua, y que debía ser un rival amoroso del Sr. Drebber (víctima), estadounidense que estuvo involucrado con Lucy Ferrier. La técnica de Connan Doyle de acrecentar la “insolubilidad” del caso hasta las últimas páginas del relato, no es cosa nueva. Resulta ser una artimaña usada en el relato de suspenso, terror y policiaco, para que el lector no saque conclusiones premeditadas y deje de interesarse por la narración.

Tras investigar un poco sobre “Las aventuras de Sherlock Holmes” (el macrorrelato que rodea este relato), se obtiene que “es la historia de un detective londinense que resuelve casos aparentemente insolubles, mediante un proceso inductivo. Sus casos tienen, por lo general, qué ver con asesinatos o robos.[6]” Según el editor castellano Emilio Pascual, revisor de las novelas completas para Ediciones Cátedra, la estructura de todos los relatos de Holmes es similar a la de Estudio en escarlata: “cuando pretende ponerse insoluble el caso, es justo cuando Holmes muestra su argucia, atinando a una respuesta que, ni Watson ni el lector pudieran imaginarse[7]”. Si se puede suponer que todos los relatos del macrorrelato “Las aventuras de Sherlock Holmes” poseen una estructura similar (planteamiento-nudo-desenlace), mas con sus respectivos “saltos temporales” cuando es necesario, puede observarse que Estudio en escarlata tiene como objetivo “introducir al lector asiduo a las historias de Holmes”, a la estructura tradicional de este tipo de relatos. El objetivo de Connan Doyle cuando escribe los relatos de Holmes, no estriba en que el lector no descifre “la estructura” del relato, sino en que desconozca la solución al misterio. Después de leer un par de aventuras, el lector sabrá que en las historias de Holmes siempre sucede lo mismo: el caso comienza, después, Holmes se aproxima a la solución, después el caso se complica, luego, se detallan pistas y datos que antes no se habían tomado en cuenta, y Holmes finalmente resuelve el caso. El lector no se aburrirá mientras conozca la estructura, pero desconozca los casos, porque aunque sepa que Holmes siempre resolverá el caso y que todas las historias terminan de la misma forma, se interesará por saber el “cómo” Holmes logra descubrir las respuestas a las incógnitas.

Analicemos ahora el capítulo 0 o “piloto” de la serie “House, M.D.”, Everybody Lies, para ver si posee una estructura similar a Estudio en escarlata. El episodio de House comienza cuando una maestra de Jardín de Niños pierde la movilidad en las piernas y desmaya misteriosamente. Después, el relato se traslada al hospital (ficticio) Princeton-Plainsboro, donde acaba de registrarse a la maestra mencionada como un nuevo paciente. Tan pronto se le informa del nuevo “cuadro médico”, el Dr. John Watson decide asignárselo a su colega Gregory House, de la Unidad de Diagnósticos, quien está renuente a ocuparse de diagnosticar a la maestra –cuyo nombre es Rebeca Adler-. Tras la presión de la Dra. Lisa Cuddy, Jefa del Departamento Médico al que House se suscribe, el Dr. House decide aceptar el caso. Al realizarle un encefalograma para ver si la “disfasia” (detención del movimiento) proviene de alguna anomalía en el cerebro, House y su equipo observan grandes masas en el diagrama cerebral. Los médicos concluyen que se trata de un tumor desarrollado y que Rebeca morirá. House, sin embargo, no piensa que se trate de un tumor, pues no hay otras señas de cuadro cancerígeno. En el afán por salvar la vida de Rebeca, que ya se piensa desahuciada, House visita el hogar de la paciente, descubriendo ahí un trozo de cerdo mal cocido, lo cual lo motiva a inferir que no se trata de un tumor, sino de cisticercosis, que es la presencia de un “gusano” en el cerebro, que llega ahí por medio del torrente sanguíneo, a causa de la ingestión de un alimento infectado.

La estructura de Everybody Lies es igual a la de Estudio en escarlata: hay un “planteamiento” (el conocimiento del caso), un “nudo” (la observación de síntomas y estudios), y un “desenlace” (el descubrimiento final y diagnóstico). Tal y como en Estudio en escarlata, hay un momento de “clímax”, que curiosamente llega también, cuando el caso es aparentemente insoluble. El “clímax” asimismo, llega cuando al protagonista, House en este caso, se le ha retirado todo apoyo para resolver el caso, pensando que con la información que se posee, ya ha sido resuelto. Cuando Gregson y Lestrade, detectives superiores inmediatos de Holmes en Estudio en escarlata, creen haber atrapado al asesino del Sr. Drebber y de Stragerson (las dos víctimas), el caso “está resuelto” para ellos. Lo mismo sucede en Everybody Lies cuando el equipo médico cree que se trata de un tumor. Es en ese momento en que ambos protagonistas en los dos relatos, hacen uso de su intuición para “resolver el caso” y demostrar que la solución tentativa de sus colegas era errónea.

Tanto en el relato de House como en el de Holmes hay un “salto temporal” o “analepsis” para mostrar qué sucedió previamente al caso que los protagonistas deben resolver. Sin embargo, mientras este “salto” se hace en Estudio en Escarlata a mediados del “nudo”, en Everybody Lies se realiza justo al principio del relato, como parte del planteamiento. Cuando la maestra se desmaya, antes de ser trasladada al hospital, se está “contextualizando” el caso, tal y como en Estudio en escarlata se contextualiza gracias a la historia de los Ferrier en la comunidad mormona. La estructura de Everybody Lies, por tanto, quedaría de la siguiente forma:

Planteamiento

Salto temporal o “analepsis”:

-Desmayo de la maestra en el Jardín de Niños.

-El caso llega al Dr. Wilson.

-Wilson lo traslada con Gregory House.

Nudo

-Pistas, análisis, presión por parte de la Dra. Lisa Cuddy.

*Aproximación a la solución del caso: se prevé que se trata de un tumor.

Clímax del nudo: Justo cuando el diagnóstico va a formalizarse, House descubre que se trata de cisticercosis.

Desenlace

House diagnostica que se trata de cisticercosis, y lo demuestra mediante la reacción de la paciente al tratamiento.

El título del relato, Everybody Lies, proviene de dos “grandes mentiras” dentro del argumento que empañan la solución del caso. Cuando Wilson persuade a House para que atienda a Rebeca, le menciona que es su sobrina. La realidad es que no lo es, pero como tanto Wilson como Rebeca son judíos, Wilson se siente “comprometido” a que se salve. Rebeca, por su parte, “miente” al decirse judía. Esto se demuestra cuando House descubre el trozo de cerdo, que al no ser un alimento kuscher, es prohibitivo para los judíos.

En el macrorrelato “Dr. House, M.D.”, el relato Everybody Lies no “introduce” a los personajes, ni los presenta por primera vez. Parece ser que su objetivo es que la audiencia “los conozca sobre la marcha del mismo episodio”. En esto, se diferencia con Estudio en escarlata, que abre con la forma en la que Watson y Holmes se conocen, y describe de forma sustancial la trayectoria profesional y el carácter de cada uno. En el primer episodio de House la mancuerna House-Wilson (equivalente a Holmes-Watson), no se conoce por primera vez. Sin embargo, a través del inicio del capítulo se puede “intuir” la relación de amistad que tienen ambos personajes, a través de sus juegos de palabras y “cruda sinceridad”. Así como Estudio en escarlata, Everybody Lies sirve para que aquél que se introduce al macrorrelato, es decir, aquel que enciende la televisión y apenas ha descubierto la serie “Dr. House, M.D.”, “conozca” la estructura general de todos los capítulos, ya que siguen la secuencia de este “piloto”: primero, se muestra al paciente aún sano, apenas recayendo en la enfermedad; después, se ingresa al paciente en el hospital, y se le asigna a House; luego, House y su equipo se esmeran en descubrir un diagnóstico, casi siempre de forma inútil, pues ningún cuadro parece someterse a los indicios que se observan; y finalmente, House logra descubrir la verdadera causa por su agudo ingenio, y llegar al diagnóstico atinado.

Peirce y sus conceptos de inducción y abducción, como constructores estructurales de ambos relatos.

Cuando al final de Estudio en Escarlata Watson le pregunta a Holmes sobre cómo resolvió el misterio, éste dice: “en este tipo de casos, lo extraordinario constituye antes que un estorbo, una fuente de indicios. La clave para la solución del caso reside en razonar a la inversa, cosa que como ya se sabe, apuntará a un resultado: el origen. El origen es nuestra respuesta, porque es lo que detona este caso”. Asimismo, dice: “en lugar de seguir una sucesión de pasos que conduzca a un final, voy del final al principio[8]”. Este proceso de pensamiento que ayuda a Holmes a resolver cada misterio se le conoce como proceso inductivo. La “inducción” va de lo particular a lo general, y consiste en observar un “indicio” en la búsqueda de un “porqué”, para obtener una conclusión.

El lógico estadounidense Charles Sanders Peirce es considerado el “padre” del pensamiento inductivo. Según Peirce, para llegar a desentrañar un misterio, se deben conectar los “indicios”, lo que se sabe, con conclusiones propias que se descartarán o afirmarán, cuando se encuentren nuevos indicios. Cada indicio encontrado lleva a una conclusión tentativa, que en base a nuevos descubrimientos puede ser correcta o falsa. House hace lo mismo que Holmes: descubre sus diagnósticos por medio de un proceso inductivo. Comienza observando los síntomas del paciente y relacionándolos con su historia personal, para así obtener conclusiones. En el “planteamiento” de los relatos de Holmes y de House, los protagonistas poseen sólo las primeras piezas del gran rompecabezas que deberán resolver. Sus primeras “inferencias”, son apenas observaciones obvias del caso con el que se encuentran, ya sea una escena de crimen o un enfermo. Acto seguido, comienza un proceso de “investigación”, es decir, observación, entrevistas, anotaciones y búsqueda, para el hallazgo de los primeros indicios. En Estudio en Escarlata, un anillo encontrado en la escena del crimen, en una segunda visita, es un indicio de que el culpable podía haberlo traído consigo. En Everybody Lies, el continuo deseo que la paciente tiene de “dejarse morir”, parece ser un indicio de que ella misma sabe su posible diagnosis, pero que no desea que los médicos la descubran. En ambos relatos, el proceso inductivo se muestra sobretodo durante el nudo de la estructura, cuando los protagonistas se sumen en dilemas y pistas, e intentan conectar lo que saben con explicaciones tentativas.

¿Qué pasa, sin embargo, cuando “aparentemente” han hallado la respuesta, pero no es así? Tanto Holmes como House poseen un “sexto sentido”. Una especie de “corazonada” que los saca del proceso inductivo que llevaban, y que los hace virar rápidamente el rumbo de su investigación, para llegar finalmente a la respuesta “correcta”. Cuando la investigación parece “colapsar” y la respuesta adquiere la calidad de urgente, es cuando los investigadores de estas ficciones usan un proceso abductivo. La “abducción”, o llamada también por Peirce, “la lógica de la sorpresa”, es una inferencia rápida, elemental y casi “automática”, que surge cuando en una serie lógica, existen elementos ilógicos[9]. Esa “corazonada” es lo que conduce a Holmes a saber que Hope es el asesino, cuando descubre que él es el amante perdido de Lucy Ferrier, y a House a indagar sobre la alimentación de la paciente, cuando aparentemente es declarada desahuciada. Se puede concluir, de esta forma, que tanto House como Holmes abren sus investigaciones con abducciones, y las cierran con éstas mismas. Las abducciones iniciales de ambos vienen cuando, presentes en la escena del crimen, observan elementos aparentemente “extraordinarios” o que les resaltan de entre el panorama; poco comunes. Las finales, por su parte, toman lugar cuando habiendo resuelto el caso, no se encuentran plenamente conformes con la diagnosis, “como si algo no checara”, o “faltara”, y deciden volver a sus observaciones para obtener nuevas conclusiones. Relacionando esto con la estructura común de Estudio en escarlata y Everybody Lies, se puede observar, ya para finalizar, que, en el planteamiento, nudo y desenlace similares de ambos casos, hay procesos peircianos comunes de pensamiento:

Estructura

“Estudio en escarlata”

“Everybody lies”

Procesos peircianos

Planteamiento

-Hay huellas en la escena criminal y la palabra “RACHE”.

-La inmovilidad de la paciente fue repentina y la insensibiliza.

Abducción inicial

Primeras inferencias.

Nudo

-Entrevistas.

-Aparente “solución” por parte de Gregson y Lestrade.

*Descubrimiento del error en el hallazgo del culpable.

-Análisis, conversaciones con la paciente.

-Aparente diagnóstico por parte del equipo médico.

*Descubrimiento del error en el diagnóstico (no es tumor).

Proceso inductivo.

Abducción final

Desenlace

Arresto del verdadero culpable.

Diagnóstico definitivo: cisticercosis.

Conclusión


Fuentes:

-Connan Doyle, Arthur, Estudio en escarlata, Ediciones Mexicanos Unidos, México, 1887, 1990.

-Greimas, Courtes, Análisis semiótico del discurso narrativo, Gredos, Madrid, 1952.

-Todorov, Genette, Selected Works, Prim, Chicago, 1970.

-Seboek, Jean y Thomas, C.S. Peirce, agencia de detectives, Paidós, Madrid, 1990.

-House, M.D., Everybody Lies, en Temporada 1, Disco 1. Dir: Brian Singer.

-Nubiola, Jaime, La abducción o la lógica de la sorpresa en Razón y Palabra, No. 21, ITESM, México, en http://www.razonypalabra.org.mx/anteriores/n21/21_jnubiola.html#1

- Dr. House episode guide en http://www.housemd-guide.com/season1/101pilot.php

-House and Holmes, a guide to inductive and deductive reasoning, en http://www.factchecked.org/Downloads/LessonPlans/DeductionInduction/teacher.handout.2.guide.to.clinic.scene.pdf

-Connections between House and Holmes, en http://www.housemd-guide.com/holmesian.php

-Sherlock Holmes Official site, en www.sherlock-holmes.com



[1] Diálogo tomado de Dr. House episode guide en http://www.housemd-guide.com/season1/101pilot.php

[3] Connections between House and Holmes, en http://www.housemd-guide.com/holmesian.php

[4] Greimas, A., Courtes, J. Análisis semiótico del discurso narrativo.

[5] Selected Works (comp., 1970).

[6] Sherlock Holmes en http://www.sherlock-holmes.es/

[7] Pascual, cit. En Ibídem.

[8] Connan Doyle, p. 68.

[9] Seboek, Thomas y Jean, Peirce, Agencia de detectives (1990).