viernes, 30 de abril de 2010

Aristóteles, o entre la lógica y la materia

Si la luna tiene fases, la luna es esférica.

La luna tiene fases.

Por lo tanto, es esférica.

-Aristóteles, Lógica, p. 67.


De “las ideas” a la pragmática

Aristóteles (382-322 a. de C.), nació en Macedonia, en la ciudad de Estagira. Su nombre (ριστοτέλης), quiere decir “el mejor de los finales” o “gracia de los dioses”. Fue hijo de Nicómaco, médico discípulo de Hipócrates (padre de la medicina), y galeno particular del rey macedónico Amnitas, por lo que se involucró desde muy joven en la vida política, al asesorar a su padre y a varios legisladores. Sin embargo, descubriría durante la madurez –alrededor de los 40 años-, que sus verdaderas pasiones serían la zoología, la botánica y la filosofía. Su formación filosófica se remonta al 366 a. de C., cuando a los dieciocho años, en enviado a Atenas para estudiar en la Academia de Platón. Su maestro, le llamaba “el lector” por su afición a los estudios. Aristóteles le fascinaba conocer los avances científicos de los egipcios, los fenicios, los persas, los africanos del norte, y los helénicos (norte de Grecia). En el 336 a. de C., Aristóteles fue convocado por la corte macedónica para instruir al joven príncipe Alejandro Magno, que se convertiría en el más grande conquistador macedónico del siglo II. En el 322 a. de C., Aristóteles viajó a la corte de los basileos, discípulos de su suegro, el rey Hermias de Atarneos. Ahí le fue permitido junto con su discípulo Xenócrates, dedicarse a la Biología, clasificando especies, estudiando la vida animal, y escribiendo sobre Botánica. Sus estudios en esta fase, no sólo se limitaron, sin embargo, a las ciencias exactas. Escribió sobre ética, política (La política), lógica (La lógica) y estética (Arte poética). Sus aportaciones a la ética, particularmente, resultaron de una serie de cartas dirigidas a su hijo, Nicómaco (Ética nicomáquea). En el 335 a. de C., le fue conferido fundar su propia escuela, el Liceo (o Likeios, por localizarse en un edificio dedicado a la adoración del dios Apolo). Los estudiantes de este lugar, se les conocía con el nombre de “peri pathos”, o “insectos de la periferia”, ya que gustaban de recibir sus enseñanzas al aire libre y alrededor del templo.

Aunque en un principio, Aristóteles coincidía con Platón en la existencia de un “mundo ideal” formado por la virtud, conforme se alejaba de la Academia, logró crear un pensamiento propio, que se escindía de los principios platónicos. Sin negar la presencia de un mundo metafísico, formado por el espíritu, Aristóteles determinó que la “búsqueda de la verdad”, no consistía en llegar a este plano espiritual, sino en el conocimiento del entorno material, a través de la observación y de la razón. La función de “hallar la virtud” y la “plenitud del espíritu”, es propia del artista, sin embargo, el filósofo debe dedicarse a los asuntos terrenales. Debe descubrir cómo funciona el mundo que le rodea, y someter los “discursos” de la ciencia y de la religión a la certidumbre, por medio de la lógica. Según Aristóteles, de nada sirve el pensamiento filosófico, si no tiene aplicaciones prácticas del conocimiento. A esta capacidad de “racionalizar y “problematizar” los fenómenos cotidianos, Aristóteles le denomina “pragmática”. A diferencia de los sofistas, la aplicación “práctica” del conocimiento en el pensamiento de Aristóteles, no necesariamente debe servir a fines políticos o militares. El pretender llevar todo conocimiento a la dominación de los pueblos, es demagogia (un pensamiento egoísta, convenenciero). Debe, por otra parte, llevarse la lógica a los conflictos más simples y cotidianos de la vida diaria. Sólo así, se asegurará un “conocimiento cierto de las cosas”, en todo tiempo, lo cual Aristóteles le denominó ciencia. “La meta de la ciencia, según Aristóteles, es formar un universo inteligible (saberes y teorías) a través del descubrimiento gradual del universo sensible. Sólo a través del uso de los sentidos, se hallan las únicas substancias primarias[1].” Aristóteles determina, que existen dos inteligencias, una “pasiva”, que se limita a la intuición más simple, el “sentido común”, y otra, “activa” que es la racionalización permanente del universo.”La razón por la cual la inteligencia espiritual percibe las esencias universales abstrayéndolas de las cosas sensibles es que hay una inteligencia pasiva, que debe ser excitada por el intelecto activo, que es el que abstrae las imágenes mentales de las cosas esenciales.[2]” Contrario al pensamiento platónico, que va de lo sensible a lo ideal, Aristóteles parte de lo sensible: “El conocimiento sensible, no es sólo ocasión para que surja la idea, el dato sensible trae consigo los datos inteligibles iluminados y captados por la inteligencia[3].” Cabe destacar, que Aristóteles distingue distintos tipos de inteligencia, según diferentes áreas del conocimiento. El “animal racional” –como le denominaba al ser humano, posee una inteligencia lingüística, una lógica pura, una kinestésica, una visual, una musical, una facultada para la comunicación interpersonal, y otra, para la intrapersonal. Seis de ellas giran en torno a la lógica, que es la inteligencia mayor y el centro de la razón (Ética Nicomáquea).

La teoría del conocimiento de Aristóteles

Según el planteamiento aristotélico de la “lógica”, el ser humano sólo necesita una “pequeña mecha” para encender su hambre de conocimiento. La inteligencia pasiva, es su capacidad inductiva elemental, su facultad para preguntarse cómo funciona el mundo que le rodea. Cuando el ser humano razona y compara, con el fin de saciar su curiosidad, pone su intelecto en activo. El conocimiento lógico, se halla por medio de un proceso racional que Aristóteles le denomina silogismo (epistemonikos). Éste, se forma a su vez, de una cadena de razonamientos que, al guardar cierta lógica, permiten la verificación de un planteamiento.

Para llegar a conocer, se debe partir de la “causa absoluta” del fenómeno, de lo general. A este “gran razonamiento”, se le denomina causa cognoscendi. De ese punto, se parte a las particularidades del fenómeno, que lo conectan de forma directa a la “causa general”, las causas esendi. En el siguiente ejemplo, se ilustra un razonamiento gradual, a través de la lógica aristotélica:

A es un mamífero. (Observación inicial)

El mamífero es aquél que viene al mundo, a través del vientre de su madre (causa cognoscendi).

B, ha venido al mundo a partir del vientre de su madre.

B es un ser humano (causas esendi).

B es un mamífero, por lo que B, es como A.

El enunciado, entendido como la proposición lógica básica, es un planteamiento declarativo formado de dos partes, el “sujeto” (aquel fenómeno u objeto que desea conocerse) y el “predicado” (las implicaciones del fenómeno u objeto a conocer). El conocimiento aristotélico, tal como el platónico, es dialéctico, sin embargo, parte de la “asociación” de conceptos y declaraciones, y no de su “oposición”. La negación de algún enunciado sólo surge, cuando algún descubrimiento u opinión de un externo, rompen la cadena lógica entre enunciados:

A es un mamífero (Observación inicial)

El mamífero es aquél que viene al mundo, a través del vientre de su madre (causa cognoscendi).

B vino al mundo a través de una madre.

B no vino al mundo por medio del vientre de esta madre, sino por un huevo. (causas esendi)

¿Puede B, ser un mamífero?

-Sí cumple con haber venido de una madre.

-No cumple con haber venido de su vientre. (Dialéctica)

B no es un mamífero, ni es como A.

El conocimiento “verdadero” verifica su validez o bien, su incertidumbre, cuando se le somete al cuestionamiento. La dialéctica aristotélica, es el intento de negar lo que se sabe, para verificar la certidumbre de este conocimiento. “El origen de la argumentación, viene cuando el oponente dice algo que es significante para ambas posturas, la afirmación y la negación, porque si la negación no significa nada para tal hombre ni para uno, el razonamiento es inútil[4]”. Cuando los conocimientos no pueden rebatirse o ser negados, se sabe que se ha llegado a la “verdad absoluta” (principio de no contradicción). La dialéctica es, para Aristóteles:

Un proceso de criticismo, en el cual yace el camino a los principios de todas las interrogantes, la dialéctica procede del cuestionamiento, es un modo de examinar que puede ser usado por cualquiera, el dialéctico examina por medio de la ayuda de una teoría general del razonamiento, que es la lógica. (…) Todas las ciencias tienen una comunión entre sí, y con la dialéctica, que está en comunión con todo, y con cualquier conocimiento, que busca una prueba universal por medio de axiomas (…) la dialéctica es libre, no se somete a nada, no tiene una esfera definida[5].

Según Aristóteles, el mundo sensible está en constante cambio, en dinamismo perpetuo. Toda materia que se estudia, evolucionará algún día en “otra cosa”, por lo que ningún conocimiento es plenamente válido, sino que debe estar actualizándose. Mientras la materia es dinámica, el conocimiento es estático (principio de potencialidad). Hay una separación entre lo potencial, entonces, “lo que puede saberse”, y entre lo actual, “lo que se sabe”. “Su teoría de la potencia y el acto se aplica en el caso de la visión, diciendo que la facultad de ver es la potencia visual, mientras que el acto de ver es el “acto”.[6] “ Todo puede definirse a través de su naturaleza y sus actos. La metafísica, es el origen de todas las cosas, a partir de una naturaleza general, que le es revelada al hombre, una vez que éste descubre gradualmente, el funcionamiento de todo a través de la lógica. En la obra homónima de este planteamiento, Metafísica, Aristóteles se pregunta ¿qué es el hombre?, y a partir de su observación de la “naturaleza humana”, da una definición tentativa: “el hombre es un compuesto dual, formado de un alma y un cuerpo. La substancia del hombre, es el punto de unión entre ambas partes, es su capacidad sensible, que remite a su espíritu.[7]

A partir de la naturaleza de las cosas, el logos (conocimiento lógico, racional), debe dividir a cada objeto en categorías: su medida, su peso, sus aptitudes, su composición. El conocimiento que emane de las categorías, permitirá la clasificación de los objetos, en ramas científicas determinadas, para su estudio (taxonomía). El fin último del conocimiento, a través de la categorización, es la generalidad del mismo. Se busca que exista un solo “conocimiento veraz”, validado socialmente, capaz de ser transmitido y debatido por la mayoría. A diferencia de Platón, Aristóteles no cree que el iluminado deba ser un filósofo incomunicado que haya hallado la plenitud, sino que promueve al sabio como un maestro que enseña a los otros a descubrir el mundo que les rodea, y que los motiva a validar sus propios conocimientos.

Aristóteles y la comunicación

Como Platón antes que él, Aristóteles distingue la dialéctica de la retórica. Según este filósofo, dialéctica y retórica se someten a la lógica como disciplina general. La dialéctica, “no es una ciencia como tal, pero es la negación permanente de las ciencias, para su validación[8]”. La retórica es, en cambio, una negación menos objetiva, más arbitraria, que parte de la opinión o de una percepción personal “no científica”, sino opacada por los sentimientos. La conversación no sale de un plano retórico, mientras que el debate profundo, posee nociones dialécticas. La comunicación, de esta forma, se divide en dos: una que es ociosa, y que parte de probabilidad e inexactitud, y otra que es certera, y que consiste en el compartimento de los conocimientos válidos, o en su negación, con miras de verificación.

Según Yurén, la aportación aristotélica más grande a la comunicación, es su concepto de conocimiento integrado. Para Aristóteles, el conocimiento el mundo integra nuevos conocimientos, y se debe volver cada vez más complejo, conforme las sociedades se acerquen más a la verdad sobre ciertos fenómenos. El “libro”, entendido como un memorial de conocimiento, como una pieza que contenga objetivamente, cadenas lógicas de conocimiento, es una necesidad básica de la civilización, según Aristóteles. Por tanto, plantea que el conocimiento “debe ser comunicado”, ya que su objeto, es el de comunicarse a las masas. Desde las bibliotecas hasta los medios de comunicación social, son un producto indirecto de la noción aristotélica de “integrar” el conocimiento a los saberes sociales. La divulgación científica de la actualidad, que se realiza a partir de revistas y compendios académicos, también obedece al principio de “integración” aristotélica. Lonegran plantea que para Aristóteles, “la comunicación es la facultad humana de hacer común un conocimiento[9]”. Lonegran establece, sin embargo, que el error aristotélico residió en que plantea un “conocimiento inamovible”, legitimado por libros y bancos de datos, mientras que el conocimiento actual es dinámico. No existen “verdades absolutas”, sino provisionales, legitimadas velozmente por los medios de comunicación. El conocimiento “mediático”, ya no requiere de durar por siempre, sino de ser consumido rápidamente, para dar pie a nuevos conocimientos: modas, referentes, formas de hablar y comportamientos.

La lógica de Aristóteles trasladada a la lingüística y a la semiótica, es la lógica peirciana. Peirce, como Aristóteles, plantea una validación por “oposición” y “asociación” a manera de triángulo. Lo comunicable, la palabra o el concepto, se conecta en la mente con un “referente previo” del mismo (causa esendi), y con una idea general o definición social de lo que significa (causa cognoscendi). A diferencia de Saussure, que promueve que la base del aprendizaje lingüístico es la oposición, Peirce establece que la lógica es el fundamento del aprendizaje, tal como Aristóteles. Si el hombre es un ser lógico, como plantea el pensamiento aristotélico, es por ende, un “comunicador” o “comunicando”. “Aristóteles planteó el esquema básico de la comunicación –hablante, mensaje y oyente-, a través de su tesis del hombre como animal de logos. La referencia del orador, el discurso y el oyente, ha sido utilizada a través de la historia por los estudiosos de la comunicación[10].” La lógica aristotélica podría definirse, de cierta forma, como la primera teoría de la comunicación, como una esquematización primaria de la acción comunicativa. Aristóteles, es entonces el padre de la ciencia progresiva, de la crítica y observación como métodos del conocimiento, del pensamiento epistémico (prueba lógica y error), y de la necesidad humana de “comunicar” los conocimientos, de posicionar socialmente lo que se sabe.


Bibliografía:

Yurén, Adriana, Conocimiento y comunicación, Editorial Alhambra, México, 1994.



[1] Yurén, p. 30.

[2] Ibídem.

[3] Ibídem.

[4] Ibíd., p. 31.

[5] Aristóteles, Analítica, Libro II, cit. En Yurén, Ibíd., p. 32.

[6] Ibídem.

[7] Ibíd., p. 32.

[8] Ibíd., p. 50.

[9] Ibídem.

[10] Ibíd., p. 51.

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