La noche redimirá la forma en que el mundo no escucha,
y abrirán sus oídos ante las notas del sol,
bajo un silencio roto, al fondo del corazón.
Wole Soyinka, Cuando la hora llegue.
Si bien la crisis de Liberia tiene dos décadas, es imposible entenderla si se le toma como un fragmento aislado de la Historia reciente de este país. El conflicto armado civil y la continua ingobernabilidad liberiana, son sólo el resultado de una sucesión particular de dictadores y odios tribales, que han hecho de Liberia un experimento político único, y lamentablemente, insatisfactorio.
Desde la pretensión de los liberianos occidentalizados por crear una identidad nacional, que al final resultó ser una mera maqueta, hasta el tribalismo y segmentación que ha vivido Liberia en su proceder contemporáneo, el conflicto no puede aislarse del gran todo que es la cultura política del liberiano, durante el siglo pasado. En un afán por reconstruir a Liberia, sus instituciones, sociedad y estabilidad, debe comenzarse a reconstruirse su pasado, lejos del maniqueísmo con el que lo enseñan los distintos grupos en conflicto. La crisis liberiana es un cáncer terrible para África y un lamentable deceso en la lucha humana por los derechos individuales, y ésta, es su historia.
Los antecedentes del conflicto: una Liberia dividida
Previo al entendimiento del conflicto liberiano, debe entenderse la importancia del Liberian True Whig Party, partido político de principios liberal-democráticos que se asociaba ideológicamente con su homónimo en los Estados Unidos (United States Whig Party). El Whig Party se instauraría forzadamente como la única opción política de Liberia durante más de un siglo. “En tiempos de la post-emancipación colonial de los Estados Unidos, el Whig se volvió el máximo constructor de las instituciones educativas, económicas y políticas de Liberia. (…) El comercio, las políticas públicas y las estrategias de crecimiento nacional no podían desligarse de su parentesco con el partido” (Ranard, 17). Desde su fundación en Clay-Ashand, en la región costera, durante 1869, el partido se asociaba con las órdenes masónicas estadounidenses y con los valores del discurso político de la Unión Americana: “se trataba de una mezcla de los principios del laborismo inglés y la democracia representativa de los Estados Unidos, pero en suelo liberiano. Los Whig encabezaron el gobierno bajo cimientos altamente capitalistas, buscando ante todo, la eficiencia y crecimiento, económicos[1]” (Shillington, 870).
Esto, cabe destacar, era una consecuencia del trasfondo histórico de la cultura política de los primeros liberianos decimonónicos. Liberia fue una colonia estadounidense regida por la Sociedad Americana de Colonización, de 1822, al 26 de julio de 1847, cuando los Estados Unidos decidieron aceptar que, tanto liberianos como esclavos estadounidenses de color, que más tarde serían liberados después de la Guerra Civil o de Secesión (1861-1865), podrían coexistir en un territorio autónomo. La identidad liberiana era una mezcla entre la africanidad fundacional (pueblos krú, manes y vai) y la cosmovisión occidental. Los liberianos se denominaban oficialmente como afroamericanos, y se preocuparon, desde la temprana construcción de la Liberia independiente, por identificarse con los fundamentos morales, religiosos, económicos, políticos y educativos de Occidente. Por ejemplo, en 1854, se fundaría en Liberia la Universidad Lincoln, en donde se estudiaba la Historia, vida política e idioma de los estadounidenses, no obstante, los directivos y maestros eran liberianos.
En 1870 se firmaría un pacto de amistad entre Francia, el Reino Unido, Liberia y los Estados Unidos, para evitar la supuesta insolvencia financiera de los cuatro países. No obstante, se trataba de un tratado de comercio desigual bajo el que Liberia se comprometía a ser el proveedor agrícola de sus nuevos aliados económicos, sumiéndose en la sombra del financiamiento estadounidense.
Gobernadores liberianos, empresarios británicos, franceses y españoles cuyo capital estaba en Francia, y banqueros estadounidenses, llegaron a Liberia como nuevos colonizadores. La mano de obra en granjas se abarató, y la producción de cacao, tés, café, cítricos y algodón, debió de incrementarse. (…) La esclavitud de los primeros gobiernos independientes fue peor que el control impuesto por los Estados Unidos. Hacia 1880, la economía liberiana se fue a pique: el ochenta por ciento del producto interno bruto del país era capital extranjero, y gran parte, de banqueros alemanes; los productos se abarataban, por otra parte, ya que los europeos exigían bajar los costos de extracción y transporte, a cambio de seguir comprando, y no acudir a negociar con otros países vecinos, como Sierra Leona o Gabón (Shillington, 825).
A la entrada del siglo veinte, no todos los liberianos seguían de acuerdo con agremiarse a una identidad afroamericana. Los habitantes de los litorales seguían concibiéndose como afroamericanos, pero al interior, surgió un intento de recuperación de una identidad netamente liberiana, conocido como nativismo (Ranard, 2005). El discurso de una auto-concepción mestiza, producto de la hibridación de lo nativo con el asomo occidental, era cada vez más, tildado de ser una falacia. Los afroamericanos integraban sólo el cinco por ciento de la población, pero controlaban los recursos económicos y el régimen político, bajo el membrete del partido Whig, por lo que lentamente, el descontento social pasó a ser insustentable. La situación económica, por otra parte, llevaba cada vez a una mayor dependencia de los Estados Unidos. Durante la Primera Guerra Mundial (1914-1918), Liberia se convirtió en el proveedor de textiles más importante de la armada estadounidense, y en 1926, el gobierno liberiano autorizó a la empresa de llantas y plásticos Firestone, el tomar su materia prima libremente de las dos más grandes plantaciones del país, gracias a un contrato concesionario.
Si deseaban seguir haciendo contratos con los Estados Unidos y mantenerse en el poder, los afroamericanos (o Américo-liberianos, como se hicieron llamar oficialmente los miembros del partido Whig) debían controlar las posibles revueltas de los indígenas (o nativos). La mejor opción fue utilizar las favorables relaciones económicas con los Estados Unidos para la militarización del país, y reducir a los nativos liberianos a formarse en las filas de la mano de obra, excluyéndolos de poder ocupar cualquier puesto del ejército o del gobierno[2]. Más adelante, las políticas discriminatorias se recrudecerían, al punto de que los Américo-Liberianos crearon diversas organizaciones que discriminaban a los fenotipos de piel más oscura, y exaltaban a los mulatos que descendían de los matrimonios entre los colonizadores estadounidenses y los nativos[3]. Según Tellewoyan (2001), el gobierno Whig no se asumía a sí mismo como discriminatorio, ya que cualquier nativo podía acceder a las oportunidades de los Américo-liberianos, siempre y cuando se aceptara como tal; es decir, mientras se “civilizara”. Las opciones para la adopción de una ciudadanía Américo-liberiana, sin embargo, eran limitadas y drásticas:
(…) podían ser adoptados por una familia Américo-liberiana siendo niños, casarse con alguien de esta identidad, ser hijos legítimos de un varón Américo-liberiano y una mujer indígena, accediendo, mediante exámenes de conocimientos, y en muy extraños casos, a un colegio occidentalizado, o bien, buscando entrar a alguno de los grupos religiosos Américo-liberianos, mediante una probada devoción cristiana (Ranard, 11).
Desde finales del siglo diecinueve hasta el ocaso del siglo veinte, todos los intentos de rebelión de los nativos en contra del gobierno de los Whig o de los empresarios Américo-liberianos fueron cruentamente reprimidos. En 1875-1876 se registra un genocidio indígena en Cabo Palmas, cerca de Costa de Marfil, una vez que los nativos decidieron organizar una huelga en las plantaciones; en 1900, ocurre una sangrienta batalla entre militares Américo-liberianos y obreros indígenas; en 1915, los jefes nativos del pueblo krú se levantan en armas, terminando su revuelta en fracaso, y finalmente, en el periodo 1920-1940, se consolida un intento de ejército rebelde nativo, aunque sus principales líderes son asesinados por el Estado liberiano, que los detecta gracias a un avanzado sistema de espionaje, asesorado por los Estados Unidos. A partir de 1927, sin embargo, la balanza política se inclinó levemente a favor de los nativos, ya que la Liga de las Naciones declaró en su Asamblea General que los liberianos, vergonzosamente asistidos por los Estados Unidos, “reclutaban y hasta vendían ciudadanos de su misma nación, por un afán de crecimiento económico” (Ibídem). En una declaración de 1930, la Liga de Naciones establecía que el gobierno de Liberia recibía una amonestación de la comunidad internacional, por
(…) fomentar de forma sistemática durante años una política de descarada intimidación y opresión para suprimir a los nativos, evitando que desarrollaran su poder, así como su autónoma política social en todos los sentidos, para mantener los privilegios de la raza dominante y colonizadora, a pesar de proceder de la misma raza africana que ellos[4].
Tras aceptar la certidumbre de esta discriminación, el Presidente de Liberia Charles D.B. King, electo en 1920, dimitió en 1930. Su sucesor, Edwin Barclay, sin embargo, más que buscar aplicar nuevas políticas de inclusión para los nativos, decidió reafirmar el apoyo incondicional de los Estados Unidos: firmó un pacto de amistad mediante el cual, la armada estadounidense intervendría si algún enemigo, interno o externo, amenazaba al ejército liberiano (1942) y gestionó la visita del Presidente estadounidense Franklin Roosevelt a Liberia (1943). La Segunda Guerra Mundial, no obstante, cambiaría por completo el panorama político y económico de los liberianos. Debido a su cercanía militar con los Estados Unidos, Liberia se volvió una base militar de este país hacia enero de 1944, y le declaró la guerra a Japón y a Alemania ese mismo año. Esto ocasionó graves problemas para la economía liberiana, ya que: a) el servicio médico estaba provisto por alemanas, b) las más grandes empresas eran alemanas, y c) los productos liberianos vendidos a Alemania superaban el 50% de las exportaciones totales, a inicios de los años cuarenta. Los liberianos, para salir de una inminente crisis económica, debieron supeditarse a la intervención de empresas y capital estadounidense, y a vender sus productos a los Estados Unidos, durante los años cincuenta. Si bien la dependencia económica de los Estados Unidos aumentaría, la estabilidad se hizo notable en el periodo 1950-1960, bajo la Presidencia de William Tubman (1944-1971), quien se conoce como el padre de la moderna Liberia. Se abrieron más y mejores empleos para los nativos, la economía familiar creció prósperamente (11.6% promedio, al año) y se instaló una infraestructura jamás vista en ningún país africano: fábricas, carreteras, edificios de viviendas multifamiliares, e inmensos edificios gubernamentales. Tubman, sin embargo, “se volvía año con año, más dictatorial y represivo, lo cual generaría, a largo plazo, que fuesen más los que buscaran su caída, tanto entre los grupos de obreros nativos y campesinos descontentos, como los Américo-liberianos que, deseando obtener la Presidencia, buscaban su cabeza” (Ranard, 24). Tubman otorgó algunos beneficios a los nativos, como un simbólico derecho al voto, en 1955, que de nada servía considerando que el Whig era el partido único, o como una política de jornadas laborales de diez horas, a partir de 1961. Sin embargo, la explotación por el incremento de demanda de productos liberianos en los Estados Unidos, y por las nuevas construcciones, aumentaba. Los nativos de Liberia cargaban sobre la espalda la modernización traída por los Américo-liberianos. Hacia 1970, Tubman pretendió unificar a los dos grupos bajo un nuevo proyecto de nación, la Liberia Unida. La Política de Unificación (Liberian Unification Policy), que pugnaba por una “pan-Liberia” sin castas, estaba influida ampliamente por el pensamiento de Kwame N’krumah, líder independentista de Ghana que postulaba la igualdad de todos los africanos. Este nuevo enfoque, sin embargo, no halló ni consolidación ni credibilidad. Tubman concluyó que no sería él quien unificaría a los liberianos, sino el Presidente que viniera.
Buscando un sucesor que garantizara la política de libre mercado, de firme mano y represión militar, de atracción a la inversión estadounidense, y de estrecha amistad con el Presidente Richard Nixon (1969-1974), que apenas sustituía a Lyndon B. Johnson (1963-1969) en los Estados Unidos, Tubman dejó el gobierno en manos de su Vicepresidente, William Richard Tolbert Jr., que gobernó a partir de 1971. Tolbert pretendió crear políticas inclusivas para los nativos, y sanear los conflictos civiles entre Américo-liberianos e indígenas descontentos, sin embargo, la escisión entre ambos grupos era tal hacia los años setenta, que se había generado una oleada de huelgas y boicots en las fábricas y plantaciones. Por un lado, Tolbert era un partidario de la Política de Unificación, pero por otra, estaba presionado para mantener la seguridad de las inversiones de los estadounidenses en territorio liberiano, por lo que decidió optar por la represión en última instancia. En 1979, las calles de Monrovia –capital liberiana- estaban abarrotadas de manifestaciones, específicamente, después de un incremento gubernamental al precio interno del arroz. El ejército del gobierno amenazó a los manifestantes para abandonar la vía pública y, al no hallar respuesta, disparó a setenta de ellos. Este hecho provocó una cantidad de grupos reaccionarios y atentados violentos contra los Américo-liberianos, como antes jamás se había visto. En 1980, el propio ejército del Estado liberiano se reveló en contra de la autoridad central, una vez que los manifestantes nativos y su ideología permearon en las filas militares, y el gobierno de Tolbert fue derrocado.
El estallido del conflicto (1980-1989)
Durante el gobierno de Tubman, Liberia adoptó una posición abiertamente en pro de los Estados Unidos, lo cual enemistó al país con el bloque soviético. La tensión aumentaría cuando en 1965, Liberia apoyara la decisión de los Estados Unidos de declarar la guerra a Vietnam, y se convirtiera en un proveedor estratégico de caucho y textiles para las guarniciones militares estadounidenses. A pesar de que en 1973 Liberia había re establecido relaciones diplomáticas con la Unión Soviética, no resulta descabellado que este país buscara el apoyo de los grupos rebeldes liberianos, en la búsqueda de derrocar un régimen que favorecía unilateralmente a los Estados Unidos. Sin embargo, los rebeldes nativos vivían en tal pobreza y se encontraban en tal desorganización, que era difícil pensar que de ellos pudiese salir un ejército de contras considerable. Esta situación cambiaría cuando Samuel Kanyon Doe, sargento del ejército liberiano entrenado por Fuerzas Especiales de los Estados Unidos, miembro de la tribu de los krahn, decidiera apoyar a la facción nativa. El 12 de abril de 1980, Doe irrumpió en las oficinas de gobierno y capturó al Presidente Tolbert, junto con 26 de sus colaboradores –entre quienes estaban Frank Tolbert, Presidente del Senado y hermano de William Richard, Cecil Dennis, Ministro de Relaciones Exteriores, y Frank Stewart, Ministro de Finanzas y Planeación- (Tellewoyan, 2001). Más tarde, los mandó a asesinar públicamente, y estableció un régimen militar conocido como el Consejo de Rendición del Pueblo (CRP). En un principio, la mayoría de los liberianos confiaron en el CRP; no sólo había derrocado un monolítico gobierno Américo-liberiano y expulsado a esta minoría del país, sino que también, significaba la oportunidad de conformar una Liberia autónoma económica y políticamente. Sin embargo, Doe instauró un régimen del terror: coartó la libertad de expresión; cerró periódicos o encarceló periodistas, y sospechó de los mismos miembros del CRP de querer derrocarlo y asesinarlo, por lo que realizó temibles purgas dentro del mismo aparato de Estado[5].
Hacia 1982, los presos políticos en Liberia sumaban casi 200, de los cuales, un tercio estaban desaparecidos (Ranard, 2005). “El 14 de abril de 1981 el General Mayor Thomas Weh-Seh, Vicepresidente del CRP fue ejecutado bajo el cargo de conspirar por el asesinato de Samuel Doe. (…) La declaración Segundo Grado de 1982, censuraba de forma tajante toda actividad intelectual y publicación inconvenientes para el CRP” (Tellewoyan, 2).
En 1981, Ronald Reagan llegó a la Presidencia de los Estados Unidos y, consciente del potencial de Liberia como socio comercial, decidió reunirse con Doe y convencerlo de firmar nuevos acuerdos de intercambio. Liberia estaba en una gran crisis después de que el golpe de Estado había ahuyentado gran parte de los capitales extranjeros, por lo que el gobierno de Doe decidió tomar partido por los Estados Unidos, desdeñando cualquier apoyo de la Unión Soviética. En 1982, Liberia cerró la embajada de Libia, máximo titán soviético de África, en su país, y suspendió relaciones diplomáticas con el bloque comunista. La inversión de los Estados Unidos en Liberia, por su parte, pasó a ser, de 20 millones de dólares a 75, y en 1985, a 95 millones. Doe, asimismo, abrió los puertos liberianos a embarcaciones canadienses y europeas, y cedió a los estadounidenses la exclusividad de instaurar bases militares en las costas del país. En 1985, sin embargo, la población liberiana estaba descontenta con el régimen de Doe, ya que había representado un gobierno aún más represivo y explotador que los de Tubman y Tolbert; por ende, se demandaba públicamente un nuevo proceso electoral. Doe, para no perder la confianza de los Estados Unidos, ofreció la democratización del país, sin embargo,
(…) cambiándose la edad, alterando su acta de nacimiento, para no violar el máximo de edad que podía tener un Presidente liberiano según la Constitución, y consiguiendo el financiamiento y apoyo de los miembros de su tribu, los krahn, que habían sido favorecidos económicamente por el gobierno, Doe decidió organizar su propio partido político, el Partido Nacional Democrático de Liberia (PNDL) y ser electo. (…) En los comicios participaron dos partidos políticos mayoritarios, el de Doe y el Partido de Acción Liberiana (PAL), liderado por Jackson De Doe (sin relación con el Doe del gobierno) (Ranard, 23).
Jackson y el PAL iban ganando en los comicios por un ancho margen, por lo que Doe decidió reprimir cuanto antes al partido opositor, cambiando el personal del Ministerio de Interior, encargado de contar los votos, y conformar en cambio, el Comité Especial de Selección (SECOM), comisionado de legitimar los resultados electorales, y conformado por miembros krahn. El 15 de octubre de 1985 se declaró que el Partido Nacional Democrático de Liberia había ganado, aunque con tan sólo el 50.9% de los votos. En los Estados Unidos, esto generó un gran debate en el Congreso. Mientras algunos apoyaban que Doe continuara en el poder, otros estaban decididos a que la Unión Americana retirara a Liberia todo apoyo económico, si ésta no hallaba su vía hacia la democratización. El Secretario de Estado de los Estados Unidos para África, Chester Crocker, sin embargo, decidió cerrar el debate expresando que, si bien Doe no era un líder de corte liberal-democrático, sí había sido un gran aliado para Estados Unidos, y que su intento de convocar a elecciones era ya, un gran paso para la democratización. Según Ranard, Crocker declaró: “incluso todas elecciones están amañadas en mayor o menor medida” (24).
El 15 de noviembre de 1985, el lugarteniente de Samuel Doe, Thomas Quiwonkpa, pretendió dar un golpe de Estado al gobierno de Doe. Entró con una guarnición de las fuerzas oficiales a la Mansión Presidencial, mientras que cientos de opositores civiles de Doe bloqueaban las principales entradas. Los rebeldes fueron asesinados, así como los militares disidentes y el mismo Quiwonkpa. En diciembre de 1985, 100 políticos opositores a Doe fueron asesinados, incluyendo a Jackson De Doe –el contrincante de las elecciones-, su más cercano colaborador, Ellen Johnson-Sirleaf, y el periodista de la BBC Isaac Bantú, que pretendía denunciar las atrocidades del gobierno de Doe. El 6 de enero de 1986, Samuel Doe se auto declaraba, nuevamente, Presidente Constitucional de la nación liberiana.
Primera guerra civil (1989-1996)
Existen dos dimensiones de la crisis de Liberia. Una, que hemos abordado a fondo ya, es política, e implica la lucha entre Samuel Doe y su partido, y las minorías descontentas, tanto de Américo-liberianos y extranjeros, como de nativos reprimidos. La otra fase del conflicto es la tribal y de grupos; ésta sería el detonante fundamental de la guerra civil. Durante sus primeros meses de gobierno, en 1986, Samuel Doe fortificó su presencia en el Estado, agremiando en su gabinete miembros que pertenecían a su tribu, los krahn. Observó, por otra parte, que la mayoría de los conspiradores provenían de dos tribus, la de los mano, y la de los gio (o pueblo dan), por lo que decidió reprimir a estos pueblos, que se situaban en el norte del país. De 1986 a 1988, los ejércitos de Doe llegaron a la región del Monte Nimba, donde confluyen Guinea, Liberia y Costa de Marfil, y atacaron a las tribus indígenas, asesinando a sus principales líderes. Esto generaría una posterior cruenta batalla entre tribus: los gio y mano, en contra de los krahn. Como resultado de las tensiones, muchos liberianos, sobre todo de las tribus afectadas, decidieron emigrar a Costa de Marfil, desde donde comenzaron a planear un ataque estratégico al gobierno de Doe.
El 24 de diciembre de 1984, Charles Taylor, militar disidente y partidario de la tribu de los gio, entró desde Costa Ivory hasta Monrovia junto con militares rebeldes que habían integrado lo que se autodenominaba el Frente Nacional Patriótico de Liberia (FNPL), comenzando una guerra de tres meses en la que cientos de gio y mano murieron. No obstante, a inicios de 1990, el Presidente Doe había logrado ser capturado. Más tarde sería juzgado, torturado y asesinado (Ranard, 24).
Charles Taylor, cabecilla de la Agencia de Servicios Especiales del gobierno de Samuel Doe, había sido inculpado en 1983, por un fraude de casi un millón de dólares, y enviado a una prisión en los Estados Unidos, de la cual logró escapar. Nacido en 1948, Taylor era hijo de una madre de la tribu gola, y de un padre Américo-liberiano, procedente de Trinidad; su identificación fenotípica, no obstante, era con la tribu de los gio. El triunfo del FNPL en la capital liberiana fue un eco a sus sucesivas victorias militares en la región del Nimba, y no obstante los decesos de varios gio y mano, su ejército era numerosísimo, ya que contaban tanto con presencia civil como con elementos de la milicia oficial.
A mediados de 1990, Charles Taylor se había convertido en el Presidente provisional de los liberianos. Sin embargo, eran claras sus pretensiones de quedarse en el poder, por lo que el FNPL y el INFPL (el Frente Nacional e Independiente de Liberia), una guarnición administrativa del FNPL, se dividieron; el primero, bajo el mandato de Taylor, y el segundo, bajo la figura de Yornie Johnson, príncipe tribal de los gio cuyo discurso hablaba de un gobierno liberiano que exaltara la grandeza de esta tribu. A finales de 1990, ambos mandos, armados hasta los dientes después del arduo combate a los krahn, lucharon entre ellos, pretendiendo tomar Monrovia y ocupando escuelas y hospitales, asesinando civiles, clausurando empresas y edificios del gobierno, y estableciendo bases militares y zonas minadas. Esto provocaría que el conflicto liberiano llegara al pleno de las discusiones internacionales, y que una organización africana supranacional, la Comunidad Económica de Estados Occidentales Africanos (ECOWAS), decidiera intervenir cuanto antes en el país.
La ECOWAS creó ECOMOG (Grupo de Monitoreo de la Comunidad Económica de los Estados Occidentales Africanos), una fuerza militar estratégica para el cese al fuego, y con fines humanitarios, con 4000 efectivos. Tanto el depuesto Presidente Samuel Doe como Yornie Johnson aceptaron la intervención del ECOMOG, pero Charles Taylor se rehusó, combatiendo a los elementos internacionales. Para congraciar su imagen con los Estados Unidos y con la democracia, Samuel Doe ofreció visitar una de las bases de ECOMOG el 9 de septiembre de 1990. Ese día, la base fue atacada por elementos del INFPL, y Doe fue secuestrado, torturado y asesinado por éstos. La ECOWAS observó, tras este hecho, que la crisis liberiana estaba en un punto serio y climático. El asesinato de Doe a manos del INFPL había demostrado que éste era un grupo violento y reaccionario, pero su contraparte, el FNPL, liderado por Taylor, no era una mejor opción de posible gobierno, ya que había atacado directamente al ECOMOG. En noviembre de 1990, la ECOWAS, al ver que la conciliación entre ambos grupos, y aún con los descontentos krahn remanentes, era problemática, optó por postular la opción de un gobierno de transición, encabezado por Andrew Sawyer. Muy poco aceptaron esta decisión, por lo que Liberia se convirtió en un territorio marcado por la ingobernabilidad. En Monrovia, en la casa presidencial, se había instalado la administración de Sawyer, pero fuera de la capital gobernaban los grupos disidentes. El INFPL controlaba el oeste del país y el noroeste, mientras que el FNPL controlaba el norte. Y por si esto fuera poco, una facción del ejército oficial, que residía en Monrovia, decidió rebelarse contra el INFPL, contra el FNPL, y contra el interinato de Sawyer. Este nuevo grupo se hizo llamar Movimiento de Liberación para la Democracia de Liberia (ULIMO, o MODEL, según sus siglas en francés), y comenzó a combatir a los rebeldes del norte y del noroeste.
En 1993, tras una sucesión interminable de matanzas y ataques, la ECOWAS logró reunir a los grupos militares en Cotonou, Benín, para hacerlos firmar un armisticio. En primera instancia, este acuerdo de paz funcionó, ya que se iban a respetar áreas para cada facción, en pos de la pacificación. El 22 de septiembre de 1993 llegó a Liberia un conjunto de observadores internacionales, y varios convoyes del ECOMOG, con el fin de validar el armisticio. En 1994, la paz era relativa, por lo que se depuso el gobierno de Andrew Sawyer y se dio paso a establecer un Consejo de Estado integrado por 6 miembros, dirigidos por David K. Kpormakpor. Esto generaría que en mayo de 1994 se renovaran las hostilidades armadas, ya que ni el INFPL, ni el FNPL, ni el ULIMO, se sentían agremiados bajo el gobierno impuesto. El ULIMO en este mismo año, se dividiría en dos facciones, según su naturaleza tribal: el ULIMO-J, bajo el mando de Roosevelt Johnson, que pretendía que los krahn retomaran el poder, y el ULIMO-K, liderado por Alhaji J.V. Kromah, que apoyaba que la tribu mandigo, que era minoritaria, pudiera empoderarse. En septiembre de 1994, los líderes de las dos facciones de ULIMO firmaron en Ghana un acuerdo en pro de la paz, postulado por las Naciones Unidas, denominada como La paz de Akosombro; sin embargo, los líderes del INFPL y del FNPL no se mostraron muy de acuerdo. El ECOMOG y la ECOWAS decidieron, ante la imposibilidad de avanzar hacia la paz, salir poco a poco de Liberia, y dejar a las Naciones Unidas llevar el mando de las misiones, desde mayo de 1994. Un año después, en agosto de 1995, el Presidente de Ghana Jerry Rawlins logró reunir a los líderes de cada grupo combatiente, incluyendo a Charles Taylor, que era el más renuente a un acuerdo de paz, y motivó la firma de La paz de Ghana. Taylor, sin embargo, impuso sus condiciones para firmar: el Consejo de Estado e Kpormakpor debía salir, e integrarse un nuevo gobierno donde él fuese una parte importante. Así se arregló y en septiembre de 1995, se organizó un nuevo gobierno.
Los grupos combatientes no se mostraron satisfechos con que Taylor regresara a ser Presidente, por lo que propusieron que, si bien, él formaría parte del nuevo Estado, simpatizantes del ULIMO (ambas facciones) y del INFPL también ingresaran. Las Naciones Unidas propusieron que el nuevo Consejo de Estado, para evitar conflictos, sería encabezado por un civil, comisionando a Wilton G.K. Sankawulo para esta misión. Los subordinados a Sankawulo serían, Charles Taylor, y miembros de otros grupos combatientes, Alhaji Kromah, del ULIMO-J, y George Boley, que representaba el INFPL y el ULIMO-K, que para entonces, habían unido sus recursos e ideales. Con este nuevo Estado, las Naciones Unidas propusieron el Acuerdo de Accra, bajo el cual se comprometían todos los grupos a cesar el fuego, en pos de la paz. A inicios de 1996, sin embargo, este acuerdo de paz colapsó. Seguidores radicales de Kromah y de Taylor (FNPL y ULIMO-J, ahora aliados) quemaron las bases militares de Roosevelt Johnson, quien había sido designado el líder de las fuerzas armadas del ULIMO-K, desde el gobierno. Esto motivó a una nueva intervención de las Naciones Unidas y a otro proceso de negociaciones, que culminó en Abuja, Nigeria, en agosto de 1996, bajo otro compromiso de cese al fuego que incluía, esta vez, que los radicales de cada grupo serían juzgados y erradicados. Wilton Sankawulo, por su parte, fue depuesto, ya que las hostilidades de 1995-1996 demostraban su incapacidad para la pacificación. En su lugar, Ruth Perry encabezaría el Consejo de Estado, ratificando las posiciones de Taylor, Kromah y Boley. En julio de 1997, el Consejo de Estado, las Naciones Unidas y sus observadores, y las milicias de cada grupo, informaron que el país estaba listo para unas elecciones democráticas, y así se intentó.
Segunda guerra civil (1996-2005)
Charles Taylor decidió postularse por la Presidencia. Contrario a lo pensado, ganó el 75 por ciento de los votos, demostrando que varias tribus, gio, mano, mandigo, e incluso los krahn menos radicales, lo preferían. En el primer mes de su nuevo mandato, Taylor emulaba que la paz y la democracia eran la salida para Liberia, pero tan pronto pasaron los meses,
(…) Taylor se convirtió en un líder más represivo y terrorífico que su predecesor formal, Samuel Doe. Durante su gobierno, reinaría la intimidación. Taylor combatió cualquier connato de insurgencia y abrió campos de tortura para presos militares. Por si fuera poco, destinó capital liberiano para el apoyo de movimientos insurgentes extranjeros, con el fin, probablemente, de ganar la confianza de otros gobiernos vecinos, tan pronto estos grupos disidentes llegaran al poder. En Sierra Leona, Taylor alimentó de armas al Frente Unido y Revolucionario (RUF), que cometía atrocidades como cortar brazos y piernas a niños, mujeres y cabezas de familia, acusados de ser espías del gobierno (Ranard, 26).
De 1997 a 1999 no se puede hablar de una guerra civil como tal, sino de un conjunto de insurgencias tribales cuyas pretensiones se rompían por los fusiles del ejército oficial. A mediados de 1999, sin embargo, surge un ejército civil de oposición, a partir de miembros de las dos facciones de los ULIMO, que desaparecieron en 1997. Esta naciente fuerza militar, que también se abrogaba el título de partido político, fue Liberianos Unidos por la Democracia (LURD), que había conseguido el respaldo económico y militar de la vecina Guinea. En 1999, el norte de Liberia se convertiría en un campo de batalla entre el ejército oficial y el de LURD, y a partir del 2000, las hostilidades se extendieron a la región de Lofa (condado septentrional, cercano al Monte Wuteve). En el 2001, el gobierno de Taylor se tambaleaba, ya que el LURD había conseguido, no sólo la simpatía de civiles, que morían por la democratización, sino también el apoyo de las Naciones Unidas. Por otra parte, Liberia se había vuelto un campo de batalla donde dos naciones, Guinea (que apoyaba a LURD) y Sierra Leona (que apoyaba a Taylor), enviaban todos sus recursos a su apadrinado, para ver si, al ganar uno de ellos, podían lograr un trato comercial preferencial.
En septiembre del 2001, el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas emitió la Resolución 1343 referente a la crisis de Liberia. La Resolución fue un golpe devastador para Charles Taylor y su gobierno, ya que establecía la prohibición para la venta de recursos a Sierra Leona:
(…) se prohíbe terminantemente a Charles Taylor, Presidente de Liberia, y a cualquier órgano del gobierno de Liberia, la venta, comercialización o desembarco, de recursos destinados a Sierra Leona. (…) Se prohíbe, asimismo, la llegada de recursos de Sierra Leona, específicamente diamantes, (…) a Liberia[6].
Y, asimismo, establecía también algo aún peor: “(…) se prohíbe que, mientras continúen las hostilidades, el comercio de Liberia con todos los Estados miembro de las Naciones Unidas[7]”. Los vigilantes de que esta disposición se hiciera patente serían, la Misión de las Naciones Unidas en Sierra Leona (UNAMSIL) y la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (ECOWAS). En un discurso del Secretario General de las Naciones Unidas, Kofi Annan, del 3 de octubre del 2002, se mencionaba:
Liberia tiene terminantemente prohibida la exportación de armamento a los ejércitos del FRU (Frente Unido y Revolucionario) de Sierra Leona, ya que sólo ha alimentado gracias a armas, municiones, adiestramiento militar y prestación logística de apoyo y comunicaciones, el resentimiento en Sierra Leona, el conflicto, y la difícil adopción de una paz duradera[8].
A finales del 2002, la Resolución 1343 provocó que el Reino Unido, Estados Unidos y Francia le retiraran sus subvenciones a Liberia y desdeñaran sus tratados comerciales con este país, lo cual motivó al gobierno de Taylor a pensar en retirarse, ya que mantenerse peleando era inviable. Por otra parte, a comienzos del 2003, el ULIMO formó otro ejército para apoyar a LURD a combatir, el Movimiento Democracia en Liberia (MODEL), que no sólo se pertrechó en el sur para el combate, sino también incursionó en la ayuda humanitaria. El 6 de marzo de 2003, el LURD negoció con la Corte de Asuntos Especiales del gobierno de Sierra Leona, el juzgar a Charles Taylor por crímenes contra la humanidad, tomando como testigos los casi 40 mil refugiados de conflicto que residían en Ghana y en Sierra Leona. El 6 de mayo de 2003, las Naciones Unidas, viendo que el conflicto no hallaba solución, propusieron un embargo maderero a Liberia, privando a la nación de vender sus productos más preciados (Resolución 1478). Esto motivaría a que se precipitara el juicio de Taylor y se moviera a calidad de urgente. A mediados del 2003, el LURD controlaba dos terceras partes de Liberia, mientras que sólo Monrovia y los sectores aledaños estaban bajo el mandato de Charles Taylor. El 4 de junio del 2003, Taylor, el gobierno de Ghana, el de Sierra Leona, y miembros de LURD y MODEL se reunieron en Accra para celebrar una conferencia de paz, donde se propuso arrestar a Taylor por cargos como genocidio y crímenes contra la humanidad; Ghana se pronunció en contra, sin embargo, bajo el argumento de que Taylor requería un proceso legal más amplio y un juicio más detallado. Invicto, Taylor regresó a Monrovia en julio del 2003, pero lo esperaban ejércitos de civiles descontentos, el LURD y MODEL. George W. Bush, Presidente de los Estados Unidos, envió un comunicado a Taylor pidiéndole que dimitiera de la Presidencia, pero éste hizo caso omiso. Las Naciones Unidas, entonces, decidieron crear una fuerza militar multinacional para entrar a Liberia (Resolución 1497), de la cual 2300 efectivos eran estadounidenses, así como una misión humanitaria. La ECOWAS, por su parte, envió un ejército especializado en negociación hostil, el ECOMIL (Comisión de ECOWAS para Liberia), integrado por mil soldados nigerianos, cerca del 15 de agosto de 2003.
El 18 de agosto de 2003 la ECOWAS decidió que se requería de un Gobierno de Transición, el cual administraría Liberia por un periodo de dos años. Charles Gyude Bryant, empresario nacional, fue elegido como Presidente interino. Durante el 2004, el proceso de paz avanzó, aunque las guerras ínter-tribales prevalecieron. Bryant pidió a las Naciones Unidas que consideraran retirar el embargo maderero a Liberia, así como la cesión al comercio con Sierra Leona, pero la petición de Bryant fue derogada hasta que la paz liberiana no se viera más consolidada. El conflicto que, apenas se disipaba, había durado 23 años, y problemas como la corrupción aún no veían posibles soluciones. En septiembre del 2005 fue electa como primera Presidenta democrática de Liberia, después de un largo periodo de inestabilidad, Ellen Johnson-Sirleaf, economista y ex miembro del Banco Mundial. Actualmente, la agenda liberiana tiene conflictos que se arrastran directamente de las guerras civiles, como la corrupción en las instituciones, el odio entre grupos tribales y facciones políticas, la militarización de algunas zonas, y demandas por la desconsideración de los derechos humanos.
La perspectiva política del conflicto y la perspectiva tribal y social
La gran dificultad de solución de la crisis liberiana emana de que no sólo se trata, como hemos mencionado, de un conflicto político, sino también, de un problema de dimensiones tribales y sociales. Si bien las Resoluciones de las Naciones Unidas, la intervención de ejércitos extranjeros, los embargos comerciales y la pugna entre partidos políticos dota a la crisis de internacionalidad y un hálito político, no hay que dejar de ver que existen familias y tribus que por dos décadas se han confrontado en las calles liberianas. La dimensión política es “relativamente” sencilla de solventarse, siempre y cuando los actores internacionales jueguen hábilmente –mediante negociaciones comerciales, militares y políticas con Liberia- y se refuerce la democratización y la transparencia en las instituciones liberianas. Desgraciadamente, el ámbito tribal y social del conflicto es más difícil de hallar una solución, ya que como se destaca desde el trasfondo histórico, un liberiano que se considera Américo-liberiano posee una cosmovisión política y de organización social muy distinta a la de un nativo, y a su vez, dentro de las comunidades indígenas, un gio y un krahn poseen un pensamiento muy distinto. Es difícil que, por medio de decisiones internacionales, se haga coincidir a las distintas tribus bajo un mismo proyecto de nación, sin que existan algunas que deseen acaparar el gobierno, y en casos radicales, eliminar a otras. Éste es, tal vez, el peor problema de la crisis liberiana, que la fusión de lo político y lo social-tribal es tan intrincada e indisoluble, que el conflicto prevalece, no obstante los esfuerzos internacionales. Como en el caso del conflicto palestino-israelí, se pueden firmar, hacer respetar y hasta imponer, acuerdos de paz y armisticios, sin embargo, no existe una forma de controlar definitivamente o predeterminar que las diferentes tribus no se odiarán o se mantendrán sosegadas.
El que cada tribu se identifique con una facción partidista o militar ha generado que los ejércitos disidentes, o bien, las sombras de los antiguos regímenes (Doe y después, Taylor) no puedan disiparse por completo. El soldado liberiano no sólo se agremia a una causa política, sino que relaciona su lucha a nivel político con un compromiso de grupo, es decir, de tribu y de identidad. Lucha por el posicionamiento político y empoderamiento económico de su tribu, aparte de porque su partido se imponga en el gobierno. Esto ha causado el agravamiento gradual del conflicto, ya que conforme pasan los años crecen los odios, que rebasan por mucho la dimensión política, para instalarse en resentimientos familiares y de clan: se odia al ejército contrario porque asesinó a la familia propia, o porque ha discriminado a nuestra gente –diría una facción particular-, por décadas.
Liberia necesita, por tanto, no sólo cambios estructurales en lo político, sino también, en lo social y en la organización de las tribus. Bien es cierto que la corrupción, la ingobernabilidad y la falta de legitimidad de las instituciones de gobierno son problemas sumamente importantes, sin embargo, también es adecuado ofrecer una propuesta de cambio a nivel educativo, a través de la cual los ciudadanos encuentren la cultura política suficiente para elegir un gobierno democrático y transparente, y no precisamente represivo ni dictatorial. Asimismo, se requiere de promover y hacer valer un sentido de pertenencia a la nación liberiana como un todo, sin la división marcada de la identidad tribal; se debe respetar la diferencia de cada pueblo, pero se debe concientizar a la población que los gio, krahn y demás comunidades, deben luchar en pos del país que las agremia, y no solamente por los intereses sectoriales.
De un mundo bipolar al fin de la historia
Debe considerarse que el conflicto liberiano ha cambiado notoriamente, y que ahora existe una oportunidad histórica, y en lo alusivo al concierto internacional, para que halle soluciones estables. Durante la Guerra Fría, Liberia se demarcó por una tendencia notoriamente pro estadounidense, lo cual le valió grandes inversiones y el alza económica de las estadísticas nacionales, pero también, la continua intervención de los estadounidenses en asuntos políticos domésticos, y la esclavización de la población liberiana, a manos de la industria de la Unión Americana (como por ejemplo, el caso Firestone). Después de 1989, tras la caída del bloque soviético, han cambiado las perspectivas del conflicto liberiano. Ya no existe un actor “contraparte” a los designios de la Unión Europea y los Estados Unidos que pueda financiar grupos rebeldes o estar al pendiente de que los gobiernos de transición liberianos sean derrocados. Esto es un arma de doble filo: por una parte, las Naciones Unidas y la Comunidad Económica de países africanos se fortifican, pero por otro, no existe una fuerza que contrapese la intervención occidental en Liberia, haciendo del país un continuo Estado títere, que vive bajo los designios de otros y difícilmente instala dentro de sus fronteras, una democratización plena. El escenario actual, sin embargo, se vislumbra favorecedor: el gobierno estadounidense de Barack Obama dista del de Ronald Reagan, por lo que la preocupación por una democratización forzada, y el apoyo a dictadores en pos de la manipulación comercial, ya no son prioridades para un Estados Unidos que, en la búsqueda de la legitimidad global tras el gobierno de George W. Bush, pretende abrirse a nuevos modelos de solución, respetando la autonomía de las naciones.
Es una oportunidad histórica, casi única, para que Liberia tome las riendas de su propio gobierno. No que las tome Monrovia, las regiones del norte, el sur, o la frontera con Sierra Leona, sino para que las tribus se unifiquen bajo un proyecto nacional que haga de Liberia, un país democrático y autónomo. Si bien Liberia desea la independencia gradual de las Naciones Unidas y de los Estados Unidos, y la erradicación paulatina de los ejércitos extranjeros de manutención de la paz, el país debe demostrar que puede desmilitarizarse, gobernarse y hallar la paz, por sí mismo.
La dimensión económica: en búsqueda de una Liberia libre
Antes de 1980, y aún durante el gobierno de Doe, Liberia estaba sometida, económicamente hablando, a los Estados Unidos, por completo. Las plantaciones liberianas estaban concesionadas a empresas estadounidenses –como lo siguen estando, al menos en el caso específico de Firestone-, y los tratados de comercio eran, exclusivamente, a beneficio de los Estados Unidos. La guerra civil trajo un ligero cambio en la dinámica económica de Liberia, convirtiendo el territorio en un gran mercado de armas, donde se vendía armamento a los ejércitos rebeldes de Sierra Leona, por parte del gobierno de Taylor, y se recibían armas, por parte de la armada ghanesa, para los grupos disidentes liberianos. Las familias se acostumbraron a vivir de la guerra: recibían su salario como soldados y mejoraban su condición económica, sólo si su ejército ganaba terreno en suelo liberiano. Esto generó, a largo plazo, un acostumbramiento a la guerra y una dependencia económica a la misma. Cuando las Naciones Unidas, a partir del 2003, decidieron detener el comercio de maderas preciosas, o el flujo bilateral de diamantes Liberia-Sierra Leona, la economía de guerra se recrudeció. La guerra se convirtió en la única actividad por la que los liberianos podían obtener un beneficio económico.
Si se desea hallar la solución a este conflicto, no sólo debe pensarse en solventarlo política o socialmente, ni prohibir la militarización, sin antes pensar en una solución económica. El pueblo liberiano requiere de soluciones económicas fuera de la guerra, y de diversificar sus actividades cotidianas, más allá de las trincheras civiles. Se deben procurar, por otra parte, medios de trabajo que beneficien a los liberianos, y no solamente a los países extranjeros e interventores. Empresas nacionales fuertes que proporcionen productos liberianos para la exportación, y nuevos tratados internacionales de comercio justo. Las Naciones Unidas, por otra parte, no han retirado el embargo al comercio exterior liberiano, aunque existen negociaciones para este tema, a partir del 2005. Si desea posicionarse como un actor comercial de peso en la escena internacional, Liberia debe demostrar que puede lograr una paz garantizada.
Consideraciones finales
Liberia es un territorio que, desde sus orígenes como país independiente, ha estado marcado por el conflicto. Desde la pugna entre Américo-liberianos y nativos, hasta las luchas entre distintos grupos tribales, existe una continua tendencia hacia la segmentación, y no se ha consolidado un intento de unificación, a nivel social ni educativo. Por ende, la solución de la guerra civil puede ser una buena oportunidad para que el tema de la crisis liberiana trascienda lo militar y político y pueda hallar referentes en una política educativa nacional y de conciencia sobre una identidad de nación. El tema económico, también, es de suma importancia. Liberia debe hallar su independencia económica, la fortificación de empresas nacionales, nuevos caminos para el comercio exterior una vez le sea retirado el embargo internacional, y mejores condiciones laborales para sus ciudadanos. La guerra es, en parte, el resultado del descontento económico, y además de los motivos políticos o fenotípicos de cada grupo, existe un afán de lucha por mejorar el propio nivel de vida, y por alcanzar un mejor nivel de ingreso. En lo alusivo a la política doméstica, por su parte, Liberia debe buscar erradicar la corrupción en sus instituciones, hallar leyes y un corpus institucional duraderos y legítimos, lograr que los nuevos gobiernos recuperen la confianza de la ciudadanía, y sobre todo, que éstos sean aceptados por las distintas tribus que conforman la nación liberiana.
De seguir en el ojo del huracán, Liberia sólo prolongaría su propio sufrimiento. No solucionar la crisis llevaría, no a afectar el panorama internacional, sino a demeritar la economía y legitimidad política de este propio país. Si bien hay intereses globales de por medio, en la solución de este conflicto –como los tratados comerciales o la instalación de bases militares en la región liberiana-, no puede dejar de verse que el recrudecimiento del mismo tiene terribles repercusiones humanas. Los niños liberianos requieren de una educación ajena a la guerra, las tribus, de compartir un espacio físico en paz, y no de luchar obstinadamente, y la nación como un todo, requiere de un nuevo tiempo de paz y progreso, lejos de los demonios que han caracterizado la Historia reciente.
Bibliografía:
1. Ranard, Donald (compilador), Dunn-Marcos, Robin, Konia T. Kohellon, Ngovo, Bernard, Russ, Emily (ensayistas), Liberians: an introduction to their culture and recent history, en Culture Profiles, No. 19, Abril de 2005, Cultural Orientation Resource Center, Washington, 2005.
2. Schellington, Kevin, Encyclopedia of African History, Tomo IV, Post-colonialism, Cultural Solutions, Canadá, 2001.
3. Tellewoyan, Joseph, The years the locusts have eaten: the conflict of Liberia, from 1980 until now, Pluckemin, Nueva York, 2002.
4. Mark, Huband, The Liberian Civil War, Portland, Londres, 1998.
5. Bolton, Bill, Just keep on the track: the recent African odyssey, Lousiana State University, 1999.
6. Resolución 1343 sobre Liberia, en Naciones Unidas: http://www.un.org/spanish/sc/committees/1343/docs.shtml
7. Documentos sobre la guerra en Liberia, en Amnistía Internacional:
http://www.amnesty.org/en/library/info/DEX/A/FR3/4005
[1] En la referencia original, dice: “the Whig party had a highly capitalized system were the party itself was a maximum agent of the economic efficiency”. La traducción es mía.
[2] Menciona al respecto, Ranard (10):
La competencia por el acaparamiento de la tierra, la ocupación de rutas de comercio y la lucha por políticas laborales justas motivó al enfrentamiento continuo de los dos grupos liberianos (Américo-liberianos y nativos), desde 1940 y hasta los años setenta. Sin embargo, la organización política que, heredada de los Estados Unidos y con el capital de este país habían creado los Américo-liberianos, se volvió intocable. (…) Se estratificó un sistema social en el que el grupo dominante controlaba las fuentes de empleo (que eran empresas extranjeras), los edificios de gobierno, los centros educativos y los escasos medios de comunicación (radio), sobre todo, en las regiones costeras. (…) La política de los Américo-liberianos fue de exclusión y persecución, basándose en la discriminación de los nativos en sus lugares de trabajo, y en la coerción.
[3] Algunos ejemplos concretos de estas sociedades, la mayoría de ellas protestantes-puritanas, fueron: asociaciones civiles y clubes sociales (El Club del Sábado o Las Comunas –“The Saturday Afternoon Club and The Crowds”-); fraternidades (The United Brothers Friendship, The Young Fellows y The Free Masons), y gremios sectoriales, como clubes de mujeres o universitarios (The House of Ruth, The Sisters of the Misterious Ten y The Order of Eastern).
[4] Report of the International Commission of Inquiry into the Existence of Slavery and Forced Labor in the Republic of Liberia, 1931, 1.
[5] Menciona Ranard (22):
Doe, el primer líder liberiano de linaje exclusivamente indígena, fue un líder social de gran apoyo, pero convirtió su régimen en poco tiempo, en un gobierno dictatorial y represivo. A menos de un año de asumir la Presidencia, su régimen terrorífico eliminó la prensa no oficial, asesinaría a los opositores políticos, incrementaría la corrupción en las altas esferas de poder y abusaría de la población, explotándola para incrementar los estándares comerciales. Se trató de un desconocimiento absoluto de los derechos humanos.
[6] Resolución 1343, acuerdos 1 y 2, en http://www.un.org/spanish/docs/comitesanciones/1343/s20011025.pdf
[7] Ibídem.
[8] Discurso alusivo a la Resolución 1343, en Ibídem, pp. 7-8.
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