viernes, 30 de abril de 2010

México pandémico: hacia una fenomenología de la influenza porcina


· Preliminar: Hacia un nuevo enfoque crítico en la investigación social

Conocimiento único positivista…auge y crisis

La epistemología se define como el estudio de las teorías del conocimiento, y de cómo distintos métodos de aprendizaje se instauran y posicionan socialmente, a partir de su implementación en el ámbito académico[1]. Los primeros esfuerzos epistemológicos formales, datan de la Ilustración francesa (siglo XVIII), cuando los filósofos europeos, más allá de pretender analizar el qué piensa el hombre, o los porqués del pensamiento, se concentraron en diseccionar cómo es que una comunidad construye un pensamiento colectivo, o bien, una realidad social[2]. Descartes y posteriormente Berkeley y Hegel, retomando el pensamiento de Platón o de San Agustín de Hipona, determinarían que existen dos planos de realidad: el “ideal” (deber ser o derecho) y el “material” (ser o hecho). Más tarde, los primeros acuñadores del método científico, como Francis Bacon o Malpighi, señalarían que el ser humano, con el fin de conocer adecuadamente su entorno, debía enfocarse con exclusividad en el estudio de lo “material” y “palpable”, en lugar de concentrarse en el análisis de lo “abstracto”, “inasible” y “subjetivo”. La ciencia, a partir del último cuarto del siglo XVIII, se convierte entonces, en “el conocimiento cierto de todas las cosas; (…) en lo verificable, medible y demostrable. La incansable búsqueda de la verdad[3]”. Podría decirse, que la ciencia adquiría un carácter progresivo, ascendente…en una palabra, positivo[4]. La ciencia era la mejor amiga del hombre, y todo individuo debía recurrir a ella para solucionar los problemas de la vida diaria. En nociones de Thomas Kuhn (1962), la ciencia se convirtió a partir de la transición del siglo XVIII al XIX, en una parte inherente de la cotidianeidad. Las civilizaciones comenzaron a convertir esa “gaya ciencia” inasible de la antigüedad, en una ciencia normal[5], que podía palparse en concreto, a través de aplicaciones científicas convencionales: los avances médicos, los aparatos electrónicos, las grandes fábricas, o los transportes.

La humanidad comenzó a vivir en la modernidad, a partir de la teorización y aplicación del método científico como única comprobación fáctica, rigurosa y “perfecta”, de cómo se generaban los fenómenos del entorno. El problema de este elogio de la ciencia, y de esta ciega creencia en la perfección de la misma, fue que a la larga, motivó a dos grandes crisis en el “sistema científico”: a) que la ciencia como tal, se volvió tan incuestionable que sustituyó a la religión y a los discursos “dogmáticos”, convirtiéndose en un “nuevo dogma”, y b) que el carácter “cierto” de la ciencia positiva la volvió soberbia. La ciencia lo cuestionaba todo. Era escéptica por naturaleza, y pretendía indagar sobre cada fenómeno que rodeaba al ser humano, por lo que se convirtió en una “regla general” para comprender el entorno, incapaz de someterse a otras regulaciones. Si la ciencia positiva, y por ende, el paradigma positivista, podían dar la respuesta a cualquier cuestionamiento humano, ¿quién cuestionaría la posible falibilidad del método científico? Si el método llegaba a fallar, los científicos se excusaban en pensar que el error estaba en la aplicación metodológica, y no en el método en sí. A la larga, la ciencia no tuvo la fuerza epistemológica para cuestionarse a sí misma, ni para ser escéptica hacia sus adentros, por lo que se volvió un aparato de poder totalitario, capaz de acaparar hegemónicamente cualquier conocimiento e imponerlo a nivel social, a manera de verdad absoluta.

Conocimiento y poder: el positivismo como manipulación, y el inicio de la crítica

Kuhn establece que todo sistema de poder se legitima por un sistema de conocimientos o discursos. La Iglesia católica del medioevo, por ejemplo, utilizaba el “modelo planetario geocéntrico”, para justificar que la Tierra, primera creación de Dios, subordinaba a todos los astros. Cuando los conocimientos del sistema hegemónico no pueden mantener su certidumbre o son cuestionados por un grupo académico de choque, la élite de poder se tambalea, teniendo dos alternativas: el uso de la coerción para la imposición de sus verdades, o bien, el convencimiento de la opinión pública, a favor de la validación de los saberes hegemónicos. Una vez que el conocimiento cambia, también se modifican las élites de poder. A este biplano de poder y conocimiento en cambio, Kuhn le denominó revolución científica[6].

Los primeros atentados en contra del positivismo como paradigma único del conocimiento, surgieron en el siglo XX, durante la década de los veinte. La dialéctica de Hegel y de Feuerbach[7] planteaba que todo concepto es dual, ya que posee dos valores implícitos: la afirmación y la negación. Todo lo que se afirma es en potencia, capaz de negarse, y toda negación, es potencialmente afirmativa. Marx llevaría más tarde este criterio de oposición, más allá de la lógica[8], al establecer que los sistemas ideológicos, políticos y de organización social, están sometidos a una revolución continua, al surgir otros sistemas en su lugar, opuestos a los primeros (materialismo dialéctico)[9]. Todo sistema tiende a una decadencia natural que lo conduce a la revolución, que consiste a su vez, en la destrucción de ese sistema y en la superposición de otro “revolucionado”. La ciencia, entendida como un sistema de teorías, valores y conocimientos (“establishment”, de Luhmann[10]), no se salvaba de esta dialéctica natural, según el pensamiento marxista. En palabras de los revisores del materialismo dialéctico, Kelle y Kobalzon: “la cultura, el conocimiento y las prácticas, no son estáticos, y para su estudio, debe comprenderse su naturaleza dinámica. Conforme cambian el tiempo, los ambientes y las circunstancias, se modifican las condiciones de análisis, y los mismos sistemas” (p. 106).

En la década de los cuarenta, la tradición alemana marxista llevó a la Escuela de Frankfurt a pretender implantar una crítica al positivismo como sistema científico. La propuesta de los pensadores de Frankfurt era en un principio, que el método científico baconiano como camino exclusivo hacia el conocimiento objetivo, era poco funcional para fenómenos inmensurables o en constante cambio. Planteaban, en lugar de esta lógica positiva, un nuevo método crítico capaz de racionalizar los fenómenos políticos y sociales (que son por lo general, incapaces de observarse y modelarse, por su irrepetibilidad de causas y acontecimientos) según la aproximación a distintos enfoques del fenómeno (multidimensionalidad[11]), y no a partir de una medición unitaria de observaciones objetivas. Según Horkheimer (1937) en Tradición y Teoría Crítica, el “criticismo” se define como “la examinación y establecimiento de límites, en la validación de facultades, tipos o elementos de conocimiento, tras la observación minuciosa de conceptos fundamentales, aparentemente irreducibles, que son usados en los sistemas de lenguaje científico” (p. 2-3). Así también, Horkheimer establece que la teoría crítica –la evaluación y cuestionamiento multifacéticos del conocimiento-, posee como objetivos: a) la continua revolución de la historia de las ciencias humanas, y b) una “nueva Ilustración”, que no parta del carácter ascendente y positivo de la ciencia, sino de la formación de un pensamiento crítico social, capaz de racionalizar fenómenos para crear estrategias más complejas de progreso. Los dos antecedentes teóricos que, según Horkheimer, mejor muestran cómo se realiza una crítica, son El Capital: crítica de la economía política (1879), de Marx, y Crítica de la razón pura (), de Kant. En ambos, se atacan derroteros teóricos que se han instaurado en la sociedad como efigies de conocimiento incuestionable: la lógica de la riqueza de Smith y la economía clásica, en el caso de Marx, y el cartesianismo redundante, en el caso del pragmatismo kantiano. En Conocimiento y Ciencia como Ideología (1968), Habermas establece que la base de la crítica, sin embargo, no es tan sólo el “destruir” u “oponerse” a los saberes hegemónicos, sino en una deconstrucción responsable, que sea incluso capaz de aceptar las fortalezas de los mismos, para considerarlas base de nuevos conocimientos y construcciones teóricas.

El problema del enfoque “crítico”, según establecen los neopositivistas[12] (Gödel, Popper), es que no llega a una “verdad absoluta” como conclusión, sino que se estanca en la “observación” del fenómeno, a partir de múltiples lecturas del mismo. Sin embargo, la teoría crítica no se plantea “llegar a una verdad”, pues considera que el ser humano jamás conocerá la verdad absoluta como tal, si no es a través de un filtro conformado por su lectura arbitraria de la realidad, y de los discursos que construyen un “lenguaje social” de análisis, es decir, una percepción colectiva de lo real (constructivismo[13]). Benjamin (Iluminaciones, 1946) al respecto, establece que la historia de las civilizaciones y su conocimiento, no existen como tal, sino que son una superposición de relatos[14]. Lo que menos interesa, es si los relatos son “reales” o no, ya que mientras la sociedad viva inmersa en el relato y haga de él, una realidad social, se podrá considerar arbitrariamente a los “relatos” como realidad única en sí. ¿Por qué comenzar a aplicar la teoría crítica en la investigación en ciencias sociales, si aparentemente, no llegará a conclusiones determinantes ni únicas sobre los fenómenos que estudia? Se debe comprender que la objetividad y concreción del conocimiento, planteados por el “discurso de la modernidad”, han pasado a la historia, y que divagar sobre la certidumbre de los fenómenos en sí, no tiene ningún sentido, considerando que si los fenómenos, reales o no, afectan directamente a la sociedad, son por ende, “reales”, aunque obedezcan a una articulación falsaria. Tal es el caso de los fenómenos mediáticos o “relatos de medios”. Debe considerarse que la “noticia de última hora”, no obstante sea manipulada o no por la edición mediática, es “real”, tal y como se muestra en la televisión, por el hecho de que la mayoría la considera real. Cuando la certidumbre de la noticia es cuestionada por la recepción colectiva, es cuando la noticia debe dejar de considerarse como “real”. Debe ejercerse entonces un análisis crítico, pero no para debatir si el fenómeno mediático es cierto o no, sino más bien, si el “relato” que supone, al nivel de la racionalización colectiva, se considera como cierto, o no (“aplicable” o no).

La teoría crítica tuvo su máximo auge en el análisis de fenómenos mediáticos, a partir de los años sesenta, cuando se estudió la Guerra de Vietnam (1960-1975) como un fenómeno televisivo, más allá de sus implicaciones militares reales. Desde entonces, pueden aplicarse los modelos críticos de estudio, a distintos fenómenos mediáticos actuales, ya que la televisión y los medios masivos han logrado “romper” la línea que separa lo articulado y manipulado con fines persuasivos, y por una élite de poder (“el relato”), de los fenómenos “reales” que tienen afección directa en la sociedad civil (“metarrelatos”). Podría decirse incluso, siguiendo el pensamiento de Foucault sobre Poder y Comunicación (1981), que a partir de la “mediatización” de la sociedad (la televisión como ventana única a la realidad política, económica, militar y social de los países) en los años sesenta, no puede hablarse de un fenómeno político o social “real” con afecciones directas en una ciudadanía, si éste no pasa a través de los medios masivos de comunicación. Como decía Marshall MacLuhan (1985), algo que no existe en la televisión, no existe[15].

· Presentación: Los días que la influenza nos detuvo

Planteando el problema… La influenza porcina como fenómeno mediático

México, del 25 de abril al 6 de mayo del 2009, estuvo incapacitado por un supuesto brote de influenza porcina (virus H1N1), una supuesta mutación del virus de influenza común, altamente peligroso (Nivel 5: mortal). Las empresas y expendios debían estar cerrados, las clases se suspendieron a nivel nacional, las dependencias de gobierno suspendieron actividades, y se recomendaba que la población no saliera de sus hogares. ¿Cómo es que el Estado mexicano logró sumir a todo el país en contingencia? Definitivamente, fue crucial el uso de los medios de comunicación. La única forma de adquirir información sobre el virus, de informarse sobre las disposiciones oficiales al respecto de la contingencia nacional, e incluso, de saber cuál era la mejor decisión, era estar al pendiente de los medios masivos: la televisión y la prensa, electrónica o impresa. Más allá del fenómeno biológico que supone la mutación viral, o de sus implicaciones sanitarias y de salud, la influenza porcina fue un fenómeno mediático, que poco después de convertirse en un “relato” de la contemporaneidad, adquirió matices políticos, económicos, sociales e internacionales, a través de la reproducción del mismo en los medios.

Los sub-discursos (o “sub-relatos”) que emanaron de la influenza como fenómeno, no se hicieron esperar. Las emisiones mediáticas no lograron consolidar un “relato único” al respecto de la influenza porcina como fenómeno mediático. Todos tenían su mejor opinión: aquellos que creían en las declaraciones oficiales al respecto del virus, los que negaban por completo la existencia del virus, mostrándose escépticos, y aquellos que, cayendo en la histeria, se sentían confundidos y desinformados al respecto de si lo que veían en la televisión o leían en los periódicos era “real”, sobre si debían temerle al virus o no. Esto, hundiría a la sociedad civil en un aura de incomunicación[16], ya que la cantidad de información, contradictoria, y unilateral en su mayoría (porque toda provenía de una “fuente única”: la Secretaría de Salud, del Estado mexicano), parecía “desinformar” cada vez en mayor medida. El “relato” inicial, que manejaba la versión de un virus mortal propagado en la Ciudad de México, se reprodujo de forma anómala, alterándose en “nuevos relatos”: que si la mortalidad del virus era nula, que si los focos de infección se habían propagado por todo el país, que si el virus era falso, o si era más grave de lo que los medios decían. La multiplicación de relatos, obedeció a una lógica de “bola de nieve”: entre más aumentaban los nuevos relatos, más se multiplicaban en otros aún más nuevos que complementaban, cuestionaban, negaban o sustentaban, los grandes relatos iniciales.

Formulando una hipótesis… La influenza no es como nos la pintan

Para Van Dijk (1998), todo relato debe plasmarse en un texto para garantizar su supervivencia. El texto es aquel documento que contiene las líneas discursivas del relato social. En el caso del “fenómeno influenza porcina en México”, existen varios textos mediáticos, desde la explicación original de la presencia del virus en sociedad, hasta el fin de la contingencia y la declaración de nulo peligro. A partir de un análisis de los “textos” televisivos, de prensa e Internet, a través de una metodología crítica (Habermas), se pretende demostrar que:

a) La influenza porcina, independientemente de ser un fenómeno biológico y sanitario, es un fenómeno mediático, con implicaciones discursivas en lo político, económico y social.

b) Independientemente de las causas o consecuencias “reales” del virus, existe un “relato de la influenza”, conformado por los textos mediáticos y sociales (lo que denominaremos textos paramediáticos, o de los “medios no oficiales”). A través de la agrupación de textos en facciones (opiniones sobre el fenómeno o “discursos”), se puede analizar un “relato” general, y una paralógica o metarrelato, que se compone de las opiniones múltiples que se derivan de las declaraciones oficiales de la Secretaría de Salud[17].

Trabajando con la influenza… Justificación y delimitación del tema

En el presente estudio, el tema es lo de menos, y es más bien el aparato crítico, lo preponderante. Analizar la influenza es tan efímero como estudiar cualquier noticia o fenómeno mediático internacional. Lo importante, es el cómo se analizará la influenza, a partir de una racionalización gradual del fenómeno, en base a la observación rigurosa de los textos de medios o “documentales” (análisis crítico del discurso[18]). ¿Por qué estudiar la influenza porcina en nuestro país? Debido a que es el fenómeno mediático más importante en lo que va del año en curso (2009), y por encontrarlo altamente nutritivo en lo que a estudios culturales y análisis discursivo se refiere. La influenza porcina en México, es el tema perfecto para un análisis crítico: es polémico, multifacético, actual, y de implicaciones internacionales. Por otra parte, la gran cantidad de textos al respecto, obligan al estudio a delimitarse. Prácticamente todas las emisiones de radio, prensa, televisión y noticias Internet en páginas mexicanas, trataron de forma directa o alusiva, el tema de la influenza porcina. La revisión de todos los textos, sería imposible, por lo que se manejarán sólo aquellos que correspondan a la categorización de los “relatos” expuesta en la Metodología del análisis. Los textos analizados, por otra parte, se delimitarán al periodo 25 de abril-6 de mayo 2009.

A manera de marco teórico…trabajando con la teoría crítica de Jürgen Habermas

La teoría crítica, en su tradición alemana, comienza con los postulados marxistas y se extiende hasta el análisis sistémico de Talcott Parsons, importando a la sociología y al análisis político, elementos del psicoanálisis freudiano o lacaniano (Fromm, Lowenthal). Sin embargo, no se puede hacer un análisis suntuoso del fenómeno de la influenza porcina en México por razones de extensión, lo cual somete la investigación a la variante habermasiana de la teoría crítica.

Los primeros estudios de Jürgen Habermas en materia de “criticismo”, comenzaron en 1968 con la publicación de La Legitimación de la Crisis, en donde el filósofo alemán se separa de la tendencia “marxista” o “neo-marxista” de Benjamin, Adorno y Horkheimer, para instaurarse en una crítica más “hermenéutica”, que se centre en el análisis de relatos y textos, y no explícitamente en una dialéctica de los saberes hegemónicos. A partir de su teoría de la acción comunicativa (1981), Habermas realiza “una crítica de la teoría crítica”, al retar la noción de “cultura hegemónica” que había permeado el estudio crítico desde Gramsci hasta Horkheimer. Habermas no niega que el relato hegemónico o “discurso oficial” exista, sin embargo, postula que desde la caída de la Alemania nazi (1945), y con más énfasis después del llamado “fin de la historia”, que se centró en la caída del Muro de Berlín (1989), cada vez son menos los medios comunicativos y ciudadanos que “creen” en la certidumbre de ese discurso oficial, y más aquellos que articulan nuevos discursos, a manera de una crítica social. “El sistema social de ideas se encuentra en crisis (en materia económica y racional). El Estado ya no tiene la última palabra ni es el creador del relato único. (…) Debe enfrentarse a la presión social que contraviene la legitimación de sus ideas.[19]

La Escuela de Frankfurt durante cerca de treinta años (1950-1980), estableció que las sociedades eran oprimidas por una cultura hegemónica que “occidentalizaba” los medios de comunicación y los productos culturales. La cultura, entendida como una construcción discursiva que legitimaba la acción política, económica, militar y ciudadana de cualquier civilización, estaba sometida a: a) la “industria cultural”, que era la producción capitalista inmersa en el arte y en la producción de relatos[20], y b) el “discurso de la modernidad”, que sometía a la vida política y social a un sistema positivista, utilitarista y progresivo[21].

Habermas establece, sin embargo, que desde los años ochenta, el discurso hegemónico no tiene la fuerza que tenía, al menos en el convencimiento social[22]. En Historia y crítica de la opinión pública (1981), Habermas determina que a partir de la creación de la Unión Europea, de los medios no oficiales (como el Internet, las radios independientes o “podcasts”, o el blog electrónico) y de las primeras crisis del capitalismo (años noventa), la opinión pública y los “contra-discursos”, despiertan un espíritu crítico en la sociedad civil, por decirlo de alguna manera. El problema, es que existen tantos contra-discursos al discurso oficial, que se entra a un nuevo estadio en donde la crítica se hace poco necesaria, o de interés nulo: el capitalismo tardío. En su Dialéctica de la racionalización (1988), Habermas plantea el posible “fin de la crítica”:

(…) aún no he descifrado cómo resucitar la racionalización en el mundo en que la ciencia, perdió su autosuficiencia y autoridad. Me percato de que el discurso hegemónico y la modernidad, eran necesarios después de todo. La teoría crítica amainada en el marxismo como sistema del saber, se ha vuelto vieja. De Lukács a Marx, no había gran diferencia, la tradición de los años treinta se concentra en Marx, (…) pero qué pasa cuando se muere el marxismo, se muere la epistemología. (…) Estamos en medio de la rectificación de Marx y de su replanteamiento[23].

Anthony Giddens establece en ¿Razón sin revolución? La teoría de la acción comunicativa de Jürgen Habermas (1995), que el “análisis comunicativo” es la respuesta habermasiana al fin del marxismo en teoría crítica. “Habermas plantea que la base de la recuperación de la razón, es el análisis del lenguaje en general y la comunicación, en particular” (p. 155). Según Giddens, la teoría de la acción comunicativa es un nuevo “parte aguas utópico”, en un mundo en el que no existen postulados innovadores. Ante todo, Habermas defiende la racionalidad, y la convierte en el eje del análisis en ciencias sociales. Sin embargo, para la “racionalización” de los fenómenos, no basta con una observación objetiva de los mismos, sino que debe estudiarse la percepción social, subjetiva, de éstos. Steven C. Roach en Habermas and the theory of communicative action (2008) establece que el método habermasiano de racionalización en ciencias sociales, parte de la “fenomenología” (Kant, Bachelard), que es la observación de los fenómenos, no desde la medición de la certidumbre de los fenómenos en sí, sino más bien, a partir de la observación de cómo estos fenómenos, construyen una realidad colectiva. La fenomenología es, el estudio de un fenómeno partiendo del “no estudio” riguroso o calculado, del fenómeno mismo. Parte por tanto, de la observación simple de todo lo que rodea al fenómeno. En una definición “de Diccionario”, provista por Webster (2003), observamos:

Fenomenología (del griego: φαινόμενoν: "apariencia", ιογος: "estudio, tratado") es una parte o ciencia de la filosofía que analiza y estudia los fenómenos lanzados a la conciencia, es decir, las esencias de las cosas. Dicho de otro modo, la fenomenología es la ciencia que estudia la relación que hay entre los hechos (fenómenos) y el ámbito en que se hace presente esta realidad (psiquismo, la conciencia).

Lo que vemos no es el objeto en sí mismo, sino cómo y cuándo es dado en los actos intencionales. El conocimiento de las esencias sólo es posible obviando todas las presunciones sobre la existencia de un mundo exterior y los aspectos sin esencia (subjetivos) de cómo el objeto es dado a nosotros. Este proceso fue denominado epoché por Edmund Husserl, el padre de la fenomenología y se le caracteriza por poner entre paréntesis las cosas; es decir, ir a las cosas mismas. (pp. 367-369).

Para el análisis de la influenza como fenómeno mediático, utilizaremos el método de racionalización habermasiana, a partir de la “acción comunicativa” de los relatos que componen los textos a analizar. Se rescatará, en primera instancia, el “lenguaje” de los textos, y posteriormente, se pasará a analizar la “recepción social” de los relatos que emanan de éstos.

Cabe destacar que para Habermas, la certidumbre de los fenómenos es lo menos importante. Se parte de un “escepticismo natural” que plantea que nada es real en realidad, y que se “realiza” o se vuelve real, en función de que es percibido socialmente. La historia como tal, no existe, sino que se trata de una superposición de textos, que simplemente crean la noción del paso cronológico del hombre sobre la tierra[24]. Son las implicaciones, es decir, el aura que rodea al fenómeno, lo que verdaderamente importa. Si el fantasma existe o no en el estudio de los fantasmas, en realidad no interesa. El cómo sea el fantasma, el cuándo se presenta en una casa hechizada, el número de manifestaciones,… todo eso, es prescindible. Pero es muy importante conocer cómo es que la persona que cree en el fantasma lo percibe, el cómo lo percibe un escéptico que no cree en los fantasmas, y el cómo el fantasma se convierte en un mero pretexto para el estudio de “nuevos fenómenos”, a manera de una reacción en cadena: el miedo social de la casa hechizada, la polémica entre temor y escepticismo, la recurrencia de los fenómenos paranormales en sociedades llenas de leyendas y rituales, etcétera.

· Análisis…La crítica de la influenza porcina

Metodología del análisis: El método Habermas…una crítica de la influenza porcina como fenómeno mediático, por niveles

Según Giddens, el primer estadio del método habermasiano de crítica es la razón pura del fenómeno observado, a partir de lo que se sabe, en primera instancia, del fenómeno en sí. En su ámbito comunicativo, el fenómeno posee un discurso o relato. El primer paso para la crítica, es el análisis del “discurso neto”, o bien, de la “emisión cero” del fenómeno. En el análisis que nos compete, las primeras noticias y declaraciones oficiales sobre la influenza porcina, componen este discurso inicial al respecto de la misma, ya que antes de las primeras conferencias de prensa de la Secretaría de Salud, del 25 de abril de 2009, no había un “conocimiento real” en la realidad convencional mexicana, del virus o de sus implicaciones.

Continúa, después del entendimiento del “discurso del fenómeno”, un nuevo análisis sobre los “contra-discursos” del fenómeno, y sobre los “discursos de apoyo”. Es decir, se analizan los nuevos relatos que emanan del relato original, que articulan un “metarrelato” mayor. Finalmente, se analizan los relatos que emanan de estos relatos, y así sucesivamente, manteniendo una postura crítica en la observación de cada texto y discurso. Según Van Dijk, no se debe perder el concepto de “totalidad” en este análisis continuo de la comunicación. “De perder el contexto, no pueden conectarse los textos aislados en un análisis global” (p. 13). Es en este punto, en que debe concebirse el análisis crítico como un análisis “complejo” (Morin), que no separe las partes discursivas, de un todo, que es el “gran discurso histórico del fenómeno”.

La influenza como relato y metarrelato:

(Ver esquema, al final del ensayo: Anexo 1)

a) La racionalización pura del fenómeno: La influenza como fenómeno mediático (Relato: Nivel 1)

Jalapa, Veracruz, 24 de abril de 2009. Un niño se siente sumamente enfermo, con malestar en las vías respiratorias y fiebre alta, en la localidad de La Gloria, en el municipio de Perote. Debido a que su médico local ve que las medicinas tradicionales para las vías respiratorias no funcionan, motiva a que lo lleven al Seguro Social de la capital veracruzana, donde le diagnostican influenza, en fase grave. Al día siguiente, extrañamente se detectan una veintena de casos similares en la Ciudad de México, de los cuales, dos personas mueren a pesar de los esfuerzos que las instituciones de salud emprenden por salvarlos. En la noche de ese mismo día (25 de abril, 11:00 P.M.), la Secretaria de Salud del Gobierno Federal anuncia que en la capital del país se ha desatado una nueva epidemia de una extraña gripe, cuyo diagnóstico remite a la influenza, pero cuyos catastróficos efectos llevan a la muerte.

Moderador: Se presentan ante ustedes (reporteros y unidades de prensa), el Dr. José Ángel Córdoba Villalobos, Secretario de Salud, y el Lic. Javier Lozano Alarcón, Secretario del Trabajo y Previsión Social…

-Córdoba Villalobos: Se nos confirma del Instituto Mexicano del Seguro Social, del Instituto del Seguro Social al Servicio de los Trabajadores del Estado, del ISSTE, y principalmente de los hospitales e instituciones de salud que se administran por los gobiernos y las entidades federativas, que hay cifras alarmantes, globales ya confirmadas, que les hemos venido compartiendo, de momento a momento, que reflejan una crisis de salud nacional, según confirma el Sistema de Prevención y de Curación, en materia epidemiológica. (…) Se han analizado los expedientes, caso por caso de los enfermos de la Ciudad de México, y según el Instituto Nacional de Enfermedades Respiratorias, no son casos comunes. (…) Los síntomas son cuadros críticos. (…) Y con la información, detectada hasta este momento, podemos afirmar que son 159, las muertes generadas, por casos sospechosos. (…) Los reportes, destacan, fallecimientos por neumonía atípica grave, que se generan por un desequilibrio bronco pulmonar atípico y grave, que puede definirse únicamente, como caso de influenza.

-Lozano Alarcón: (…) Hemos visto cómo, el peligro de la enfermedad cobra vidas. Las defunciones registradas el 20 de abril, fueron dos casos, y ascienden a siete casos, al día de hoy (25 de abril, datos repetidos el día 29).[25]

Ante lo desconocido del caso, se motiva a que la población permanezca alerta y esté al pendiente del brote de nuevos casos. A las 11:30 de la noche, el Gobierno Federal anuncia la suspensión de clases en la capital del país, a partir del día siguiente. “El ascenso alarmante de los casos de influenza va del 27 al 30% en cuatro días, y a nivel nacional, se detectan 2498 casos de enfermos de vías respiratorias ya, al día de hoy.”[26].

En nuestro análisis fenomenológico, no partamos de la certidumbre del caso cero de esta epidemia. No partamos de si el niño Edgar Hernández, de Perote, Veracruz, de seis años de edad, presentó influenza mortal o no. No nos interesa la “certidumbre” de este asunto. Interesa que el fenómeno como tal, recreado o “real”, conllevó a implicaciones sociales, desde su generación. La casa de los Hernández fue cercada por elementos del Estado Mayor Presidencial de la Ciudad de México, a partir del día 30 de abril, y la información clínica del niño se manejó como un asunto de Estado confidencial. Los ataques del virus se trasladaron súbitamente del sureste mexicano a la Ciudad de México, en cuestión de horas, y la protección militar y de salud, se extendió de a capital al sureste, inverso a los infectados. Nadie conoce el origen real de este caso cero, ni siquiera la familia del menor. Los anuncios se hicieron a nivel federal, y asimismo los movimientos de militares y unidades de salud. Ni los gobiernos de Veracruz, ni el de la Ciudad de México, supieron qué sucedía en un principio. Todo se manejó como un “secreto de Estado”. Y esto, provocó una ola de rumores, luchas de intereses, una guerra mediática y de instituciones sin precedentes, una “guerra de egos” de los gobiernos de los estados en contra del federal, y viceversa, digna de verse, y un vox populi alarmante, en donde la opinión pública se mostró multifacética y desordenada, pero digna de analizarse.

Como los “fenómenos” estudiados por la fenomenología, existe en la influenza, una “caja negra” del fenómeno en sí. Como en el estudio de las brujas, Pie Grande o los fantasmas, en el análisis de la influenza, no se sabe cómo es el objeto de estudio en sí. No se “ha visto la influenza” como tal, ni retratado. No se ha capturado a Pie Grande y mostrado, y así, no se muestra el infectado de influenza en los medios de comunicación, ni existen evidencias empíricas en medios impresos o virtuales, más allá de “recreaciones” dibujadas o digitales, de cómo ataca el virus. Eso nos hace dudar de la existencia del virus, ipso facto, pero aun si el virus no es real, ¿qué más da? El fenómeno existe, se “construye real” por las convenciones políticas, mediáticas y sociales. Todos hablan del fenómeno y lo meditan, cambia la vida en sociedad, plaga los medios, modifica las prácticas diarias, y motiva a la racionalización…Esto dota a la influenza de su carácter “de fenómeno” (fenomenológico). Eso la hace real.

B) De influenza a gripe porcina, de gripe porcina a influenza porcina y, de influenza porcina a influenza de México (Relatos: Nivel 2)

Como en todo fenómeno anormal o extraño, a falta de una manifestación “natural”, “evidente” y “experimentable” del fenómeno (el infectado, los reportes de infección), se toma el ente discursivo y social del fenómeno. ¿Qué podemos observar? Que la información se adelanta a los hechos comprobables, y que la comunicación, precede, claramente, a las investigaciones. La “sobre-información” se hace presente cuando estallan comunicados y supuestos informes sobre el virus. Distinguimos entonces, dos clases de flujos informativos. El primero, es propagandístico y oficial. El segundo, subpropagandístico y no oficial, es decir, de carácter privado o social. Debería de notarse entre los comunicados oficiales, cierto orden y cadencia, es decir, entre las declaraciones de la Secretaría de Salud y Presidencia de la República. Sin embargo, lo evidente es que el desorden plaga tanto comunicados oficiales, como no oficiales. La información oficial es rara, sin un tratamiento mediático. Los noticieros dicen “lo que la Presidencia dijo las últimas horas”, y la Presidencia, que la población esté al pendiente de sus comunicados en los medios masivos. No hay forma de informarse de lo oficial, de no ser a través de lo “no oficial”. Por tanto, Internet, televisión, radio y periódicos, confabulan involuntariamente, para generar una confusión de dimensiones colosales.

Las estadísticas oficiales, provenientes de la Secretaría de Salud (SSa), denotan que se adelantan en comunicarse, a las pruebas epistémicas de fallecimientos. Todos los decesos, de entrada, se concentran en la Ciudad de México, Hidalgo, el Estado de México y San Luis Potosí. Lo primero que se dijo, fue que había “159 infectados confirmados de decesos, y 2400 infectados” (30 de abril), pero después, que “149 casos, confirmaron el virus, de 942 infectados reales y corroborados” (3 de mayo). Los medios, alarmantes, destacaban “21 muertes en el Distrito Federal” (25 de abril), “80 muertos por influenza” después (27 de abril[27]) y luego, “150 muertes por influenza” (1º de mayo). Luego, la Secretaría de Salud corrige los datos, diciendo que “149 muertes se generaron por sospecha del virus, pero a nivel nacional, sólo pueden confirmarse 29 muertos por contracción directa[28]”. ¿150 ó 29? La diferencia, es considerable. Como variaron los datos numéricos, variaría el pánico de la población, y el tono temeroso de los anuncios gubernamentales. Cuando se destacó el 25 y 26 de abril que había un nuevo enemigo epidémico, se alarmó a las mayorías con el ascenso brutal de muertes, exponencialmente: 20, 80, 150…pero unos días más tarde, no había de qué preocuparse…eran sólo 29 muertos. Una caricatura del periódico La Jornada, muestra al Secretario de Salud, Córdoba Villalobos diciendo, “lo que no sabemos es cómo los muertos por influenza resucitaron…” (Mayo 2, 2009). En parte, el aumento y descenso de muertes, tiene que ver con el sensacionalismo de medios e instituciones gubernamentales. Primero, las instituciones se concentraron en propagar el miedo. En crear el discurso de un enemigo invencible, del gran reto. Segunda fase: el enemigo ha sido controlado.

Los enfermos también ascienden y descienden desordenadamente. De 2500 bajan a 1491 casos, luego se dice, que esos casos son “sospecha del virus”, y que hay sólo 949 que lo contraen, de ahí, a “500 casos confirmados”, y de esa cifra, “149 infectados reales”. Dos periódicos informan cosas distintas... En El Economista, se dice que hubo 34 casos que confirmaron neumonía, posiblemente generada por la influenza, que fallecieron. En el portal Internet Yahoo Noticias, se informa de 34 nuevas muertes por influenza. ¿Cómo se comenzó a separar, discursivamente hablando, a las “sospechas de infección” de los “infectados”? Se adhirió a este desordenado “collage de declaraciones”, que había dos tipos de caso, los de “influenza común” y los de un virus mortal, la “gripe porcina”, que al final, por su similitud con la influenza, se le denominó “influenza porcina”.

¿Qué es la influenza porcina, al menos en los medios de comunicación? Se le denominó clínicamente en los Estados Unidos, influenza viral tipo A, o tipo A1, y con más exactitud, H1N1. Clínicamente, la Unidad Epidemiológica de los Estados Unidos, lo etiquetó como “virus naciente”, el 20 de abril de 2009. Aparentemente, los primeros infectados en la Unión Americana datan de 1988, en Wisconsin, y fueron dos personas que murieron por los mismos síntomas que los presentados por los casos mexicanos: fiebre, dolor de cabeza, tos seca, bronconeumonía y en última instancia, paro respiratorio. Por su procedencia rural, el origen del virus se le atribuyó a los cerdos, por lo que se le llamó “gripe porcina” a este mal (swine flu), coloquialmente. En la primera declaración sobre esta enfermedad, en abril de 2002, se dijo que el cerdo transmitía los síntomas, pero en 2009, catalogando el mal con el nombre de “influenza porcina”, se declara que no proviene de los cerdos en absoluto (¿por qué permanece el nombre “porcino”? Un misterio)[29]. La influenza porcina es, aparentemente, una “mutación genética” del virus de influenza. Sobre el cómo mutó, las explicaciones son un desastre.

Los medios mexicanos le atribuyeron la mutación al medio ambiente, a experimentación estadounidense, a una “nueva fase evolutiva del virus”. El Centro de Defensa y Control de Enfermedades del Gobierno de los Estados Unidos (CDC US), declaró que la mutación fue una extraña mezcla del virus con el ambiente “humano” que lo aloja. Es decir, el cuerpo humano, una vez que se contrae influenza de tipo normal, puede prohijar la influenza porcina. Cuentan historias poco convincentes en el Centro de Documentación Oficial del CDC US: que en 1976, un joven de Nueva Jersey contagió de gripe a 200 personas, y todas murieron, incluyendo el caso cero. Que la configuración genética del joven mutó el virus, y que el virus viajó misteriosamente a Wisconsin en los ochenta, a las granjas específicamente. ¿Cómo llega a México?, ¿cómo es que no se propaga en Estados Unidos por 35 años?, ¿cómo es que el virus se “reintegra” a Estados Unidos en Texas, y no en los estados donde ya se había presentado? En lugar de respuestas, los sitios Internet y comunicados mexicanos, vuelven a decir, a manera de letanía…”el virus de influenza porcina es una mutación…”. No hay información. Hay demasiada, pero poco coherente.

Aquello que se comenzó a decir sobre el virus en México, es que se propagaba por el aire, por lo que se restringió el funcionamiento de escuelas de todo nivel, incluidas universidades, en todo el país, desde el 29 de abril, así como se ordenó el cierre de museos, plazas comerciales, teatros y centros recreativos en la Ciudad de México, desde ese día y hasta el 6 de mayo. Después, se dijo que no se difundía el virus por aire, sino que se contagiaba por contacto directo con infectados. El virus muere en el aire, pero por estornudos, toser o saliva sí sobrevive, pues es su “medio para vivir”. Los gérmenes alojan el virus, por lo que en la suciedad sobrevive, y en la piel, también puede habitar. Los capitalinos mexicanos, optaron por recomendar entonces, no saludarse de mano ni de beso y usar tapabocas, evitar aglomeraciones y mantener limpias las superficies domésticas al contacto directo. Eso, en los comunicados de la Secretaría de Salud. Pero en las calles, se sobrevino una oleada de recomendaciones inaudita: mantenerse sin contacto sexual, mantener un metro de distancia de persona a persona, no cambiarse el tapabocas, algunos, cambiar el tapabocas con regularidad, otros, usar desinfectantes a base de alcohol (el alcohol mata el virus, dijo alguien por ahí), comer frutas y verduras, no enfermar de gripe (la gripe se convierte en el virus), no comer en la calle, o bien, sí comer en la calle (el virus no sobrevive en el aire ni ambiente), o no comer cerdo (porque aloja el virus como un humano), o bien, sí comer cerdo (porque la información de una “influenza porcina” es un mito, “no es porcina”)… En fin, una ola de información que se haría más grande y multifacética que la misma influenza. La epidemia informativa fue aún más epidémica que la misma epidemia.

Lo que más curioso resulta es que, la epidemia se propaga en México, desordenadamente, sin lógica de brotes, geográfica, o por casos de viajes de infectados o con síntomas. Del Distrito Federal viajó a la Ciudad de México, pero de ahí a San Luis Potosí, de ahí a Monterrey, después Hidalgo, Querétaro, Guanajuato, luego se descifró Veracruz como el caso cero, de ahí a Campeche, luego emergencia nacional. Los casos confirmados, siguen concentrados en el centro y bajío del país. ¿Por qué declarar entonces, epidemia y paro nacional? Surgieron mil hipótesis distintas, teorías de la conspiración, polémica mediática y opiniones, que le darían la vuelta al mundo entero. En Israel, se sugirió que el nombre se cambiara de “influenza porcina” a “influenza de México”, lo cual causó un comunicado de protesta de la embajada de México en ese país al gobierno central. En China, se detuvo a mexicanos bajo la sospecha de que entrara el virus a este país. La canciller mexicana, Patricia Espinosa, desde la Secretaría de Relaciones Exteriores nacional, declaró que este acto era un “atropello de derechos humanos a mexicanos”, y reclamó a la Organización de las Naciones Unidas, una sanción para el gobierno chino. La denuncia sigue en trámite (mayo, 2009).

La influenza porcina comenzaría, más tarde, a infectar varios países. Japón, 2 casos, España, 10, e Italia, 6. En Estados Unidos, una sola muerte confirmada en Texas, y 49 casos totales. Y comenzó así, una extraña reproducción del fenómeno mediático, polémico y de opinión que se dio en México, pero a nivel mundial. La Organización Mundial de la Salud (OMS), declaró el “caso influenza porcina” en Alerta 5 (epidemia), con amenaza de pasar al sexto nivel (pandemia global). Estados Unidos, declaró que deseaba cerrar la frontera con México por causa de la enfermedad, Japón, que cerraría el comercio con México, el turismo nacional bajó en un 32%, y en España, cancelaron los vuelos internacionales. El Aeropuerto de la Ciudad de México, por su parte, restringió a horarios únicos las salidas y aplicó un plan de chequeo de pasajeros, como cuando estallaron la gripe aviaria en Europa, el peligro de Ántrax en Estados Unidos, y el SARS en China. En el Mapa del Virus H1NI, de la empresa Google, los casos de “sospecha” del virus, explotaron en toda Europa: Inglaterra, Francia, Suiza, Austria…en América del Sur, dos casos de Perú investigan si se trata del mal, y algunos en Ecuador. Todo es especulación. No hay una gerencia mundial de la información y, con el fin de mantener la “nota exclusiva”, los medios se contradicen a sí mismos, se precipitan en informar. En El Universal las cifras de “militares mexicanos muertos” por el virus, son de 2, 1, 2, en tres días consecutivos. En Internet se dice “se sospecha de un militar muerto”. De acuerdo con la agencia de noticias AP, los casos mundiales son: 1.781. De ellos, 840 en México; 651 en Estados Unidos; 165 en Canadá; 57 en España; 27 en Gran Bretaña; nueve en Alemania: seis en Nueva Zelanda; cinco en Italia; cuatro en Israel y la misma cantidad, en Francia; dos en El Salvador y en Corea del Sur; uno, en cada uno. Colombia, Costa Rica, Irlanda, Suiza, Austria, Hong Kong, Portugal, Dinamarca y Holanda[30]. ¿Qué creer?, y ¿a quién, creerle?...

C) La manipulación conveniente del fenómeno: los contra discursos

C1. El manejo político de las circunstancias:

México vive, no sólo aún en un sistema político hermético, en el que la información no está al acceso de cualquiera, sino también, en una “tele dictadura” o “mediocracia”. El Doctor Javier H. Contreras Orozco, en Mediocracia, los medios que mecen la cuna (2006), establece que legislativamente, la información en México sólo circula entre las oficinas de Comunicación Social del gobierno y dos cadenas magnates: Televisa y Televisión Azteca. Ninguno de estos dos titanes informativos ejerció una crítica de la epidemia. Ambas se limitaron a ser portavoces oficialistas del fenómeno. Televisión Azteca, mediante “Hechos, Influenza, cobertura especial”, informó sobre los infectados, comunicados y recomendaciones de prevención, del 29 de abril al 2 de mayo. Televisa hizo lo propio con “Influenza: epidemia nacional”, una serie de reportes especiales sobre los comunicados oficiales, al respecto. Nunca se cuestionó si el virus era real o no, en la televisión. El virus, era real y punto. La cadena CNN en español, transmitió un Reporte Especial, y tampoco en éste, se indagó sobre la posible articulación “falsa” de la epidemia. Sólo en el programa televisivo de Carmen Aristegui el historiador de El Colegio de México, Lorenzo Meyer, jugaba con sus declaraciones entre la certidumbre y falsedad del virus, diciendo que “usaba tapabocas por solidaridad, consciente de que la propagación del virus no es evidente, sino directa”. Arguyó Meyer, también, que el paro de actividades nacionales de la última semana de abril y primera de mayo, podía relacionarse con una estrategia económica del gobierno federal, para solventar la crisis que azota al país, ante la caída de bolsa de los Estados Unidos desde el 2003. Los medios de comunicación no oficiales, sí cuestionaron abiertamente la “existencia” de la influenza. Se mostraron escépticos y reacios contra los comunicados del gobierno federal. Los llamados “blogs”, videos, correos electrónicos, y otras páginas de Internet, se inclinaron por la “teoría de la conspiración”, para estudiar la influenza porcina.

El correo electrónico anónimo “Los mismos se reparten el pastel”, pretende que todo el “fenómeno-influenza”, como construcción mediática y de medidas civiles, es una artimaña del partido político en el poder, Acción Nacional, para perpetuarse en su posición administrativa. Claramente, según destaca este correo, los primeros puntos de infección fueron la Ciudad de México y el Estado de México. Los gobernadores de ambas entidades, son los próximos candidatos presidenciables, según la opinión pública: Enrique Peña Nieto, por el Partido Revolucionario Institucional y actualmente gobernando el Estado de México, y Marcelo Ebrard Casaubon, en el Distrito Federal, posible a postularse por el Partido de la Revolución Democrática. Esto, no tiene mucho sentido, considerando que faltan 3 años para las próximas elecciones federales. Lo cierto, es que en julio, México tendrá elecciones de legisladores y gobernadores, en varios estados: San Luis Potosí, Nuevo León y Querétaro, encabezan la lista.

Aparentemente, al limitar reuniones colectivas y aglomeraciones, los panistas están prohijando se limite la campaña política de sus partidos de oposición, en pleno tiempo de campañas. Se rumora también, que a causa de la epidemia, podrían posponerse los comicios electorales, lo cual le daría al partido en el poder la ventaja temporal de articular una mejor campaña. Se dice también, que la estrategia de crear pánico y luego resolver un problema, creado por el mismo gobierno, dota a las instituciones de una “investidura heroica”, lo cual beneficiaría la imagen pública que tiene el partido de gobierno y presidente actual, en un México de opiniones fragmentadas, al respecto. Todos estos criterios, son especulaciones, pero lo cierto es que San Luis Potosí y Nuevo León, fueron los primeros estados que cancelaron funciones y eventos públicos; coincidentemente, en estos estados, se avecinan las elecciones. En Querétaro específicamente, sí se han retrasado a causa de la influenza, los eventos de campaña de los pre-candidatos a gobernador. El 4 de mayo debían haber rendido protesta los candidatos oficiales en eventos públicos, y arrancado mítines de campaña. Esto, aún no ha sucedido.

El diario Milenio, por otra parte, pone sobre la mesa de análisis, un nuevo “motivo secreto” para estallar al país con influenza, por parte del gobierno federal. Se trata de la polémica legalización de la dosis personal de ciertas drogas, con motivo del combate al narcotráfico, acción que con un debate en las cámaras legislativas cubierto mediáticamente, hubiese tardado meses de debate. Según Milenio[31], el Senado de la República aprobó que los ciudadanos porten hasta 5 gramos de marihuana como dosis personal. El encabezado del diario, cabe señalar, no dice la verdad. El 23 de marzo de 2009 –antes de que la influenza apareciera como fenómeno mediático-, se aprobó “la iniciativa de ley” de la legalización de drogas, mas no “la ley”. La información de Milenio está trucada. El debate sobre el narcomenudeo en México y la influenza como fenómeno, no están relacionados. Aunque de cierto, el “boom” mediático de la influenza, le resta atención en los medios y opinión pública, a temas como el de las drogas o la relación bilateral México- Estados Unidos.

A este respecto, la señora que atendía un expendio de tortas, me dijo desde su lógica personal: “lo de la influenza es obra de Estados Unidos, nomás viene Obama y se va, y ya nos da influenza”. Por absurdo que parezca, esta es otra lectura de la “influenza-fenómeno: la acción directa de los Estados Unidos en la propagación del virus. Hay, desde aquellos que piensan que el virus es una artimaña bacteriológica de los Estados Unidos para presionar al gobierno mexicano en temas cruciales de la agenda bilateral entre ambos países, como narcotráfico, migración o mantener las condiciones del Tratado de Libre Comercio. Otros, considerando que la propagación del virus empezó en México, consideran que el virus no existe, y que es un simple contubernio entre México y los Estados Unidos para que la población de ambos países se mantenga alerta y temerosa, mientras se firman acuerdos cruciales para la relación bilateral, como el llamado Plan Mérida. Finalmente, están los que sí creen en la existencia del virus, y en que éste se originó en México, pero que se sienten preocupados, al respecto de las decisiones que podría tomar el gobierno de los Estados Unidos, ante la propagación de la enfermedad. Aquellos que tienen familiares trabajando en la Unión Americana, temen que se cierren las fronteras. Asimismo, los comercios y empresas que dependen del turismo, temen que se frenen sus ingresos, ante el desprestigio nacional, debido a la influenza porcina.

Existe otro correo electrónico de procedencia anónima, que considera la “teoría del complot”, pero no como una artimaña del gobierno federal solamente, sino como un gran “teatro” montado por las instituciones públicas, y los otros partidos políticos, para que en época electoral, todos puedan verse beneficiados. El argumento central de esta propuesta surge a partir de que Manuel Camacho Solís, funcionario del Partido de la Revolución Democrática, se declarara enfermo, pero ahora, en mejoría. Esto, antes de que se hubiera descubierto la cura para la enfermedad, y sin que nadie hubiese visto en Camacho Solís, síntomas algunos. Se rumora, que Camacho Solís, como aquellos que laboran en los partidos políticos nacionales, están “gozando” de la influenza, ya que no deben rendir cuentas fiscales en tiempo de elecciones, ni se ven obligados a ser transparentes con sus egresos, ante las campañas.

Otro argumento, tal vez el más “flojo” en cuanto a sustento, es el de que la influenza es una artimaña para desarticular la educación pública nacional. Esta postura se maquina, cuando se observa que en los días de “asueto” debido a la enfermedad, la Secretaría de Educación Pública decidió que las vocacionales y preparatorias oficiales, no tendrían más “pase” a la Universidad Nacional Autónoma de México, ni al Instituto Politécnico Nacional. Se habla también, de que a estas dos grandes instituciones, se les restringirá, debido al virus, presupuesto directo de inversión. Notablemente, estos centros académicos “pagarán” los gastos de la influenza, como muchas otras dependencias gubernamentales.

Se manejó asimismo, la versión de que la influenza porcina era un complot de la industria farmacéutica internacional, que se encuentra en crisis, para reposicionar sus ventas y ganancias. Como las estrategias de cura del virus, al menos en el caso mexicano, están siendo acaparadas por el gobierno federal, el “argumento político” detrás de la influenza, parece tener más sentido, que la explicación del complot de las farmacéuticas. Aún así, la industria farmacéutica que termine por acaparar el antídoto del virus y comercializarlo, sin duda se convertirá en el titán de su rubro, además de abrogarse un discurso “heroico” de grandes dimensiones.

C2. Los rumores de una influenza económica

Si bien la decisión de detener el funcionamiento del país por la amenaza del virus tiene tintes políticos, existen también argumentos que señalan que se trata de una estrategia económica para solventar la crisis que México está viviendo. Se destaca que el gobierno federal no tenía la posición moral ni discursiva, como para congelar las transacciones económicas nacionales, o de menos, disminuirlas, para poder hacerse cargo del control absoluto de los flujos monetarios. El Partido Acción Nacional que hoy gobierna, se vería obligado a cambiar su discurso, de querer manejar a la economía; debería tomar una posición político-económica proteccionista, lo cual no desea. Por tanto, “inventa” o “exagera” el problema del virus de influenza, para poder detener el movimiento monetario en comercios, Bolsa Mexicana de Valores y transacciones diarias, y así, “frenar” la economía nacional, “desacelerarla” o “enfriarla”, y entrar a la crisis, con una mejor posición económica. Si esto fuera cierto, sería algo “positivo”, ya que el gobierno estaría aplicando un pensamiento económico de crecimiento a largo plazo, y el modelo keynesiano de intervención rápida, para después volver a acelerar la economía. El problema es que lo más seguro, es que esto no sea así, sino que el gobierno declare gastos excesivos por el combate al virus, y adquiera nuevas deudas con el Fondo Monetario Internacional o con los Estados Unidos, además de que seguramente, desaparecerá –o se hará desaparecer-, el acervo monetario que se guarde durante los días que detiene la economía. Esto, sí sería un riesgo, ya que el gobierno de México no se encuentra en la posición de adquirir deudas, justo en tiempos de crisis. Lorenzo Meyer, dijo en el programa de Aristegui: “bueno fuera que el gobierno federal usara el detenimiento de la economía para generar empleos y crear un fondo de ahorro, pero no será así, por falta de cultura económica”. Y es cierto, los empresarios y trabajadores se quejaron de que la influenza los había dejado “sin trabajo”, por lo que el gobierno mexicano optó por darle a los trabajadores inactivos, cincuenta pesos diarios, a manera de beneficencia. Muchos comercios hicieron caso omiso a la influenza y aún funcionan. Los bancos siguen funcionando normalmente, y los usuarios de éstos, al saquear sus cuentas de banco por miedo y vaciar por lo mismo, los anaqueles de los supermercados, generarán que lejos de ser una “estrategia para el combate de la crisis, con medidas a largo plazo”, la influenza se convierta en un caos total, y en un futuro desorden económico.

Algunos correos electrónicos (sí, los “sabios” correos electrónicos) consideran que la influenza surgió “muy curiosamente”, después de la junta de los 20 países más poderosos del mundo en Londres (G-20), durante abril del 2009, para decidir “el nuevo orden económico mundial”. Entre las conclusiones de la Cumbre de Londres se decidió que debían erradicarse los paraísos fiscales, y frenarse la especulación económica en las bolsas de valores. México es un paraíso fiscal y lo sabemos. Cualquiera invierte con facilidades y saca el mayor provecho, sin restricciones fiscales de importancia. ¿Cómo frenar la especulación en bolsa sin que se vayan las inversiones extranjeras que prácticamente, “mantienen vivo” a este país? Si la inversión de la Unión Europea y los Estados Unidos en México, es cerca de 20% del producto interno bruto (PIB), es difícil pensar en medidas fiscales para retener la especulación. A menos de que para evitar que se vayan las inversiones y se recree una crisis de “Efecto Tequila” como la de 1994, se tenga que retener o cercar en el país, al capital de los inversionistas, a través de un “shock social”, como la influenza. Se declara paro de los flujos económicos, se prohíben los movimientos en la Bolsa, y así, se protege a la inversión de forma automática, y la Secretaría de Hacienda, mientras tanto, fragua nuevos planes fiscales que se muevan ad hoc a las medidas del G-20.

Otra posibilidad, es que la influenza, tenga como objetivo que México tenga una justificación para acceder a una línea de crédito de 750 mil miles de millones de dólares (billion), que le ofreció el Fondo Monetario Internacional (FMI). Esto resulta espeluznante, pero no descabellado. Según El Financiero, el gobierno de México pidió el 6 de mayo, 2400 millones de dólares como préstamo al FMI, considerando que los gastos por las medidas preventivas y de ataque al virus, ascienden los 2220 millones[32]. ¿Será que acaso todo el “performance” de la influenza tuvo sólo como objetivo, resultar en un juego económico para blindar al país ante la crisis, cuando estaba mal parado económicamente? Lo cierto es que los comercios y comerciantes, así como trabajadores, no están muy contentos, y al menos en la Ciudad de México, organizaron marchas para exigir su “derecho al trabajo” y comunicados sobre su necesidad de pago, y la injusticia de la inactividad.

Esto muestra que el gobierno está maniatado por la sociedad civil en México, para aplicar medidas preventivas anticrisis, a largo plazo, si la mentalidad económica de la opinión pública, sigue en el corto plazo, exigiendo aumento salarial y movimiento monetario. Se requeriría de cambiar la mentalidad del mexicano, para hacerlo entender que debe de disminuir el ingreso a favor de “auto protegerse” ante la crisis, y explicarle un poco de macroeconomía. A nivel educativo, esto es casi imposible, sobretodo, considerando que la mayoría de trabajadores descontentos, incluidos los maestros, se encuentran protegidos por políticas sindicales y grupos de presión, de gran envergadura.

El problema de México, asimismo, es que los ciudadanos no confían en su gobierno. Por tanto, cualquier política de “ahorro nacional”, les suena casi inmediatamente a “robo maestro de las autoridades”. El Fondo Bancario de Protección al Ahorro (FOBAPROA) en los años noventa, representó una de las más grandes pérdidas económicas que la ciudadanía vivió. Al final del sexenio de Carlos Salinas de Gortari (1988-1994), desaparecieron 200 millones de pesos como por arte de magia, de las cajas nacionales y las tasas de intereses subieron un 300%... ¿Está el gobierno de México en una posición discursiva de exigir la disminución de actividad a manera de “política de estrechez económica para posterior austeridad” (como en la transición Ruiz Cortínez- López Mateos, 1964)?

C3. La opinión de la sociedad civil y los paramedios

Aunque no existe ciertamente una tendencia uniforme en la opinión pública, al respecto del fenómeno de la influenza, sí pueden determinarse líneas tendenciales generales, a partir de opiniones gremiales. Las “posturas” que se detectan, a partir de encuestas, sobre el fenómeno, son:

a) La crítica dialéctica (teoría de la conspiración). Se suscriben bajo este modelo de opinión, aquellos que determinan que la influenza porcina como fenómeno biológico, “no existe”. Determinan que no hay una explicación lógica o biológica coherente, y prefieren criticar abiertamente el fenómeno, a partir de la negación. Tienden a seguir las explicaciones tentativas de los “relatos de segundo nivel” que funcionan como contra-discursos de las declaraciones oficiales, y que establecen que la influenza es simplemente el ocultamiento de un fenómeno político o económico de alto nivel. Los que se suscriben a la opinión crítica, tienden a “quejarse” de las declaraciones oficiales y a aprovechar el tema en curso, para articular nuevas críticas, a otros temas discursivos de actualidad: la crisis económica, el narcotráfico, los servicios de salud, las figuras de autoridad o la validez de las instituciones públicas. Es curioso observar, también, que esta “sociedad escéptica” no pasa de la “comunicación” a la “acción”, como determina Habermas que lo hace la “sociedad crítica”. Por el contrario, su quejido queda en el lamento y en el desprestigio de los relatos oficiales. A lo más, pretenden un desprestigio generalizado y mediático.

b) La paranoia. Consiste en el temor a la influenza y a sus posibles repercusiones, creyendo absolutamente en que los discursos oficiales, son “reales”. Se inscriben en esta lógica, todos aquellos que creyendo en la certidumbre de la epidemia casi dogmáticamente, tienden a asirse de los relatos oficiales, como fuente única de información. En ocasiones, en este nivel se encuentra también la “exageración del fenómeno”, que consiste en aumentar la gravedad del mismo, bajo el argumento de que los relatos oficiales ocultan información.

c) La irracionalidad y la burla (indiferencia). Existe un tercer nivel de opinión y discurso, que consiste en la carencia absoluta de una postura, y en la “risibilidad del fenómeno”. Se trata de aquellos que buscan burlarse sin un cuestionamiento real, pero que en el fondo, no pueden afirmar la falsedad de los relatos oficiales.

La opinión pública, a su vez, es encausada por los “paramedios”, que son aquellos medios de comunicación masiva que no rinden cuentas a un membrete corporativo, y que emanan directamente de la misma opinión pública: los videos de la página de Internet You-Tube, los correos electrónicos al respecto del fenómeno, las páginas de Internet personales (blogs) con pequeños ensayos sobre la influenza, o las gacetas administradas por un particular, por ejemplo. El “boom” de los paramedios en este fenómeno específico, cabe señalar, se debe a la carencia de medios oficiales, capaces de informar con veracidad sobre la influenza porcina. Al abrir espacio a una brecha inmensa de duda y opinión, el fenómeno da de qué hablar, al nivel discursivo de la sociedad civil.

· Conclusiones: hacia una sociedad sin tapabocas

En 1985, ante el desastre de un terremoto en la Ciudad de México, los medios de comunicación se plagaron de una nota absurda para las circunstancias: el Zoológico de Chapultepec en el Distrito Federal, recibía entre su fauna, a un tierno osito panda importado de Japón, llamado “Towi”. En 1994, ante la crisis económica, surgió una noticia, igual de relevante: la aparición de un monstruo, “el chupacabras”, en el sureste mexicano, que mataba de noche los ganados sorbiendo la sangre de equinos y bovinos. En el 2006, en periodo electoral, surgió la noticia de unos náufragos que habían sobrevivido tres meses a la deriva en alta mar –pero que no se veían mal alimentados, ni maltrechos-. ¿Qué quiere decir esto? Que la desviación de la atención mediática hacia un tema específico, en tiempos difíciles política o económicamente, en nuestro país, siempre he existido. Ahora, no vivimos la excepción. Ante la crisis económica, las inminentes elecciones en varias entidades del país, el ascenso del narcotráfico y sus ataques, y la presión del sindicato de maestros a la Secretaría de Educación, la influenza desvió, al menos por 12 días, la “atención” de los mexicanos. Se olvidaron de los debates en las cámaras, de los problemas sociales, del alza de precios, de las tasas de interés en los créditos…sólo se habló de influenza. Los encabezados de los periódicos, los noticieros televisivos y las conversaciones callejeras: “influenza porcina”. Hasta las caricaturas políticas se burlaron de la influenza, o amañaron chistes sobre ella (la “cumbia de la influenza”, en Internet, o imágenes como la de un cerdo con tapabocas, con temor de ser contagiado por un granjero). Se dio un bombardeo de correos electrónicos sobre hipótesis al respecto del virus, sin precedentes. Aceptémoslo, la influenza cambió la vida nacional.

Sobre si la epidemia es cierta, o mera articulación política, económica o mediática, no se puede tomar una postura tajante, debido a lo reciente del caso y a la falta de información. Lo cierto, sin embargo, es que la influenza es un fenómeno con dimensiones sociales innegables, e implicaciones directas en la vida económica y política de México. Grave o no, paró económicamente al país durante 11 días, y en tiempo de elecciones. Real o no, acaparó los medios y la opinión pública. Y es ahí, donde reside su “importancia”, en la forma en que motiva a la reflexión sobre cómo en México, aún existe un poder político autoritario capaz de detener las actividades del país entero, por declaraciones oficiales, y sin demostraciones epistémicas de un fenómeno. En medio del supuesto discurso de “apertura democrática” y “transparencia”, el país sigue funcionando en la desinformación y autoritarismo de antaño. Sigue siendo el país del “no pasa nada”.

Considerando las teorías de Habermas, Horkheimer y Adorno, sobre el imaginario colectivo, podemos determinar que la influenza es un “relato”. No por dotarla de un carácter real o ficticio, deja de ser un “relato”. Al menos para los medios y los discursos oficiales, existe una “narrativa de la influenza”, una articulación de lo que el virus es, y de las implicaciones que posee. El “relato” es ya bien conocido: el virus se propaga por contacto directo, hay que lavarse las manos, usar tapabocas, etc. Sin embargo, lo que debe analizarse, criticarse e indagarse, es sobre lo que hay “detrás del relato” o “más allá del relato”: el “metarrelato”. El “metarrelato de la influenza” es sorprendente. Sus implicaciones económicas, políticas, mediáticas y sociales, rebasan por mucho, su discurso “biológico” de origen. Es en donde, a mi juicio, debe orientarse el análisis de fenómenos de este tipo, no en si son “ciertos o no”, no en si son simple artimaña o complot, o crisis mundiales, sino en una fenomenología, en el estudio del fenómeno por la subjetividad de los que lo reciben. En el estudio a partir de los receptores del fenómeno. Así, puede concluirse, al menos en el caso de la “influenza”, que el fenómeno es, a nivel social, una bola de nieve. El “relato” se va distorsionando y el “metarrelato”, también. En el plano del “relato” se añaden tesis sobre el virus: que si es complot o no, que si es porcino, que si no lo es, que si ataca por el aire o por contacto…El “relato” se vuelve confuso, rico en contradicciones, y una madeja indescifrable. Se “fractaliza”. Como las figuras fractales, adquiere nuevas caras y detalles, hasta volverse una figura poco concreta y difícil de descifrar. En el “metarrelato” pasa lo mismo… Primero, la influenza genera la detención nacional de actividades, después, descontentos, opiniones encontradas, correos electrónicos, chistes…todo un aparato discursivo más grande que la influenza misma.

Más que otro ensayo sobre la influenza porcina, o pretender ser una nueva especulación sobre el origen del fenómeno, el presente estudio constituyó un análisis fenomenológico en donde, lejos de demostrarse de dónde vino el virus, se analizó cómo “se recibió” la noticia a nivel social. Sin duda, se podrían hacer a partir de estas primeras observaciones, nuevas investigaciones, sobre el pánico colectivo, o sobre el escepticismo creado por las decepciones del pasado. Esa es una apreciación muy personal, al respecto de lo que pasó durante estos 11 días de inactividad por la influenza. Considero, a diferencia de documentales como The Shock common therapy applied –que versa sobre cómo las epidemias se articulan mediáticamente, para crear pánico-, que la influenza no causó en México, el “temor” que hubiese causado hace veinte o treinta años. ¿Por qué? Porque la sociedad mexicana, “maleada” por las experiencias del pasado, ha entrado a un nuevo pacto ficcionario. Entra a una especie de “broma social”, cuyo eje fundamental es la incongruencia. “Yo, sociedad, hago como que creo en lo que dicen los comunicados oficiales, pero no creo, porque me han engañado muchas veces”, podría decir la ciudadanía. “Yo, gobierno, hago como que engaño. Ya no tengo la calidad moral ni certidumbre pública para engañar como antes, pero, no me importa. Mientras la sociedad haga, como que la engaño, me viene bien, aunque sepa que en el fondo, no me creen”, podría decir el gobierno federal. Y se organiza una extraña pesquisa entre gobierno y ciudadanía, en la que los comunicados oficiales no se preocupan por ser veraces, porque saben que las mayorías no los creen. Sin embargo, como la “fe en el Estado” ya no es importante, sino la manipulación, no se pretende “convencer” a la ciudadanía (eso es evidente, no se reprime la opinión pública que falsea los comunicados, ni se dan pruebas epistémicas de las estadísticas presentadas), sino simplemente, orillarla a modificar su vida económica. Por tanto, al final de un comunicado deficiente, viene una “orden”, la cual a diferencia del comunicado, sí coarta a la población “de facto”. No en su opinión o en su queja, pero sí en sus actos.

¿Cuánto puede durar “el baile de máscaras”? Un día, la ciudadanía se cansará de jugar con el Estado, a este correteo ficcionario. Esto sucederá, cuando el juego impacte directamente en los bolsillos de la ciudadanía. Los ciudadanos no tienen problema en “creer” lo que dice el gobierno, o en “hacer que creen” lo que dice, mientras no afecte su burbuja próxima de comodidad. Si se declara que disminuye el narcotráfico, pero al ciudadano promedio esto no le afecta, hace caso omiso de comunicados oficiales y medios de comunicación. Se encuentra apaciguado. Pero, ¿qué pasa cuando, como sucedió en este caso, la ciudadanía no solo debe “jugar a que cree”, sino “actuar como si creyera”? ¿Qué sucede cuando se le orilla a dejar de trabajar, se restringe su salario, y se amenaza su estabilidad económica? Ahí, el ciudadano se crispa. Deja de jugar al “pacto ficcionario” con el Estado, y se molesta. Exige, y comienza a revolucionarse. Un día, el “pacto ficcionario” no funcionará más, y la ciudadanía se cansará de no saber qué es real y qué no. Ese día, comenzará una revolución social y un desorden público de grandes dimensiones. Mientras tanto, la sociedad sigue “usando el tapabocas por solidaridad”, como dice Meyer. La mayoría no saben si el uso de ese tapabocas sirve o no, pero “por si las dudas”, lo portan…

Cuando la sociedad civil agazapada, mustia, taimada. Reprimida por el paternalismo y comodina, expectante de las “disposiciones oficiales”, deje de “usar tapabocas”, será cuando haya un cambio. Y el tapabocas, no se refiere al que protege de la influenza, sino a la mordaza que reprime la exigencia de cuentas, la opinión pública responsable, o de menos, la búsqueda de la verdad.

Bibliografía:

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[1] Lakatos, 1993.

[2] Ver Berger, Luckmann, 1992.

[3] Bunge, p. 21.

[4] A partir de que la ciencia se torna un gran “ideal” social, académico, político y económico, al adquirir el carácter de incuestionable, absoluta y certera, comienza a construirse lo que en epistemología se denomina, paradigma positivista. El positivismo parte de la idea de una “gaya ciencia” (Nietzsche); es decir, de que el método científico (observación- hipótesis- experimentación- resultados- conclusiones- teoría- ley), entre más exacto y meticuloso sea aplicado, mejores resultados generará. Para llegar a “la verdad absoluta”, basta con ser rigurosos, con buscar calcularlo todo, y con no caer en la metafísica, en el subjetivismo o en la inexactitud. (Para mayor detalle, ver Harrison, 2002 y Gubba, 1997).

[5] “Se entiende por ciencia normal, aquel conjunto de teorías que se insertan en los paradigmas sociales, por lo novedoso de sus descubrimientos, por su fiabilidad, amplitud y variedad de métodos, (…) por su revolución en la concepción de los hechos cotidianos” (Kuhn, p. 92).

[6] “La revolución comienza cuando los científicos adoptan nuevos instrumentos, miran en lugares nuevos, y lo que resulta más importante, es que durante las revoluciones provocan que se vean cosas nuevas, cosas diferentes cuando se mira con instrumentos familiares en lugares donde antes, ya se había mirado” (Kuhn, p. 212).

[7] Ver Hegel, Fenomenología del espíritu, 1807, y Adorno, Tres estudios sobre Hegel, 1974. De Feuerbach, De la esencia de la razón universal, 1824.

[8] La crítica de Marx a Hegel y a Feuerbach era, que debido a que estos pensadores enfrascaban la dialéctica en la lógica y en el lenguaje, no plantearon nociones dialécticas en la praxis material. En su Tesis sobre Feuerbach, de 1845, Marx establece: “Es en la práctica donde el hombre tiene que demostrar la verdad, es decir, la realidad y el poderío, la terrenalidad de su pensamiento. El litigio sobre la realidad o irrealidad de un pensamiento que se aísla de la práctica, es un problema puramente escolástico.” (ap. V).

[9] Ver Kelle, Kobalzon, Materialismo histórico, 1979.

[10] El establishment se define como un sistema de ideas que determinan el pensamiento académico, la vida cultural, la historia y las relaciones políticas de una civilización determinada. Ver Luhmann, El sistema educativo, 1993.

[11] Ver más sobre el concepto en Marcuse, El hombre unidimensional, 1964.

[12] El neopositivismo plantea el rescate de la metodología rigurosa en las ciencias sociales, a partir de la aplicación de la lingüística formalista en la investigación (Wittgenstein, Círculo de Viena). Ver Popper, La lógica de la investigación científica, 1934, y Habermas, La lógica en las ciencias sociales, 1972.

[13] Ver Hillsdale, The political of constructivism in education, 1993, y Kukla, Social constructivism and the philosophy of sciences, 2000.

[14] Genette (1989) determina que el “relato, es un discurso concreto y aplicable, que real o ficticio, obedece a una narración de acontecimientos, que provocan la toma de decisiones sociales y la articulación de conclusiones colectivas”. Greimas y Courtes (1952) denominan “relato” al discurso social, y Foucault (1979) prefiere denominarlo “discurso” u “orden de discurso”. Para concreción en esta investigación, le llamaremos “relato”.

[15] Ver MacLuhan, La aldea global, 1985.

[16] Ver Castilla del Pino, La incomunicación, 1992.

[17] Ver Lyotard, La condición postmoderna, 1979, y Van Dijk, Texto y contexto, 1998.

[18] Womack, Haidar, 1997

[19] Held, p. 376.

[20] Ver Horkheimer, Adorno, Dialéctica de la ilustración, 1933.

[21] “A pesar de que Marx propuso contraimágenes que se oponían a la utopía del capitalismo, no logró difuminar el discurso de la modernidad, ya que las contra-utopías marxistas, a manera de dialéctica racional de la modernidad, era en sí, una utopía”. (Bernsten, p. 16).

[22] McCarthy, 1992.

[23] Habermas, pp. 192-193.

[24]Benjamin, 1946.

[29] ¿Qué es la influenza porcina?, en: http://www.cdc.gov/h1n1flu/espanol/influenza-usted.htm


Anexo 1: Esquema teórico de análisis de la influenza porcina

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