La opción inmediata en la que piensa todo comunicólogo trabajar, son medios. Parece, que nadie quiere “pensar los medios”, ser el “creativo” detrás del aparato.
-Raúl Trejo Delabre, La sociedad ausente: comunicación, democracia y modernidad, p. 174.
-Raúl Trejo Delabre, La sociedad ausente: comunicación, democracia y modernidad, p. 174.
La Licenciatura en Ciencias de la Comunicación, según comenta Rosa Martha Carreras (1988), tiende a asociarse por aquellos que desconocen a detalle sus contenidos, con un conjunto de estudios ambiguos en donde a grandes rasgos, se enseña cómo operan los medios masivos, y cómo se puede transmitir información a través de éstos. El problema que conlleva el que los estudios alusivos a Comunicación se limiten en la opinión colectiva al tema de los medios de masas es, que la carrera profesional casi de inmediato tiende a desprestigiarse. Se cree que el comunicólogo, aquél que estudia Comunicación, es más un técnico que un buen entendedor de las ciencias sociales. Se compara al licenciado en Comunicación incluso, con un camarógrafo o director de escena, demeritando su carácter de “científico social”. Por tanto, varios cuestionan la legitimidad de que la carrera universitaria se llame “Ciencias de la Comunicación”, y no “Medios de comunicación”, o “Periodismo en medios”. Metodológicamente hablando, muchos incluso niegan la existencia de las ciencias de la comunicación. Destacan, que se trata sólo de “otras ciencias”, que se les delimita al estudio de la acción comunicativa, pero que poco tienen qué ver en su esencia, con el análisis de cómo el hombre se comunica. La filosofía, la psicología, la hermenéutica y la semiótica, no son producto de la comunicación, sino de la lógica, la razón y la vida en sociedad. La comunicación es tan sólo uno de los temas que pueden abordar. Por tanto, muchos catalogan de absurdo, el que se centre toda una carrera universitaria en el análisis multidisciplinario de la acción comunicativa.
Lo cierto, es que la “ciencia de la comunicación” sí existe, aunque es de manufactura reciente. Puede hablarse de la comunicología, como una disciplina científica cuyo objeto es el estudio de la comunicación humana, como evento o proceso neurológico, psicológico, interpersonal, intrapersonal, intergrupal, y de masas. Piñuel (2006) determina que la comunicología, adquiere técnicas de otras disciplinas como la psicología, la filosofía, la pedagogía y la sociología, pero que posee también, métodos propios de investigación, orientados a la “esquematización del fenómeno comunicativo”. El “comunicólogo” sin embargo, entendido como aquél que teoriza sobre la comunicología y delimita su objeto y relación con otros saberes, no ha adquirido la legitimidad académica que posee un filósofo, pedagogo o psicólogo, debido a lo reciente de su aparición, y a su constante asociación con el oficio de comunicador.
Comunicador y comunicólogo, no son la misma cosa. El primero tiene como objetivo, la divulgación pública de un contenido, o la transmisión masiva de cierta información. El vocero, el periodista, el escritor, el analista político o el locutor de radio, son comunicadores. Se supone que son expertos en una materia, y que su objetivo, es el análisis permanente de la información que emana de su disciplina. El propósito de su trabajo, es la divulgación de aquello que “debe saberse”. El comunicólogo, en cambio, es aquel investigador en ciencias sociales cuya línea de indagación es la comunicación humana. Es un académico, y como divulgador no pretende “mantener a las mayorías al día, en el ámbito político, económico o de entretenimiento”, sino dar a conocer sus teorías sobre la acción comunicativa. Roman Jakobson, lingüista, establecía que no todos los estudiosos de la literatura se dedican a lo mismo. El escritor, como artista o creador, representa el “objeto de estudio” del narratólogo o del crítico. Ambos requieren un bagaje fundamental sobre estética o técnica literaria, sin embargo, la aplicación de estas materias es distinta en ambos casos. Mientras el primero es “performativo”, es decir, que se dedica a “hacer”, el segundo es “teórico”, porque “analiza lo hecho”. Jakobson destaca, que uno es el paquidermo, y otro, el paquidermólogo. Por más que ambos “sepan lo que es un elefante”, es difícil que establezcan puntos de conexión en sus quehaceres. El elefante sabe que es un elefante, porque lo es. Nadie le enseña cómo se “vive elefante”. El paquidermólogo en cambio, podrá estudiar a los elefantes su vida entera, pero difícilmente se convertirá en uno. Representará siempre, una mirada indirecta del elefante, sesgada por la naturaleza humana del estudioso. Algo similar pasa con los comunicadores y comunicólogos. Los primeros representan la parte “performativa” de la comunicación. Sólo comunican, sin analizar a fondo cómo es que lo hacen. En sentido estricto, los periodistas y figuras de medios podrían catalogarse como “comunicadores masivos”, ya que todos los seres humanos que vivimos en sociedad, somos comunicadores. No razonamos que estamos comunicándonos, sino que sólo lo hacemos, casi automáticamente. El comunicador, en cambio, es el “observador de la comunicación”. Debe abstraerse de la comunicación como fenómeno, sin dejar de ser un comunicador, pues viene implícito en su naturaleza de ser social, e inscribirse en una nueva actividad que no reside tan sólo en “comunicar por comunicar”, sino en “comunicar cómo es que el ser humano comunica”.
Al respecto de la diferencia entre el comunicador y el comunicólogo, el Doctor Raúl Fuentes Navarro, docente de la Universidad Jesuita de Guadalajara, ITESO, menciona en el documental La investigación académica sobre comunicación en México (1992), que particularmente en nuestro país, existen muchas escuelas de comunicadores, mas pocas que se dediquen a las ciencias de la comunicación como tal. La primera universidad que ofreció el estudio de las “ciencias de la comunicación”, y no sólo del periodismo, fue la Universidad Jesuita, hoy Iberoamericana. El método planteado para el estudio de la comunicación en primera instancia fue la “racionalización” de la acción comunicativa, a través de un estudio profundo de la filosofía, la lógica y la sociología. Sin embargo, conforme pasó el tiempo y tal profundidad fue catalogada de inútil, el método cambió para volverse “un estudio esquemático de la comunicación”. Actualmente, las escuelas de comunicación no hacen “filosofía de la comunicación”, sino una especie de “matemática” de la misma. Se limitan a diseccionar el esquema comunicativo a través de modelos semánticos, semióticos y lógicos. ¿Por qué? Debido a que las universidades pretenden que un estudio “operacional” de la comunicación, es más “rentable” que uno filosófico. Esquematizando la acción comunicativa, pueden optimizarse los procesos de divulgación masiva de información, o de comunicación interpersonal a nivel empresarial. ¿Qué sucede si se “filosofa” al respecto de la comunicación, si se cuestiona de dónde proviene la habilidad comunicativa del hombre, a nivel evolutivo y social? Se “pierde el tiempo”, porque se ahonda en un aprendizaje que, en términos comerciales, no se le ve ningún sentido.
Mientras en Alemania (Frankfurt) y en España (Madrid) residen los más grandes centros de operacionalización y estudio de la comunicación, en México carecemos de un centro de investigación en esta materia, más allá de las facultades especializadas en ciencias sociales, de las grandes universidades. Como la mayoría de los estudiantes de comunicación pretenden convertirse en “comunicadores de masas”, y no precisamente en comunicólogos, no existe quórum suficiente como para formar centros de estudio de la comunicación con los egresados de esta carrera. Al final, las universidades mexicanas no pueden ofrecer únicamente estudios en “ciencias de la comunicación”. Para atraer al alumnado a matricularse, se ven obligadas a “especializar” la carrera en ramas de aplicación práctica: periodismo, comunicación organizacional, comunicación política o medios audiovisuales. No existe una especialización en “investigación orientada a la comunicación humana”, y esto, no es sólo culpa de las universidades, sino también de una sociedad que poco se ha interesado por estudiar la comunicación y darle importancia.
Fuentes Navarro destaca que el problema, no es tan sólo académico. Aún queriendo la academia instituir un centro de “investigaciones en comunicación”, se enfrentaría con problemas “meta-académicos”, como el financiamiento del personal que integrara dicho centro, la organización de foros, la preparación de profesores eméritos, y el posicionamiento social de la institución en un entorno que considera el estudio de algo tan intangible y cotidiano, como suntuoso o innecesario. Por tanto, los investigadores de la comunicación en México son pioneros que por su cuenta, y financiados por el amparo de algún organismo internacional o universidad, elaboran sus estudios y los promueven, de forma casi meramente individual. Tal es el caso del Doctor Alfredo Tenoch Cid Jurado, egresado de la Universidad de Bolonia, que integró a partir de la conjunción de varios estudiosos de medios de la comunicación en México, la Asociación Mexicana de Semiótica Visual y del Espacio (AMESVE). El problema con esta institución, radica en que no tiene un respaldo académico que construya un puente entre la investigación profesional y la enseñanza universitaria. Para subsistir, la AMESVE se ha visto orillada a darse de alta legalmente como “Asociación civil”, por lo que es tratada por las autoridades como un club social, y no como un centro académico. Lo mismo sucede con los observadores sociales y las organizaciones para-gubernamentales. Si bien existen centros de estudio, gubernamentales, especializados en historia, política, relaciones internacionales y sociología, no hay como tal, una institución estatal encargada de analizar la comunicación. La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), que se ha destacado incluso por apoyar la investigación en ciencias sociales y humanidades, carece de un órgano especializado en los estudios comunicativos. Tiene centros especializados en literatura, filosofía o filología, pero no en comunicación. Apoya las publicaciones, congresos y encuentros nacionales, pero no ha podido instituir una planta fija de investigadores en el rubro, más allá del estudio “lingüístico” o “formalista” del lenguaje articulado (Centro de Estudios Lingüísticos).
No se debe demeritar el quehacer del comunicador, ya que esto ha generado, que “cualquiera” pueda convertirse en comunicador de masas. Si se desea ingresar a un medio masivo, es importante prepararse en forma multidisciplinaria, ser un especialista en el análisis de la actualidad, y mantener a la vanguardia la información. Se debe ser crítico y explicativo, incisivo. No debe caerse en juegos políticos o en juicios propios de valor, sino en un análisis certero y de importancia social. Se debe “educar al comunicador”, y por ende, las escuelas especializadas en el periodismo o en la parte “activa” de la comunicación, deben centrar sus estudios en la ética periodística, en el papel del comunicador en una sociedad postmoderna, y en lo delicado del manejo de la información. Al respecto del comunicólogo, resulta alarmante su actual carestía. Por una parte, el que no existan “especialistas en el estudio de la comunicación” habla de un Estado mexicano que le otorga poca importancia a la investigación filosófica, y a los conocimientos no capitalizables. Por otra, el estudio de la comunicación, al ser prácticamente nulo o muy escaso en nuestro país, abre una gran puerta para aquellos que nos apasiona el tema. Es un campo virgen del que se pueden cosechar grandes réditos, si se logra posicionar el estudio de la comunicación ante la opinión pública, el financiamiento oficial y las autoridades universitarias. En lugar de decir que en México, los comunicólogos no existen, aquellos que pretendemos serlo, debemos prepararnos en la materia con ahínco, para que con el paso del tiempo, podamos multiplicarnos.
Bibliografía:
-Trejo Delabre, Raúl, La sociedad ausente, Editorial Cal y Arena, México, 1994.
-Piñuel, José Luis, Ensayo general sobre la comunicación, Ediciones Paidós, Madrid, 2006.
-Fuentes Navarro, Raúl, La investigación académica sobre comunicación en México, ITESO, México, 1992.
Buenas tardes.
ResponderEliminarEstoy empezando la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación; me parece un tema muy interesante el que usted plantea y me queda muy clara la diferencia entre comunicador y comunicólogo.
Gracias.